Avanza investigación sobre la verdadera causa del fallecimiento del Premio Nobel
Importantes informaciones surgieron de antecedentes clínicos contenidos en proceso que lleva Mario Carroza. De manera inusual, la Clínica Santa María indicó que no tiene el registro clínico de la atención y tratamiento que se le hizo en 1973 al poeta.
En sentido contrario a la versión oficial, Pablo Neruda no habría muerto por metástasis de cáncer de próstata, según se desprende de exámenes médicos y testimonios que aparecen en el expediente judicial que contiene los resultados de cinco meses de investigaciones sobre su muerte. Las revelaciones tienden a demostrar la verosimilitud de las declaraciones hechas por el chofer Manuel Araya, quien denunció en mayo –al autor de este reportaje- que Neruda fue “asesinado”.
El Partido Comunista solicitará la exhumación del cadáver, planteamiento que cuenta con el respaldo de Rodolfo Reyes, representante de los herederos del poeta.
Tras cinco meses de investigación judicial, lideradas por el ministro en visita, Mario Carroza, quedó establecido que el poeta Pablo Neruda no murió como resultado del cáncer a la próstata que lo aquejaba.
Esta es la principal conclusión que se desprende de los antecedentes clínicos contenidos en el expediente del juicio ROL 1038-2011, de 209 páginas, al que tuvimos acceso en exclusiva.
De esta manera, queda en entredicho la información entregada por la Clínica Santa María el día de la muerte del Premio Nobel, el 23 de septiembre de 1973, en la que se aseguró que Neruda murió de cáncer prostático metastizado, como se sostuvo en su certificado de defunción.
La versión de esta Clínica fue respaldada en todo momento por la Fundación Neruda, que en diversas instancias descartó la tesis del homicidio, restando validez a las declaraciones del asistente personal y chofer de Neruda, Manuel Araya, que planteó que el poeta fue asesinado.
En comunicado del 12 de mayo pasado, la Fundación señaló que “no existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba desde hacía tiempo (…) No parece razonable construir una nueva versión de la muerte del poeta, sólo sobre la base de las opiniones de su chofer, el señor Manuel Araya, quien viene insistiendo en este asunto sin más prueba que su parecer. Nos parecen mucho más serios y confiables los testimonios de las personas que estuvieron junto a Neruda en sus últimos días de vida», indicó la entidad.
Cabe recordar que este juicio se originó tras la conmoción ocasionada por la publicación del reportaje “Neruda fue asesinado”, tanto en El Ciudadano como en la revista mexicana Proceso, donde Araya denunció que el poeta murió como resultado de la aplicación de una inyección letal en su estómago, hecho ocurrido el mismo día de su muerte.
En dicha nota, Araya descartó también que Neruda se haya encontrado en estado grave en los días previos a su fallecimiento. Señaló también que el traslado a la Clínica Santa María desde la casa en Isla Negra -19 de septiembre de 1973- tuvo por fin escapar del asedio del que era víctima el autor de Crepusculario y esperar en Santiago, en un lugar que se creía seguro, la salida del vuelo enviado por el presidente de México, Luis Echeverría.
Los antecedentes clínicos y testimonios claves aparecidos en el juicio, parecen darle la razón a Araya.
FALSA AGONÍA
Los médicos del Departamento de Criminalística de la Policía de Investigaciones, José Luis Pérez y Patricio Díaz Ortiz, enviaron el 16 de agosto a la Brigada de Derechos Humanos –encargada de las pesquisas en el caso Neruda- el informe N°75, que se encuentra adosado al expediente. Este contiene el análisis de 13 exámenes médicos realizados a Neruda entre 1972 y 1973.
En el apartado “Consideraciones Médico Criminalísticas”, letra d, se señaló: “Hay un hecho que llama la atención y que complica el análisis. En la carta del Doctor Guillermo Merino –médico tratante de Neruda- del 18 de abril de 1973, dirigida al doctor Vargas Salazar (urólogo) refiere: ‘Estimado colega: al dorso resumen de tratamiento efectuado a don Pablo Neruda, remitido por usted para tratamiento por adenoma de próstata y artrosis pelviana derecha’. El problema en este caso –señalan los médicos de la Policía- es que el adenoma es un tumor benigno y no maligno”.
Sin embargo, otro antecedente apuntó en sentido contrario. En el punto dos del mismo apartado, se consignó que dentro de los antecedentes enviados se puede apreciar un informe de radioterapia con cobalto (efectuado entre el 19 de marzo y el 18 de abril de 1973). “La radioterapia es un tratamiento –señalan los médicos- que por lo general se efectúa en cuadros de tumores malignos como podría ser un cáncer de próstata (…) la radioterapia no se usa en caso de tumores benignos”.
En el punto uno de las conclusiones médico-criminalísticas se manifestó que “no disponemos del examen objetivo para informar con certeza la causa de muerte del señor Pablo Neruda (…) ya que no se cuenta con la biopsia respectiva”.
