Existe un sinnúmero de antecedentes que potencian la hipótesis de que el ciudadano chileno-alemán Juan Keller, avecindado en la comuna de La Unión, haya sido Martin Ludwig Bormann, prófugo nazi y mano derecha del Führer, Adolf Hitler.
Las dudas comienzan desde el mismo momento de su supuesta muerte en 1945, a pasos del búnker en que el temido dictador del mostacho también habría hallado su fin. El cráneo encontrado y atribuido a Bormann, no coincidiría, entre otras cosas debido al tipo de tierra que se halló en la calavera, muy distinta a la que existía en el lugar donde se dice habría muerto.
Fue un joven nacionalsocialista llamado Artur Axmann, quien entregó la única versión conocida de que Bormann pudiera haber muerto allí. El grueso de los testimonios, documentos e indicios recopilados por quienes han investigado el caso apuntan a la posibilidad de que el criminal hubiera llegado a Sudamérica.
Y aquí comienza la historia cruzada con Juan Keller Keller, agricultor alemán de nebuloso origen que vivía en Trumao, en el sector Las Trancas. Varios lugareños, la mayor parte cubriéndose bajo el anonimato, señalan haberle conocido e incluso trabajado para él.
PRIMICIA DE “VEA”: KELLER ES BORMANN
Aunque surgieron hipótesis que dan cuenta de que Keller era un estafador profesional que recorría el mundo y que habría estado encarcelado en varios países, esa posibilidad, a la luz de los antecedentes reunidos, parece remota.
Pero comencemos desde el principio. Según datos aparecidos en 1996 en el diario Clarín de Buenos Aires, Keller no sólo era dueño de un aserradero y un terreno en el sector Las Trancas, sino también era poseedor de gran cantidad de hectáreas de campo en sectores cordilleranos, todo esto por el año 1954. Sus propiedades habrían abarcado amplias zonas de Cerrillos y El Triángulo, 30 kilómetros al este de Futrono.
Entre las múltiples leyendas que se tejen en torno a este personaje, Víctor Raúl Silva, conocido coleccionista de antigüedades unionino, señala que “la población Corvi de La Unión se construyó con maderas provenientes del aserradero de Keller. Este caballero usaba lentes colorados y un sombrero, por lo que era difícil verle la cara. Era matrón y atendía todos los partos de sector”.
Durante los primeros años de la década de los ‘60, la conocida revista “Vea” publicó en su portada y como primicia el haber descubierto a Bormann en Chile (con la foto de un hombre de bigotes, muy gordo y calvo), sin embargo, mucha de la información que esta publicación dio a conocer fue posteriormente desmentida. Aunque el parecido físico entre Keller -que era el obeso personaje de la portada- y Bormann era notable. Nuestra investigación parece corroborar tal identidad.
AL ESTILO DE LA GESTAPO
Existe una serie de muertes extrañas ocurridas en torno al supuesto alter ego de Martin Bormann. Y según la prensa de la época, una de estas muertes habría sido al más puro estilo de la Gestapo y con el característico sello de “una eliminación necesaria”. En junio de 1960, pocos días después de la desaparición de Juan Keller, murió de un balazo en la espalda Humberto Valdés Fernández, jefe del Gabinete de Identificación de La Unión, a manos de Fernando Mancilla González, un concesionario del Club Social Artesanos.
Lo curioso es que Valdés habría ocupado el mismo cargo en Río Negro, lugar donde supuestamente Martin Bormann cambió su nombre al de Juan Keller. Aunque el asesinato habría sido casual, es difícil no asociar los hechos, sobretodo manejando el antecedente de que Fernando Mancilla era hombre de confianza del maderero Keller. Se habrían conocido cuando Mancilla trabajaba como garzón del Hotel Burnier de Osorno ¿Una forma de eliminar a uno de los pocos testigos del cambio de identidad?
Asimismo, los dos únicos testigos de la inscripción de Keller como ciudadano chileno, José Feliciano Millacheo Lefián y Humberto Montiel Montiel, ambos empleados del supuesto ex jerarca nazi, desaparecieron en extrañas circunstancias poco después del cambio de identidad.
Durante los 15 años que Keller vivió en la zona dejó un halo de misterios y preguntas abiertas. “Vea” señalaba que Keller habría vivido en Chile, Argentina, Brasil (como José Pessoa), España (bajo el seudónimo de Juan Gómez), Francia (disfrazado como el fraile Martino o Martini) y Alemania.
Pero los datos que surgen ahora refuerzan la tesis de que Bormann habría escapado hacia Chile. En 1954 a 1955 el nazi llega a la zona de Llifén y se mueve entre Lago Ranco, Río Bueno, La Unión y Osorno. Vive en Riachuelo, donde es ayudado por familias alemanas, principalmente por los Buschmann Bergk, dueños de los fundos Bellavista y Esmeralda.
