El programa lanzado por el Gobierno estadounidense en 1945, que tenía como objetivo estudiar el efecto de sustancias altamente radioactivas en pacientes sanos a través de inyecciones secretas, aún no ha recibido suficiente atención desde que se ha hecho pública en los últimos años, denuncia Anthony Gucciardi, autor del artículo publicado por el Centro de Investigación sobre Globalización ‘Global Research‘.
Según Gucciardi, el fundador y director de Natural Society, el programa comenzó en 1945, cuando un empleado del Laboratorio Nacional Oak Ridge sufrió un accidente de tráfico, en el que se rompió un brazo y una pierna. Ebb Cade, un afroamericano de 53 años, fue escogido para participar en un estudio sin su consentimiento. Al haber averiguado que el hombre gozaba de buena salud, el 10 de abril de ese año los médicos le inyectaron 4,7 miligramos de plutonio, según el autor.
En el momento del experimento, los científicos tenían pleno conocimiento de los efectos negativos de la radiación y sabían exactamente lo que estaban haciendo, que fue examinar los efectos de los isótopos de plutonio en los seres vivos, asegura Gucciardi.
En los días posteriores a la inyección, los científicos examinaron cuánto plutonio quedaba en el organismo de Cade. Asimismo, asegura el autor, se negaron a reducir sus fracturas hasta el 15 de abril e incluso tomaron muestras de sus huesos para examinar el contenido de plutonio.
Además, según Gucciardi, a Cade le retiraron 15 dientes para realizarle pruebas. Al mismo tiempo, en ningún momento lo informaron sobre lo que estaban haciendo. Una enfermera comunicó que una noche, el torturado Cade escapó. Murió en 1953 a causa de una insuficiencia cardíaca.
Gucciardi también menciona otros tres casos de experimentos similares en que los pacientes que sufrían de cáncer en vez de tratamiento recibían plutonio para que los científicos del Gobierno pudieran observar los efectos. Luego, al programa se unió la Universidad de Rochester, que inyectaba a los pacientes no solo el plutonio sino también isótopos radioactivos como polonio y uranio. A continuación haría lo propio la Universidad de California.
El autor señala que quizás lo más preocupante de este programa es que no se trata de un incidente aislado. Para demostrarlo menciona el experimento Tuskegee, que tuvo lugar entre 1932 y 1972, y en que los servicios públicos de salud del estado de Alabama infectaron a hombres afroamericanos de sífilis para estudiar los efectos de la infección. Asimismo, el articulista menciona los programas de esterilización racial que se pusieron en práctica entre 1929 y 1974.
Gucciardi concluye que este tipo de experimentos suele afectar a las minorías y a los discapacitados. «Desde las esterilizaciones forzadas a inyecciones secretas, existe una larga historia de experimentos gubernamentales que muestra la descarada indiferencia hacia la salud del Gobierno de EE.UU.».