En el punto 4 de las conclusiones se indicó que “en cuanto al examen que podría orientar la presencia de metástasis, es decir, las fosfatasas ácidas y su fracción prostática; estas están normales, lo que podría significar entre otras posibilidades que no hay tumor maligno, o que éste está circunscrito a la glándula o se normalizó producto de la radioterapia. Como no se cuenta con los antecedentes clínicos del paciente, no es posible entonces sacar conclusiones en este sentido en base a este examen”.
Estas conclusiones son coherentes con declaraciones hechas por la viuda de Neruda, Matilde Urrutia, a medios españoles en 1974 y que aparecen contenidas en el citado expediente judicial, cuyos contenidos están protegidos -en Chile– por el secreto del sumario. En una nota publicada por la revista Pueblo –del 19 de septiembre de 1974- Urrutia sostuvo que “el cáncer que padecía (Neruda) estaba muy dominado y no preveíamos un desenlace tan repentino. (Neruda) no alcanzó ni a dejar testamento pues la muerte la veía muy lejos”.
Matilde dio ese mismo mes una entrevista a la agencia EFE en la que ratificó su postura en torno a la muerte del poeta: “No le mató el cáncer. Los médicos, a los que habíamos visto unos días antes, le dijeron que lo habían atajado y que podría vivir unos años más”. Estas declaraciones de la viuda de Neruda fueron citadas en el reportaje “Sombras sobre Isla Negra”, del periodista español Mario Amoros, que fue publicado el 22 de julio de este año en la revista Tiempo, de España.
En el punto 5 y final de las conclusiones del informe médico mencionado, se subrayó la necesidad de contar con las fichas clínicas de Neruda y la respectiva biopsia. Estos antecedentes no fueron facilitados por las instituciones tratantes.
Esto, a pesar de que el juez Carroza, acogiendo la diligencia solicitada por los querellantes representados por el abogado Eduardo Contreras, solicitó -el 28 de julio- que la Clínica Santa María facilite la historia clínica del Premio Nobel. El 22 de agosto, el doctor Cristián Ugarte Palacios, director médico de dicho centro de salud, respondió negativamente a la solicitud planteando que “atendido el tiempo transcurrido, debo informar al Sr. Ministro que nuestra Clínica no mantiene la información que se solicita”.
El abogado Contreras expresó que esta desaparición de los antecedentes del Premio Nobel “es imposible de imaginar, no sólo porque tienen la obligación de preservarlos puesto que la Ley dispone que los hospitales públicos y clínicas privadas deben mantener las fichas por al menos 40 años. Pero, además, hay que considerar que no estamos hablando de un paciente desconocido… se trata del historial médico de uno de los dos premios Nobel que ha tenido Chile en su historia. Por lo tanto, parece bastante curioso y sugestivo que no exista su ficha en la clínica Santa María”.
El jurista, quien actúa en representación del Partido Comunista de Chile, señaló que un prestigiado grupo de oncólogos, cuya identidad prefirió mantener en reserva, por ahora, analizó diversos exámenes médicos realizados al poeta en su último año de vida. Según Contreras, estos llegaron a la conclusión de que “no es posible aceptar que haya muerto de cáncer, que no hubo tal caquexia, que todo ello sería absolutamente falso”.
Añadió Contreras que “según me han explicado, la caquexia produce un estado de abandono donde la persona es prácticamente un cadáver que no puede ni siquiera hablar. Y resulta que Pablo habló hasta el último minuto, no sólo con el embajador de México, Gonzalo Martínez Corbalá, sino también con otras personas”.
Cabe tener presente que Martínez Corbalá, en entrevista publicada por La Jornada, el 28 de mayo, declaró que en la víspera de su muerte “Neruda no estaba catatónico”. El Embajador señaló en dicha nota que Neruda aceptó personalmente el ofrecimiento transmitido por él, de viajar a México en calidad de invitado de honor del Presidente Echeverría. Todo esto habla de un Neruda que no estaba moribundo como señalan los partes médicos hasta ahora aceptados como la verdad oficial sobre los últimos días del vate.
A fojas 206 del citado expediente judicial aparece el testimonio de Rosa Núñez, quien ofició como enfermera de Neruda desde 1960 hasta 1973. “Dos años después de la muerte de don Pablo, un verano, la señora (Matilde Urrutia) me vino a visitar. Me dijo que sospechaba que a su marido lo habían matado en la clínica, posiblemente con alguna inyección. Fue la última vez que la vi”. Esta declaración apareció consignada en la nota “La soledad del capitán”, firmada por el periodista Javier García, publicada por el diario La Nación, el 18 de septiembre de 2005.
En este contexto es importante recordar que El Mercurio del 24 de septiembre de 1973, sostuvo que Neruda murió “a consecuencia de un shock sufrido luego de habérsele puesto una inyección”.