Ellos habrían encomendado al oficial civil de Riachuelo, Manuel Ramírez Tamayo, la misión de registrar al alemán con el nombre de Juan Keller Keller, asignándole la cédula de identidad número 32.965. Este trámite e concreta poco tiempo después, en Río Negro, con el jefe de Gabinete de Identificación, el ya mencionado Humberto Valdés.
Keller contrae matrimonio con una funcionaria del Registro Civil de La Unión, Ruth Mondaca y adoptan a Eliana, la pequeña hija del ama de llaves del potentado alemán, Temófila Barría Pinol. Eliana Keller estuvo interna en la Escuela Alemana de La Unión. Era callada, pero se entendía bien con Keller, aunque éste la trataba como a un adulto. Muchos testigos señalan que aunque el trato hacia su hija era duro, él la quería mucho. En sus múltiples devenires por la zona, Juan Keller es acompañado por dos amigos, los hermanos osorninos Carlos y Osvaldo Follert Fleidl. El primero fue creador y propietario de la fábrica de aceite comestible “Industrial Sur”. Este agricultor también fue fundador, secretario y vicepresidente ejecutivo por casi 25 años de la Cooperativa Agrícola Lechera de Osorno (Calo). Además fue electo diputado y ejerció como alcalde de esa ciudad.
Este sería el “influyente político” que protegió a Keller durante su estadía en la provincia, según rezaba -sin identificarlo- la prensa de la época. Aunque tenían una sociedad, “Follert y Keller”, nunca se mencionó en los medios el nombre del político asociado al del agricultor.
SUBMARINOS EN BAHÍA MANSA
Aquí es justamente donde surgen antecedentes más cercanos a una película de ciencia ficción. Algunas personas (que una vez más prefirieron permanecer anónimas) señalaron que Follert tenía la misión de recibir a submarinos alemanes, que llegarían a Bahía Mansa, durante los ‘40, junto a jóvenes germanos asociados a las familias Schilling y Aubel. La idea era ayudar con pertrechos y comida a los tripulantes de los submarinos.
Pero, ¿de qué submarinos alemanes en nuestra región estamos hablando? Para entenderlo debemos explicar una teoría, manejada por varios grupos de investigadores, que se baraja -por increíble que parezca- como una posibilidad real.
Antes de su posible venida a Sudamérica, Martin Bormann estuvo a cargo de la parte logística y financiera de los proyectos de mayor importancia para el III Reich, por lo que mantuvo vínculos con una amplia gama de personalidades de los más diversos ámbitos.
Ellas habrían contribuido a crear una vasta red de aseguramientos para el caso de una eventual huida, previendo la derrota ante los aliados. Bormann habría sido el principal gestor de un plan de escape a diferentes partes del mundo, acción en la que se verían involucrados varios nombres muy conocidos en nuestro país. El de Colonia Dignidad, por ejemplo, surgió innumerables veces durante nuestra investigación.
Según Simón Wiesenthal, el famoso “cazador de nazis” judío, Martin Bormann y Walter Rauff, junto con otros funcionarios del Servicio de la Gestión Económica de las SS (fuerzas de seguridad nazis) se reúnen el 10 de agosto de 1945 en Estrasburgo, para coordinar estas redes de evasión, que muchos jerarcas utilizaron para huir tras la derrota. Y los mejores vehículos de escape (tanto por su capacidad de ocultamiento, como por su velocidad) eran los submarinos.
Es en esa época que Bormann habría abordado un U-Boot en la Bahía de Flensburg, que lo habría traído a alguno de los islotes vecinos a Tierra del Fuego. Es una de las teorías existentes respecto a la huída de Bormann que, bien mirado, no parece tan improbable.
Recordemos que los germanos tenían en Chile una completa infraestructura de apoyo y existía una ruta desde las ciudades italianas de Génova y Bari. El mismo Paul Schäffer, ex líder de Colonia Dignidad, llegó a través de ella.
Preciso es señalar que, en nuestro vecino país, fue creada la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la Argentina (Ceana), que en uno de sus informes, si bien no niega la posibilidad de que estos vehículos hayan llegado a las costas trasandinas o a otros puertos americanos, la considera improbable. Sin embargo, durante el año 1945 hubo una enorme cantidad de avistamientos de submarinos a lo largo y ancho de las costas sudamericanas, incluyendo las nuestras.
No hay mucha claridad respecto a la llegada de Bormann en una de esas naves, pero hay datos que indican que habría cruzado el Mar de Irlanda a fines de mayo del ‘45. Allí podría haberse embarcado en un submarino más potente. Incluso se habla de un pacto secreto con los vencedores, quienes habrían permitido la huída del nazi a cambio de información.
