Claudia Domínguez Castro nació a principios de 1978 y sus padres – Walter y Gladys – se conocían del barrio y se habían casado un año antes de que los secuestraran. “Son muchas cosas para poder expresarlas. En principio, fue un shock tremendo”, declaró esta mañana la nieta 117, en una conferencia de prensa en Radio Nacional de Mendoza, la ciudad donde vive con su marido y sus tres hijos, y de donde también eran oriundos sus padres.
Acompañada de sus abuelas, María Assof de Domínguez (titular de Madres de Plaza de Mayo en Mendoza) y Angelina Catterino de Castro, la nieta 117 compartió su historia con los medios. “Esto es lo que más miedo me daba”, confesó al ver la cantidad de periodistas que la rodeaban durante el encuentro.
Después, contó que conocer su identidad no sólo cambió su vida en relación a los vínculos y a su familia, sino también con respecto a la lucha por la Verdad, Memoria y Justicia. “Uno siente la responsabilidad de participar”, expresó. Y comentó que ya lo estuvo haciendo de alguna manera, “a escondidas”, días atrás, cuando asistió a una charla sobre derechos humanos, según señala Infojus Noticias.
“Tuve la sorpresa de que me hablaban mirándome a los ojos, me hablaban de mí y yo no podía decir nada. Iba a escuchar otra cosa y terminé escuchando hablar de mí, tenía ganas de pararme, saludar y agradecer, pero no podía, era una primicia para las abuelas”, dijo la nieta 117.
Domínguez Castro, también, recordó que en el pasado, cuando escuchaba las noticias sobre la recuperación de identidad de otros nietos “lo vivía muy alejado, como noticias del país. Tenía negada esa parte. Se había dado todo tan natural en mi familia adoptiva que yo sabía que no había nada turbio en eso. Realmente no tenía ganas de buscar”.
Sobre sus padres adoptivos, expresó: “Ellos siguen siendo mis viejos, tengo cuatro padres ahora y va a seguir siendo así”. Emocionada, dijo que sueña con la familia entera.
El primer acercamiento con las abuelas que tanto tiempo la buscaro, María Assof de Domínguez y Angelina Catterino de Castro, fue en privado. Después, continuaron el contacto pero con prudencia, para que no se hiciera público. “Primero, quería hablarlo con mis hijos. Hablé con la mayor, de 9 años. Ella, por Paka Paka, tenía muy en claro muchas más cosas que yo. Le expliqué todo de forma didáctica. A ella no le había contado que era hija adoptada. Se emocionó mucho, fue muy natural y, en seguida, quería ir y golpearles la puerta a sus abuelas. Todo se dio de la manera más natural”, declaró la nieta 117.
Por último, la abuela María contó: “Tenemos la alegría de tenerla con nosotros”, dijo y el llanto interrumpió el relato. La otra abuela tomó la posta y compartió la felicidad del primer encuentro, después de 37 años de búsqueda. “Ahora, es una más en la familia, somos un montón”.