Que no quepan dudas, cuando murió el ex dictador, revivió el pinochetismo. Pero hubo algunos apasionados, que como hienas en la pradera aguardaban atentos el momento preciso para hacer de las suyas, incluso antes de la muerte de su líder chileno. Así fue como aparecieron en los lugares mas apartados del país.
Reviviendo en historia, La Junta, comunidad ubicada en el sector norte de la XI Región -denominada así en honor a la mal llamada primera junta de gobierno del dictador, fecha que coincidía con la fundación del pueblo- ubicada a unos 270 kilómetros de Coyhaique, capital de la Región de Aysén, se cuecen habas con olor a olvido.
En la pequeña localidad se construyó un monumento en honor al ex dictador Augusto Pinochet, luego de esto lo instalaron al más puro estilo de la dictadura, es decir, sin autorización del Consejo de Monumentos Nacionales ni de nadie, sobrepasando todos los conductos legales, seguramente inspirados en los mejores tiempos de poder del genocida en Chile.
Hoy el simbólico monumento al ex dictador apunta al cielo, incluida su brillante placa. Está instalado en la localidad desde el año 2000 y peor aún, en terreno fiscal a tiro de piedra de la carretera Austral, sin permisos, autorizaciones ni nada. Seguramente no lo sacarán, ya que la eliminación de esta irregularidad tiene un lastre que para las temerosas autoridades regionales es de un temor absoluto, casi reverencial. Quienes hasta la fecha no se han pronunciado. Sin lugar a dudas, el lastre de la dictadura todavía deja miedos pendientes.
A diferencia con los monumentos del resto del país, donde estos deben ser instalados previa autorización de la Dibam. Nivia Palma es su directora, encargada de estos temas en Chile, quién es enfática al señalar que: jamás hubo autorización de su organismo, como lo establece la ley.
Sólo basta recordar la llama de la libertad y sus modificaciones, más otras estatuas y las polémicas que han producido por su ubicación y simbolismo que arrastran. En la Región de Aysén la historia es distinta, simplemente se instaló el monumento con la facilidad que otorga el silencio de la autoridad.
Por Jaime Varas