“Primero llegaron dos helicópteros, después aterrizaron dos más, descargaron ejército y se fueron. Pero se escuchó que desde el helicóptero lanzaron dos bombas allá abajo en Santa Rosa, un lugar cercano de aquí. Era por la mañana cuando empezaron los combates y a la hora del almuerzo todavía continuaban. Tres comuneros estaban sentados afuera de su casa almorzando. El ejército se acercó disparando, los tres jóvenes salieron corriendo y se metieron a la cocina, cerraron la puerta, pero detrás llegaron unos soldados y dispararon a la puerta de la cocina. Uno de los soldados pateó la puerta y dijo: ¡marica la cagamos! Allí habían quedado los dos hermanitos juntos, muertos”.
Amparo y Silvio Chaguendo eran dos hermanos indígenas, habitantes del resguardo de Tacueyo. En mayo de 2008 decidieron viajar a la vereda “La Cominera” en busca de trabajo. Pero desafortunadamente fue también en este sitio donde la guerra les cegó su vida.
“La comunidad en un momentico se reunió y pidió refuerzo a la guardia indígena. Esperamos que llegara más gente de las otras veredas y acordonamos el lugar. Los soldados negaron que habían matado a los jóvenes pero nosotros les gritamos en la cara que los habíamos visto”.
Este es apenas uno de los testimonios de los tantos hechos que suceden en un pequeño lugar de Colombia, en el norte del Cauca. Sucedió en la vereda “La Cominera”, ubicada en el municipio de Corinto, donde a sus habitantes los rodea el dolor, el miedo, la zozobra y ese sabor amargo que deja la guerra.
Aunque ya son dos años de esta trágica muerte, la comunidad aún no se repone del daño causado. Se sienten impotentes frente a lo que les ha tocado vivir, pero también sienten que si se dejan llevar por el odio, sería otra excusa para que los asesinos acaben con la gente.
No es fácil para una comunidad ver cómo su población se ha convertido en carne de cañón. Ni escuchar el desahogo de un padre de familia que ha buscado a su hijo por más de ocho años. Pero es más desconsolador aún, saber que a él le tocó resignarse en la búsqueda de su ser querido, porque le llegó el aviso que a su hijo lo habían matado y arrojado al río Cauca. El padre no se explica los motivos que utilizaron los asesinos para acabar con la vida de su hijo “yo sólo le enseñé a trabajar la tierra. Mi hijo era mi compañía, donde yo pisaba él iba. Una vez salió al pueblo, pero nunca más regreso”. Fueron las palabras que con dolor expresó.
“La Cominera” es habitada por comunidades indígenas, mestizas y campesinas. También es una región habitada por la guerrilla que frecuentemente se disputa la zona con el ejército. El argumento de la guerrilla sobre su permanencia en el territorio es que cuidan al pueblo del ejército. La excusa del ejército es que se quedan en el lugar para combatir a la guerrilla y al narcotráfico. Pero ninguno hace lo que dice. Ambos matan el pueblo que dicen proteger.
Para llegar a esta comunidad se necesita avanzar 18 kilómetros desde el casco urbano de Corinto. A su paso se puede divisar las grandes extensiones de caña que cubren la parte plana del municipio. Asimismo, los millones de litros de agua que humedecen permanentemente los monocultivos.
También a lo lejos se observa humear a las industrias asentadas en la zona. La carretera intermunicipal es custodiada por varios retenes de la fuerza pública.
Los combates cada vez se intensifican en la zona. Desafortunadamente se han convertido en algo cotidiano para los habitantes de la región. Cuando no son los combates que matan al pueblo, asesinan y desparecen sistemáticamente a comuneros inocentes o siembran el terror a través de panfletos amenazantes.
Cada desaparecido, cada muerte y cada herido son presentados por los medios como si fueran hechos aislados. Así es como lo hace ver la estrategia de guerra que ronda todo el territorio colombiano. La guerra ha servido como excusa para cometer más muertes y es el medio para despojar de sus territorios, de su cultura y de su forma de vida a muchas comunidades.
