El lúdico placer de robar en los supermercados

Desde estrellas de la televisión mundial a gente que no tiene qué comer han sido sorprendidos robando en el supermercado


Autor: Mauricio Becerra



Desde estrellas de la televisión mundial a gente que no tiene qué comer han sido sorprendidos robando en el supermercado. Era que no, si en nuestra época dicho espacio es el proveedor alimenticio de gran parte de la población. Un templo en que confluyen los deseos de conseguir cosas que puedes tocar, oler, mirar, acariciar o sobajear, pero si no tienes el dinero para comprarlas, te las quitan en las narices.

El robo hormiga o el de los mecheros son conductas que paradójicamente resultan ser producto de esta tecnología del intercambio. Si en un principio fueron criminalizadas por la prensa, hoy son patologizadas por psicólogos deseosos de aparecer en la tele.

Así, los supermercados son grandes reprimidores de deseos. La gente diariamente entra y ve miles de cosas que desearían tener y no puede. Televisores gigantes, radios, fórmulas para tener los dientes más blancos, comidas y condimentos,  carnes,  juguetes, paté, mondadientes y ropa, están a un solo paso del cliente y en sus narices.

Los intérpretes de este guión son mecheros o quienes roban porque no tienen qué comer. También se suma la actriz psicótica que tiene depresión y busca una forma de subir su ánimo y bajar la angustia. También los que tienen plata y al robar experimentan ese prurito de jugar con el sistema. Actrices como Winona Ryder, Ursula Achterberg o Soledad Pérez han sido protagonistas de este juego.

¿Se puede hablar de una patología que impulse a robar?

En el jardín de las especies de la psicología, la cleptomanía ha sido catalogada como una obsesión, en donde la persona busca a diferencia del ladrón, satisfacer un desorden mental, obedeciendo a un impulso dependiendo del lugar y tiempo en que se encuentre. Pero las necesidades del capital opulento han devenido en convertir en patología el echarse un paté a un bolsillo o un chocolate en la cartera.

EL JUEGO VERDADERO

Si quieres participar del juego, considera que la ley estipula que no se puede encarcelar a alguien que ha robado por necesidad, aunque debes comprobarlo en el juzgado.

El sitio on line español Yomango está dedicado a crear conciencia en el mundo de que el robo a las multinacionales  no es un robo, es una acción en contra de un sistema: Es un grito de rabia de los marginados del sistema de consumo, y una expresión del descontento ante los millonarios robos invisibles que hacen las transnacionales y el sistema capitalista.

Para Yomango la propiedad privada es el robo más vil y grotesco que el sistema capitalista genera hoy en la sociedad. Para enfrentar ello Yomango organiza diferentes acciones, como la primera fiesta en el mundo donde la entrada es cualquier producto robado a grandes conglomerados para compartir.

El 15 de octubre del 2004, Yomango en conjunto con un movimiento pro transporte gratuito en Londres, hicieron un convivencia dentro del metro de Londres, con bebidas y aperitivos “liberados” de los supermercados. En Chile, tenemos nuestra propia reconocida cultura mechera. De ahí que los chilenos tenemos fama de buenos ladrones en Europa.

Hay tantas historias de robos como productos. Las personas necesitan de los supermercados en sus vidas, y el supermercado necesita que se compren millones diariamente. Mientras más necesidades y mayor monopolio del precio de los productos mejor para ellos. Son el reflejo inmediato del sistema económico capitalista que tenemos; desigual por naturaleza. En este sistema de la ley de la selva, se acercan personas con distintos deseos pero con un mismo objetivo: no salir con las manos vacías.

LA ESTAFA DEL ASADO

Se llama Javiera, estudiante de derecho, y anda con su pololo y con dos amigos más en un Líder de la capital. Los carros repletos de las dueñas de casa pasan a sus alrededor llenos de bebidas, conservas y quesos. Los guardias andan silenciosos y cansados, es el final de la jornada. Javiera y sus amigos han ido al súper ha buscar la carne y el copete para celebrar el fin clases y las vacaciones. Andan cortos de plata y el hambre cruje en sus estómagos. Tienen listo un plan para conseguir hacer el asado de sus vidas pagando muy poco. Sebastián, pololo de Javiera, estudia Psicología, y lo acompañan dos de sus mejores amigos de la carrera, Manuela, y Felipe.