“MAUSER”, FOTOS Y MÁS TESTIMONIOS
Boris Ocampos, anciano unionino quien dice haber sido secretario personal de Keller, señala a nuestro periódico que éste (llamándose Bormann, en ese momento), “entró a Chile por el lado argentino, antes del ‘50”. Para Ocampos, aunque el supuesto prófugo nazi se relacionó con los hermanos Follert, “nunca creó lazos muy profundos de amistad, trataba de pasar desapercibido. Hablaba el español como todos los gringos, chapuceaba algunas palabras y decía groserías, principalmente en sus retos a los empleados cuando no hacían bien las cosas”.
Uki Goñi, periodista argentino, en su libro “Perón y los Alemanes”, busca esclarecer los nexos entre el presidente trasandino y el Tercer Reich antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, sobre la base de documentos nunca antes analizados. Entre los antecedentes que recopila, Goñi realiza una entrevista a Alberto Guarda, de 85 años de edad, poblador de Futrono, quien alegó haber conocido en persona a Bormann.
El anciano señalaba haberle visto cuando el nazi llegó a la zona y compró a su hermano el mencionado campo de Cerrillos. Para el viejo no había duda de que Juan Keller era Martin Bormann: “No podía ser otro (…) por las fotos de los diarios, era el mismo gringo, maceteado, colorado, el mismo alemán”. Este se habría ido “de la noche a la mañana, cuando supo que habían detenido a (Adolf) Eichmann en Argentina”, finaliza el viejo, en el libro del periodista. Poco tiempo después surgió en el pueblo el rumor que habían aparecido varios agentes israelíes por esa zona, buscándolo.
El mismo octogenario agregó varios datos que nuestros testigos anónimos confirmaron. Una dueña de casa unionina que jugaba de pequeña con la hija de Bormann, comentó que “él (Keller) siempre andaba armado y era muy serio”.
El investigador Raúl Núñez, obtuvo declaraciones de un ex congresal alemán, Pablo Huesseletn, quien se hallaba en Chile bajo asilo político en 1948. Éste comentó que se encontró con Bormann a orillas del Lago Ranco en febrero de ese año, declarando que le habría identificado perfectamente, pues eran conocidos. La persona identificada como Bormann cabalgaba junto a dos jinetes más, y tras el casual encuentro, se perdieron rápidamente en los faldeos cordilleranos.
Otro campesino de La Unión, dijo que -siendo joven- en su lugar de trabajo escuchó mencionar el nombre de Martin Bormann en numerosas ocasiones, junto a una serie
de misteriosos “vecinos alemanes” que no se dejaban ver.
El padre de una destacada abogado de Valdivia, comentó a El Ciudadano que había
conocido a Keller en Trumao, que era vox pópuli que éste era un criminal nazi arrancado y que siempre andaba armado con una pistola alemana “Mauser”, en su cinturón. Para Ocampos, “en el campo esto era normal, debido a lo desolado del lugar en ese entonces y porque había muchas bandas dedicadas al robo de animales, por el lado de Chaihuín”. Normal o no, cabe indicar que la “Mauser” era el arma nazi por excelencia.
Pero las pistas no se detienen allí. Según un ex funcionario del SAG, con actual residencia en Mantilhue, una noche debió alojar en la casa en la que habría vivido Juan Keller, en Futrono. Por mera curiosidad, este individuo señala haber registrado uno de los veladores de la casa, donde habría encontrado fotos de Keller vestido de militar alemán. El temor a las represalias le hizo guardar silencio acerca de esta anécdota y por ende, también su nombre.
PERSEGUIDO POR EL MOSSAD
En cierto momento a principios de los ’60, Keller desaparece. Varios datos compilados por el investigador Raúl Núñez, indican que se fue a despedir de su mujer y su hija al fundo Las Trancas, para dejarlas en una casa de confianza en La Unión, mientras él huía. Entre los numerosos antecedentes que surgen, se dice que los servicios secretos judíos le enviaron una agente para enamorarlo. Un viejo agricultor de la zona nos cuenta que ésta habría sido una enfermera del Hospital de La Unión, con la que Keller se habría escapado hacia Rupanquito y que más tarde apareció muerta en un bosque cercano. El constante acoso del Mossad (servicio de inteligencia israelí) hizo que Keller huyera hacia Ensenada, donde finalmente habría sido detectado por el organismo en la localidad de Peulla. Núñez señala que en ese momento el prófugo habría arrancado en una lancha perseguido de cerca por los agentes israelíes, para al final lograr escapar hacia Argentina.
Aunque nunca más se supo de Keller, su hija Eliana siguió recibiendo llamados de su padre adoptivo. Capítulo aparte merece la historia posterior de la única heredera chilena de Keller, quien habría sido estafada y despojada de todo lo heredado por los manejos de dos connotados personajes, cuyos nombres reservaremos hasta una próxima edición.
Jorge Quagliaroli
Nélson Rodríguez