Sobre la autora
Analía Argento nació en Cinco Saltos, provincia de Río Negro, en 1970. Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social (UBA), es actualmente Editora Jefa de la Sección Política y Opinión del diario El Cronista Comercial. Conduce un programa en Radio UBA y ha sido productora y columnista en radio y televisión. Es autora de De vuelta a casa. Historias de hijos y nietos restituidos (Marea, 2008), libro declarado de interés histórico, social y cultural por el Concejo Deliberante de su ciudad natal y por la Legislatura de Río Negro. Fue una de las autoras integrantes de la comitiva que representó a la Argentina, como país invitado de honor, en la Feria del Libro de Frankfurt en el año 2011, ciudad donde se presentó la traducción alemana de su libro De vuelta a casa. Es coautora junto con Ana Gerschenson del libro Quién es quién en la política argentina (Perfil, 1999).
-¿Cómo surgió la idea del libro?
– En ese momento estaba colaborando para la revista Debate y la última dictadura y los desaparecidos era un tema que siempre me había interesado, pero por los lugares donde había trabajado no había tenido la oportunidad. Cuando estaba en esa revista, justo estaba en el Congreso argentino el debate por la derogación de las leyes de Obediencia debida y Punto final y escribí sobre eso. También sobre la declaración de inconstitucionalidad de esas leyes por parte de la Corte Suprema. Ahí me puse a pensar qué era lo que faltaba, ya que había muchos juicios en marcha, y hablado con gente que trabajaba en el Ministerio de Justicia me cuentan que se estaba trabajando mucho en la búsqueda de los nietos. De lo que dejó la última dictadura, es lo que se puede solucionar y reparar: la reestitución de la identidad de los nietos apropiados.
-En ese sentido,¿cuál fue tu primer paso?
-Fui a Abuelas de Plaza de Mayo a hacer una nota para Debate y al pararme frente a las fotos de los chicos que se buscaban y de los ya restituidos, mezclado con que yo había sido mamá hace poco, sentí que había que contar esa historia y no hubo vuelta atrás.
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-En el libro se puede ver que tu enfoque es a partir de la historia personal de cada nieto, detallando sus casos. ¿Era tu intención?
-Sí, sentía que había que contar la historia desde los nietos, porque al ver esas fotos me empecé a hacer un montón de preguntas, como ¿qué es lo que le pasa a una persona cuando le dicen que su identidad es otra? Me generaba mucha intriga desde lo humano.
«Sentía que había que contar la historia desde los nietos, porque al ver esas fotos me empecé a hacer un montón de preguntas, como ¿qué es lo que le pasa a una persona cuando le dicen que su identidad es otra? Me generaba mucha intriga desde lo humano».
-¿Cómo fue el proceso de trabajo?
-Sí, yo sabía como un ciudadano promedio. Cada historia podría ser un libro entero en realidad. Todo lo que había hasta el momento me parecía que no alcanzaba para entender los casos particulares de los nietos, por qué había algunos que se negaban a conocer su identidad. Al leer todo lo que había, hice una pre selección de casos de los que me parecían que podían ver la diversidad y amplitud de lo que fue el Plan Sistemático de Robo de Bebés: busqué hijos de uruguayos, chicos que hayan nacido en distintos centros clandestinos de detención, que reflejaran distintas relaciones familiares. En ese sentido, hay chicos que se encuentran con uno de los dos padres.
-En esa diversidad de la que hablás, se puede ver en los casos seleccionados nietos que tuvieron distintas reacciones al enterarse de su verdadera identidad. Por ejemplo, está el caso de Claudia Victoria Poblete, que al principio mantuvo una relación cercana con sus apropiadores.
-Claro, hay una complejidad de sensaciones en cada caso. Sobretodo mientras más grandes son, porque ya tienen una vida armada. También pensé que había casos muy públicos como el de Juan Cabandié, Victoria Donda o los mellizos Reggiardo Tolosa que había que contarlos en profundidad para entenderlos en su complejidad. También hay casos que fueron hasta la Corte Suprema de Justicia para negarse a hacer el análisis de ADN, que es uno de los temas más difíciles y que había que contar. En ese sentido me mantuve en mi premisa inicial: que la historia fuera contada desde ellos. La búsqueda de las Abuelas está muy reconocida por suerte, por eso quise darle ese enfoque.
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-¿Cómo te ayudó Abuelas de Plaza de Mayo en el armado de este libro?
-Me pusieron a disposición publicaciones que ellas tenían. También me comentaron de casos que me podían interesar y hacerme algún contacto previo con los nietos. Después, el libro lo hice por mi cuenta con los nietos.
Cada historia podría ser un libro entero en realidad. Todo lo que había hasta el momento me parecía que no alcanzaba para entender los casos particulares de los nietos
-¿Qué comentarios recibiste del libro tanto por parte de Abuelas como por parte de los nietos? Ya sea que hayan participado del libro como no, claro.