En el reportaje “¿Quién mató a Pablo Neruda?”, publicado por la Revista Ñ, del diario Clarín, de Argentina (6 de septiembre de este año), el médico Sergio Draper -quien atendió a Neruda en la Clínica Santa María- declaró: “(A Neruda) lo vi solamente un instante el domingo 23 de septiembre, a mí no me correspondía atenderlo. Ese día, la enfermera de turno me dijo que aparentemente Neruda sufría de mucho dolor, le dije que se le aplicaría la inyección indicada por su médico, si mal no recuerdo fue una dipirona. Ordené que se le diera una inyección indicada por su médico. Fui nada más que un interlocutor. Es el colmo que estemos constantemente bajo sospecha”, indicó.
Draper ya había declarado como testigo en el juicio por el asesinato del presidente Eduardo Frei, verificado en la misma clínica Santa María, en enero de 1982.
La solidez de los antecedentes contenidos en la investigación, incluidos los aspectos médicos y testimoniales, convencieron al abogado Contreras de la necesidad de solicitar la exhumación del cadáver de Neruda, diligencia que estaba por realizarse al cierre de esta edición.
En conversación con El Ciudadano, el representante de los herederos de Neruda, Rodolfo Reyes, confirmó que apoyará todas las diligencias que ayuden a esclarecer la muerte de su tío. Dado todo lo expuesto, es previsible que el ministro Carroza ordene -en los próximos días o semanas- la exhumación de los restos del poeta, los que yacen en Isla Negra.
LOS OBSTÁCULOS
En el expediente -a fojas 113- figuran las declaraciones realizadas por numerosas personas vinculadas a la Fundación Neruda, todas las cuales rechazaron la posibilidad de que Neruda fuera asesinado. Lo hacen desacreditando a Manuel Araya. Entre esas personas destacó el cantante y documentalista Hugo Arévalo. Él planteó que “el día 18 de septiembre (1973) y ante los rumores de la eventual muerte de Neruda, viajé junto a Charo Cofré (su esposa) a Isla Negra en nuestra citroneta (Citroen AX330) y al llegar a la casa de Pablo, nos atendió una persona que se identificó como su chofer (Araya)”. Más adelante, Arévalo señaló que el poeta “no podía caminar y se sentía desmoralizado” y que les comentó que el embajador de México en Chile le ofreció sacarlo del país. A pesar de su angustia, Neruda habría celebrado -según su versión- con ellos el 18 de septiembre (aniversario de la Independencia), “motivo por el cual nos mandó a comprar unas empanadas”, afirmó Arévalo.
Manuel Araya señaló que el relato de Arévalo -quien es refrendado por su mujer- “es absolutamente falso”. Afirmó que ni Arévalo ni su esposa estuvieron en Isla Negra los días posteriores al Golpe y que nadie podía ir a verlos porque los militares que custodiaban la casa impedían el ingreso de visitas. Además, señaló que nunca se tomó vino ni comieron empanadas en esos días, “porque no estábamos de ánimo”.
Según Arévalo, él y su mujer se habrían quedado a dormir aquel 18 en Isla Negra. Y, al día siguiente, habrían acompañado en caravana a Neruda y Matilde en su viaje hasta la Clínica Santa María. En entrevista concedida a revista Rocinante, en mayo de 2003, Cofré reconoció que Araya participó de este momento. Y que lo hizo manejando el Fiat 125 de Neruda, mientras que Pablo y Matilde iban en la ambulancia. Sin embargo, en su declaración judicial, Cofré omitió este hecho. Araya, por su parte, negó tajantemente que este matrimonio estuviera en ese momento.
Es importante precisar que las declaraciones de Cofré y Arévalo no fueron solicitadas ni por los querellantes ni por el juez Carroza. A propósito de esto, el abogado Contreras se preguntó “¿cuál es la influencia de la Fundación Pablo Neruda para conseguir que declaren personas que no han sido convocadas a hacerlo? Lo digo a propósito de que muestra una curiosa preocupación por parte de la Fundación Neruda por apoyar la investigación, o mejor dicho por inclinarla con un sesgo. Entonces me pregunto: ¿por qué podría importarles tanto?”. Y él mismo se respondió: “Pienso que la Fundación tiene intereses, que no le manchen su ícono del marketing”.
Matilde Urrutia mencionó repetidamente en sus memorias –“Mi vida junto a Pablo Neruda”- a Manuel Araya: “Ya se acercaba la tarde y mi chofer no había aparecido. El día anterior me dejó en la clínica (…) era la única persona que tenía cerca para ayudarme. Pobre muchacho que vagabundeaba con Pablo por mercados, por casas de antigüedades… él había desaparecido con nuestro coche y con él yo perdía la única persona que me acompañaba en todas las horas del día”.
Por Francisco Marín
El Ciudadano Nº114, segunda quicena noviembre 2011
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