De esta manera es que el 4 % de los propietarios en Colombia controlan el 61% de la tierra. Ahora, el nuevo gobierno de Colombia dice que va a devolver las tierras que les fueron robadas a los legítimos dueños. Nos preguntamos si esto será cierto. ¿Será que se les va a devolver las tierras a las miles de familias campesinas, indígenas, afrodescendientes que desplazaron para entregárselas a las multinacionales en nombre de la llamada “confianza inversionista”? O será más bien, que una vez más se destinarán recursos estatales para comprar y silenciar a unos pocos mientras se deja en el abandono a la mayoría que huyó de sus territorios para proteger sus vidas.
Esa es nuestra triste realidad. La codicia disfrazada de inversión, la violencia disfrazada de seguridad. El terror sometiendo a la población y queriendo opacar las voces que en medio de la adversidad quieren mostrar la dignidad de los oprimidos. Pero en medio de la agresión la esperanza encuentra espacios para surgir. Las mujeres nos dan ejemplo luchando contra la guerra y convocando al país para detener la militarización. Ese es el ejemplo que debemos continuar. Sabemos que detrás de la barbarie y la crueldad se encuentra el clamor de la vida que florece.
ASESINAN A CONCEJAL INDÍGENA Y SU ESPOSA EN FRONTERA CON ECUADOR
El concejal indígena colombiano Ramiro Inampues y su esposa, Lina Galíndez, secuestrados por desconocidos, fueron asesinados a tiros en el municipio de Guachucal (soroeste, frontera con Ecuador), informó el domingo el gobernador del departamento (provincia) de Nariño, Antonio Navarro.
Los cuerpos fueron hallados en un paraje boscoso de la carretera que une a Guachucal (850 km al suroeste de Bogotá) con Túquerres, en Nariño, señaló el gobernador a radioemisoras.
«Estamos investigando este crimen, que ha causado conmoción en la región», añadió Navarro.
Un jefe policial de Nariño, el coronel Ignacio Fajardo, dijo a la prensa que los investigadores creen que el doble asesinato se produjo el jueves pasado, el mismo día en que Inampues y Galíndez fueron reportados como ‘desaparecidos’.
Ningún grupo se ha atribuido el hecho en una región donde actúan narcotraficantes, antiguos paramilitares de extrema derecha, guerrilleros izquierdistas y otros delincuentes, según las autoridades.
Inampues, de 48 años y perteneciente al grupo político Alianza Social Indígena, respaldó al candidato del Partido Verde en las elecciones presidenciales colombianas de junio pasado, Antanas Mockus, derrotado en la segunda vuelta por Juan Manuel Santos.
Otros dos líderes indígenas de Nariño, Martín Esteban Reyes Caicedo, de 23 años, y Federico Guastar, de 30, fueron secuestrados el pasado 18 de agosto en esa región, sin que de momento se sepa de su paredero, según denunció el viernes último la Defensoría del Pueblo de Colombia.
La Defensoría exigió la liberación inmediata y garantías para sus vidas e integridad, señaló en un comunicado.
Reyes Caicedo y Guastar aparentemente fueron secuestrados por el grupo armado ‘Nueva Generación’, integrado por ex paramilitares derechistas, de acuerdo con organismos humanitarios, cuando se desplazaban como pasajeros en una pequeña embarcación entre Tumaco y El Charco, sobre el océano Pacífico en Nariño.
Según la Organización Nacional Indígena de Colombia, más de 1.400 nativos fueron asesinados entre 2002 y 2009, en medio del conflicto armado que afecta al país, donde viven cerca de 1,4 millones de indígenas de 85 etnias.
Fuente: Tejido de Comunicación – Acin/www.servindi.org/Agence France-Presse
Fotografía: www.caracoltv.com