Felipe ha sacado un pedazo de carne monstruoso que cuesta cincuenta mil pesos: un bife de chorizo del porte del largo casi de un bat de béisbol. Sebastián, saca otro pedazo de carne que cuesta siete mil y tantos pesos. Llegado el momento, deciden hacerlo, y en pocos segundos, Felipe saca la etiqueta del de cincuenta mil y la cambia por la del de siete mil y tanto. Lo que falta ahora, es poder hacer pasar el pedazo de bife de chorizo en la caja y que no suceda nada. Manuela se encarga de recorrer cada una de las cajas, y ver cuál es la caja donde la persona que atiende tenga más cara de «me quiero ir para mi casa». La candidata es detectada por Manuela, y se dirige todo el grupo hacia allá. Sebastián le pasa el pedazo de carne a la cajera, y está lo pasa por el código mientras los cuatro sienten ya la victoria en sus manos, y que el asado ya está listo. Al final gastaron trece mil pesos, sumando entre el carbón, las cervezas y el ron.

PEPITO PAGA DOBLE

Se llama Franco y trabaja en un taller mecánico en Maipú. Carolina es su polola y van al supermercado por algo muy importante en toda relación de pareja: el condón. Éstos se hallan en una farmacia al interior de un supermercado. Prueban condones de diversos tipos y sabores frutales. Tienen un plan que ya ha funcionado: Carolina agarra los condones y cuando el guardia no esté viendo, mete los condones en los bolsillos grandes del abrigo que lleva. Franco y Carolina retornan contentos hacia la casa de Franco.

Unos días después vuelven al supermercado, pero ahora es por un test de embarazo, pues Carolina no le ha llegado la regla, y ambos necesitan saber si está embarazada o no. Repiten el mismo método que acostumbran para robar los condones. Un guardia ve cuando Carolina se metió en un bolsillo de su abrigo el test. Ambos son detenidos por los guardias mientras el resto de los clientes se detienen a mirar la escena. El test de embarazo sale del bolsillo de Carolina. Se les ofrece como opción pagar el doble del valor del test de embarazo o llamar a los carabineros para que se hagan cargo del robo. Eligen pagar el doble.

A los días sabrán que fue puro rollo y no hay feto.

SALVANDO LAS VACACIONES CON UN PAREO

Para irse de vacaciones hay que tener algún lugar donde ir, amigos y satisfacer a las tripas suplicando por comida. Pero lo más importante es llevar un pareo. Rosario estudia  teatro, y ha ido a relajarse a la isla de Chiloé con un grupo de amigos. Luego de carretear en la noche, para pasar la caña y cargar las energías se dirigen al supermercado en búsqueda de comida. Rosario antes de entrar convierte un pareo en una carterita que se cuelga en su hombro. Al estar en el supermercado, Rosario va echando comida en su pareo hecho bolso, unas cuantas paltas, y manzanas para purificar y sanear un poco el cuerpo, un bloqueador para los más albinos que el sol los tiene achicharrados. En el camping, rodeados de naturaleza chilota, llegan a degustar los productos que el pareo de Rosario ha aportado.

BENDITOS TRECE

Andrés tiene trece años y vive en La Dehesa en una lujosa casa. Su padre vive viajando durante el año por el trabajo, y la mamá pasa más tiempo yendo a tecitos sociales y jugando bridge con sus amigas que en preocuparse por Andrés. Andrés en las tardes va a robar al supermercado con un grupo de amigos, todos niños con plata pero que andan a la deriva buscando algo que hacer con sus vidas carentes de afecto. Andrés es el líder del grupo.

Una tarde va al supermercado con una parca de esas que ocupan los raperos negros que Andrés ve en los canales de música en el cable. Y comienza a meter todo lo que le va gustando adentro de ésta. Uno de los guardias del supermercado agarra a Andrés cuando se va yendo con todo el botín. Sus amigos escapan, dejando a Andrés solo. El guardia le pide que se abra la parca y la gente que a esa hora compraba ve cómo caen y caen cosas sin parar desde la parca de Andrés. El guardia llama a carabineros mientras Andrés no llora, pero tiembla durante todo el tiempo. Andrés se salva milagrosamente, pues el Parlamento ha aprobado que se pueda apresar a las personas a partir de los catorce años. Andrés es liberado y regresa a su casa.

Distintas historias de vida que se unen bajo el común denominador de que le han robado a supermercados. Algunos con más fortuna que otros, en una ciudad en donde las empresas roban, los ejecutivos roban, las transnacionales roban. En un sistema económico en donde el más débil es despedazado por el más fuerte.

Quizás tengas tú otra mejor historia.

José Antonio Torres

El Ciudadano

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