– Hubo quienes me dijeron «Qué bueno sería estar en tu libro». Muchos de los nietos me acompañan a dar entrevistas o presentaciones aunque su historia no esté. Otros estaban contentos porque a veces los periodistas buscamos a los casos más públicos y acá había una diversidad mayor. Lo que me dicen ellos es que les hace bien hablar, es liberador. Además al leer las historias de los otros nietos se sentían identificados con las cosas que le pasaban a los demás. También lo que más me dicen es que los conmueve el respeto con el que cuento las cosas, porque me parece que sufrieron mucho. Yo suelo ser una periodista muy incisiva, pero acá me propuse escuchar mucho y preguntar cuando se podía, porque estaban abriendo una parte muy dolorosa de su vida.
-¿Cómo se dio que Juan Cabandié, otro nieto recuperado, escribiera el prólogo?
-A Juan en ese momento le costaba mucho hablar de tema, yo le inisistía pero tampoco podía obligarlo a hablar por más que a mi me pareciera que tenía que estar en el libro. Después le pasé el borrador del libro para ver si quería escribir el prólogo, porque me pareció que quizás contándolo en primera persona fuera más fácil. Era importante que su caso estuviera contado de alguna manera.
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-En ese sentido, hay casos como los del propio Cabandié, Poblete o Victoria Donda, donde sus apropiadores tienen vínculos con la represión en la última dictadura cívico militar, y también otros donde quienes adoptaron a los nietos no tenían relación. Se trata de un mecanismo ilegal de adopción, pero corriente en Argentina hasta el día de la fecha, ¿no?
-Sí, de hecho en Abuelas me decían que llegaban más casos de los que serían nietos, donde lo que había pasado era una irregularidad en su adopción o anotación. Eran muchos casos.
-Al meterte de lleno e esas historias, ¿qué fue lo que más te impactó?
-Hay muchas cosas. Una es la capacidad de reconstrucción que tiene el ser humano para atravesar situaciones de dolor y en muchos casos salir fortalecido. Porque son situaciones muy duras. Después está la capacidad de procesar eso y poder sentir amor y no odio, revancha o sed de venganza. Otro aspecto que me shockeó fue como aún sin saber su verdadera identidad había sentimientos que tenían desde chicos. Por ejemplo, Juan Cabandié soñaba que lo llamaban Juan, Claudia Poblete tenía pesadillas. También hay gestos que hacían o gustos particulares, detalles que no los copiaste pero que aún así los reproducís. Por último, algo que me conmueve mucho es que los desaparecidos no pueden aparecer salvo sus restos. En cambio, los nietos son desaparecidos que pueden aparecer y estar al lado nuestro, como el caso de Ignacio Guido Montoya Carlotto que había estado tan cerca de Estela, ¿no?
Algo que me conmueve mucho es que los desaparecidos no pueden aparecer salvo sus restos. En cambio, los nietos son desaparecidos que pueden aparecer y estar al lado nuestro, como el caso de Ignacio Guido Montoya Carlotto que había estado tan cerca de Estela, ¿no?
-Además, hay muchos casos de hermanos buscando a esos mismos nietos, ¿no?
-Sí, es mágico pensar en la capacidad de ese encuentro, casi como una resurrección.
-Con respecto a los hermanos, hay un caso muy paradigmático, que es el del nieto 116, Martín Ogando. Su hermana Victoria lo había buscado incansablemente hasta que decidió suicidarse antes que apareciera.
-Sí, es muy difícil ser sobreviviente. Por eso me conmueve la capacidad de transformar el dolor en un trabajo constante de búsqueda, aún en pleno constante de la última dictadura, caminando calle por calle buscando pistas, indicios. Por eso el reconocimiento que tienen en Argentin y en el mundo entero. Yo presenté el libro en Alemania y la sala estaba colmada, por ejemplo. Un delito de lesa humanidad trasciende las fronteras, ¿no?
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-¿Qué factor en común encontraste en todos los casos?
-La necesidad de saber, aunque duela o lo que sea. Los nietos destacan que te cambia la vida saber la verdad, que había algo que estaba desacomodado internamente hasta que la encontrás.
-¿Qué te produjo que se sepa que Cristina Kirchner estuviera leyendo De vuelta a casa en el avión de regreso a Buenos Aires hace pocos días?
-A mí siempre que alguien me comenta algo positivo del libro me moviliza. Pero esto me pareció fuerte porque que una ex presidenta de Argentina se tome el tiempo de leerlo, cuando debe tener una biblioteca llena de libros es fuerte. Además en el momento que lo hace: volviendo a Buenos Aires después de cuatros meses, yendo a declarar ante la justicia. El impacto mediático que tiene me parece conmovedor. También me generó agradecimiento a Cristina Kirchner porque lo haya elegido para leer y a Lucía Salinas, la periodista de Clarín, por ponerlo en la nota. Si ella no lo contaba, nadie se enteraba.
-En la presentación de esta nueva edición, Juan Cabandié contó una anécdota que tiene como protagonista a Néstor Kirchner también como lector del libro. ¿Cómo es esa historia?
-Sí, Juan contó que un día estaban jugando al fútbol en la residencia de Olivos y que Néstor lo cargaba y le decía: «Vos sos más Alfonsín que Cabandié, parecés radical, no me nombrás en el prólogo». Le hacía chistes como «Che, estoy leyendo tu libro». Nunca me lo había contado hasta hace pocos días antes de la presentación y se le llenó los ojos de lágrimas. Ahí era un nieto recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo, no el diputado nacional.