En el trayecto que el Buque Escuela Esmeralda realizaba desde Australia a Nueva Zelanda entre el 7 y 16 de noviembre, cuatro guardiamarinas de la Armada de Chile fueron sorprendidos consumiendo marihuana al interior de un baño de la embarcación. Los involucrados reconocieron el hecho, fueron desembarcados en Auckland, Nueva Zelanda, y enviados de regreso en un avión a Chile.
La Justicia Militar se encargará de determinar eventuales sanciones a los marinos. Podrían ser expulsados. Junto con ello, arriesgan que se abra una causa penal en su contra, debido a que en la Ley 20.000 se establece que los militares que sean sorprendidos consumiendo sustancias ilícitas serán castigados «con la pena de presidio menor en sus grados mínimo a medio», es decir, de 61 días a 3 años de cárcel.
El diario La Tercera recogió la posición de dos miembros de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados. La condena de parte de ambos es categórica. «Esto es malo para nuestra imagen institucional. Un marino es servicio activo no puede estar consumiendo drogas», señaló el PPD Jorge Tarud, presidente de la Comisión. Desde su parecer, este hecho «le ha causado no solo un daño a la Armada, sino que a toda la imagen de nuestro país». «La Marina ha tomado las disposiciones pertinentes», indicó.
El diputado Jorge Ulloa (UDI), en tanto, concordó con Tarud señalando que los cuatro marinos «fueron merecidamente bajados de su periplo» y que espera que «las instancias competentes tomen las medidas que correspondan».
«No reclaman cuando en el Buque Escuela se hacen fiestas y se consume alcohol»
«No logro entender tanto escándalo por fumar unos caños, si la ley dice que fumar cannabis es legal… No te castigan por estar fumando, sino que por portar, cultivar o compartir», apunta Cecilia Heyder, reconocida usuaria medicinal de cannabis y simpatizante de los movimientos pro-marihuana.
Junto con ello, cuestiona el doble estándar que abunda en el tratamiento de las drogas en nuestro país y que se evidencia también en este caso ocurrido en la Armada. «Cuando en el mismo Buque Escuela se hacen grandes fiestas y se consume alcohol, ahí nadie reclama. Parece que para ellos no es una droga», señala.
Hayder ha manifestado públicamente su rechazo tanto a la Ley 20.000 que sanciona el tráfico de estupefacientes y sicotrópicos como a las modificaciones que quiere introducir el Ejecutivo. «Estas son las consecuencias de esta ley absurda. ¿Si juzgan a cuatro marineros, qué nos espera a nosotros, gente común y corriente?», se pregunta Cecilia, quien agrega que mientras se pone la atención en hechos como el ocurrido con los uniformados «aún seguimos esperando que nuestros honorables diputados se dignen a volver a tomar en serio una discusión en la Comisión de Salud que aún duerme».
Por último, Cecilia trae a la memoria uno de los cuestionamientos más graves que pesan sobre la Armada y el Buque Escuela Esmeralda y que tiene que ver con su uso durante la dictadura cívico-militar. «Hoy, en el Día Internacional Contra la Violencia Hacia las Mujeres, nadie se pronuncia por las mujeres que eran llevadas detenidas, torturadas y violadas en esa flamante ‘Dama Blanca'», apunta Heyder. «Se escandalizan por unos marineros fumando un caño, pero se olvidan del pasado de ese imponente buque», agrega.
Torturas, golpes y abusos sexuales
María Elena Comené fue una de esas mujeres torturadas y ultrajadas sexualmente en la Esmeralda. Fue detenida el 13 de septiembre por Carabineros y tras ser llevada a la Primera Zona Naval fue trasladada al Buque Escuela. «Nos tiraron hacia donde estaban los camarotes de los oficiales, no eran de los marinos, porque eran salas grandes con tres camarotes en fila. Me pasaron inmediatamente al baño, un baño enorme donde me hicieron desvestirme y dejar la ropa en una banca de madera. Y me empezaron a revisar, a ver si tenía alguna cosa escondida en el cuerpo, por lo tanto a meterme los dedos en la vagina, en el ano, mirarme los oídos, la nariz», relató Comené a revista Punta Final en 2004.
«Me hicieron dos interrogatorios en la Esmeralda, todos violentos, humillantes, con golpes y abusos sexuales. Les causaba placer torturarnos, disfrutaban tocando para saber tu reacción, esperaban que gritáramos, pero gritar, para mí, era peor», agrega María Elena.
Daniel Labbé Yáñez