Breve testimonio de una “Nieta de la Sangre”… a 40 años de la Matanza de Paine

Les dejo esta historia que me contaron por interno

Breve testimonio de una “Nieta de la Sangre”… a 40 años de la Matanza de Paine

Autor: Wari

Les dejo esta historia que me contaron por interno. Es similar a lo que le ocurrió a Fernando Camargo, protagonista de Lluscuma (mi próximo libro), sólo que esta es real.

“Mi abuelo falleció varios años atrás, en 1996 a los 65 años, de cáncer al páncreas, cuando yo tenía ocho años. A pesar de tener muchos nietos, yo era una de sus favoritas, quizás por ser ‘más despierta’, como él decía. Conversábamos mucho. El tipo era culto, leía mucho y se informaba de todo, pero conmigo siempre fue, además de aquello ‘intelectual’, muy entregado al amor de abuelo, nos reíamos mucho, la pasábamos bien. Cuando murió, sin duda, sufrí.

Para mí, desde niña, siempre fue un ‘rumor’. Oía por ahí que a mi abuelo lo trataban de asesino y en la familia eso se negaba obviamente. Incluso reunió a su esposa e hijos y les contó que jamás había asesinado ni torturado a nadie. Todos quedaron en paz.

Hace unos años, pude averiguar a través de una investigación navegando por Internet. Aquel día de primavera y sólo poniendo el nombre completo de mi abuelo… y ahí vino TODO.

‘Los chacales de Paine‘ los llamaban. Entre ellos, mi abuelo paterno: Manuel Antonio Reyes Álvarez, suboficial de Carabineros y ‘Sargento’ (como lo llamaban) de la Comisaría de Paine, en aquellos años 70s.

Lo culpaban de haber participado en la desaparición de 22 pobladores de la zona en lo que se denominó más tarde «La matanza de Paine», 16 de octubre de 1973, cuando estos campesinos detenidos por carabineros y civiles (recuerda tú que Paine, en proporción a su gente, es la comuna de Chile en la que mayor cantidad de civiles participó en aquella oscura época), fueron exterminados. Entre ellos el padre de la abogada Pamela Pereira.

El testimonio del único sobreviviente, Alejandro Bustos, ‘el colorín de Paine’, es escalofriante:

‘Nos subieron al furgón y los autos partieron, los propios dueños los manejaban. El furgón iba al final de la fila y lo conducía el carabinero Juan Valenzuela. Nosotros nos preguntábamos mientras tanto que si estarían llevándonos al Estadio Nacional o al Chile o al Regimiento de Chena, sólo ese tipo de sitios nos imaginábamos pero, a pesar de la sospecha tremenda, a ninguno se le ocurrió mencionar que nos llevaban a algún escondrijo para matarnos. Mucho más allá, cuando el finao Ramírez que era evangélico empezó a orar, se me puso la carne de gallina; supongo que a todos les pasó lo mismo porque empezaron a encomendarse a Dios, a los santos; yo también recé porque soy católico, devoto de la Virgen. Llegó un momento en que nadie más conversó de nada con nadie, no nos atrevíamos supongo porque era evidente. Recién por Champa el finado Chávez lo dijo, estábamos todos rezando y él nos interrumpió, «van a matarnos», dijo enronquecido, después en voz baja agregó, «el que quede vivo que sea hombre y cuente dónde van a botarnos». Un momento más tarde, como si hubiera tenido una revelación, me dijo, «usted Alejo, que va salvarse, avise que estamos muertos».’

(http://www.lashistoriasquepodemoscontar.cl/sandias.htm)

Aunque ahora me pregunto, ¿qué pasaría si estuviera vivo en este 2013? quizás estaría detenido, quizás no, quizás ya no nos llevaríamos bien como antes por mi posición política y mi forma de ver y vivir la vida, no lo sé. Además, cometer actos tan atroces y bajos como los que hizo (en la historia del Colorín te darás cuenta), es más que suficiente para sacar una ‘fotografía’ de la persona que tenía a mi lado: hipocresía en su máxima expresión, por decir lo menos. ¿Dormía tranquilo?

Después de enterarme y pasar la confusión se lo comenté a mis padres, ellos callaron. Después, en un restorán, hablamos de nuevo de mi abuelo Manuel y ahí supe que no sólo había trabajado ‘deteniendo gente y luego trasladándola a donde se le ordenaba’ (como postulaba la familia), sino que también, después de jubilar, en 1974 o 1975, no manejo bien esas fechas, fue llamado a trabajar para la Dina. Y si no me equivoco también trabajó para la CNI, hasta que jubiló totalmente en los 80s para finalmente recluirse en su hogar hasta su muerte en los 90s.

No es extraño que personas con traumas, con familias complejas, nos cuestionamos mucho la existencia, uno no queda ‘así como así’. Si bien hoy trato de hacer una vida normal, me cuesta. Hoy soy feliz, pero siempre los ‘fantasmas del pasado’, los sufrimientos y cuestionamientos profundos de siempre me han provocado desequilibrio emocional patológico, padezco TLP, Trastorno límite de personalidad y eso me lleva por altos y bajos con frecuencia, desde hace 10 años, aunque me trato con psiquiatra y yoga. Todo deja huellas.

Mayda Plant

Por el escritor de ficción, Jorge Baradit


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