La semana pasada una jueza del departamento de Mercedes, en Uruguay, le prohibió a una chica de 24 años, embarazada, realizarse un aborto. Todo esto luego de acoger un recurso de amparo presentado por el hombre responsable de la paternidad de la criatura, quien argumentó que él quería hacerse cargo de la tenencia del futuro niño. El problema, que todavía no encuentra una resolución clara, es que la mujer tiene 10 semanas de gestación y está a dos de cumplir el plazo legal para realizarse una interrupción de embarazo en el país atlántico.
La noticia, ampliamente cubierta por los medios de comunicación de habla hispana, planteó el eventual conflicto que puede existir entre madre y padre a la hora de decidir ante un embarazo. Las opiniones confluyen en que la mujer debe actuar acorde a lo que desea, y que eso debería estar garantizado por ley. Así es también en Uruguay, donde las mujeres cuentan con la exclusividad de decidir; por eso llama la atención este fallo.
Claudia Dides, socióloga y directora ejecutiva de la Corporación por los Derechos Sexuales y Reproductivos (Miles), cree que obligar a la chica uruguaya a concebir implica involucrarla en un proceso de tortura. “Los hijos tienen que ser deseados, queridos, amados; no impuestos por circunstancias de la vida. Ellos (la pareja uruguaya) tenían una relación que no fue duradera, por lo tanto ella tendrá derecho a decidir qué quiere hacer con su proyecto de vida. Pero que una juez obligue me parece un acto de tortura”, dice.
La socióloga alude a la autonomía como motor principal en este tipo de decisiones; a la autonomía de la mujer, de la embarazada. Esto traería consigo relegar al hombre a una posición determinada. «Los hombres solo pueden acompañar los procesos, no pueden decidir por la mujer; nosotras no somos receptáculos de reproducción humana. Hace un tiempo hicimos una campaña que decía los hombres acompañan y las mujeres deciden. La que lleva el embarazo es la mujer. Si ella tiene la posibilidad de tener un hijo, debe decidir si está dispuesta tanto mental y físicamente a llevar ese embarazo por 9 meses. Pueden conversar, escuchar, llegar a acuerdos, pero no puede imponerse un hombre”, dice.
Esta forma, explica, no es solo para los momentos en que se está planeando un aborto. Igualmente corre para el caso contrario. “Si hay un hombre que te obliga a abortar también está introduciéndose en una decisión que la mujer debe tomar. No es que estemos defendiendo el aborto. Aquí lo que nosotros decimos es que la mujer no puede ser obligada a abortar ni tampoco a llevar un embarazo que no desea”, sostiene.
Pero está también la visión de hombres a los que les ha tocado pasar por este tipo de experiencias. Reclaman derechos y participación ante un eventual proceso de aborto de la pareja. El periodista Patricio Araya, en una columna escrita para El Ciudadano, en la que relata su experiencia ante el aborto de una ex pareja –proceso en el que no pudo decidir–, escribió lo siguiente: «al hombre se le excluye como padre de la criatura objeto de la decisión abortiva, se prescinde de él marginándolo con brutalidad de la historia presente y futura de esa fatalidad, en la que él también cuenta; al cabo, se lo priva de la decisión sobre la vida de un ser humano, que él también ha creado; se suprime su derecho de paternidad considerándolo como incapaz ante la ley. No es poco».
Al final del texto, Araya redondea una idea que ayuda a entender esta intención de participar por parte de los hombres ante un eventual aborto. «El aborto es, en todo momento y lugar, una decisión bipersonal… El aborto no es un diente que se extrae y del que podemos prescindir sin mayores problemas, es una vida humana que se deja flotando hacia la eternidad como un recuerdo craquelado, con el que algunos prefieren no vivir, pero que otros debemos soportar», escribe.
Chile también en el debate
En Chile estamos a años luz de las políticas ciudadanas que existen en Uruguay sobre aborto libre. La misma organización Miles este miércoles manifestó su desilusión por ver que el Gobierno no puso en las prioridades legislativas de marzo la ley de despenalización de aborto en tres causales. Esa es la única medida en tramitación relacionada al tema, la que abriría, en caso de ser aprobada, la posibilidad de interrupción del embarazo en casos de inviabilidad fetal, riesgo de vida de la madre y violación.
Esta ley, al igual que la uruguaya, sitúa al futuro padre en una posición absolutamente marginal. «El rol del padre es secundario en la decisión de esta naturaleza. En la ley que se está tramitando se le da a la madre toda la facultad para poder decidir y resolver», dice el diputado José Luis Castro, integrante de la Comisión de Salud de la Cámara.
Respecto al derecho que podría tener el hombre sobre el que está por nacer, y en el caso de una ley que autorice el aborto libre en nuestro país, la autoridad no cree que la situación se modifique. «Si no tiene derecho en la ley de causales de excepción, menos va a tener en el aborto libre. Si se aprueba la actual ley, como está, lo veo mucho más difícil», comenta.
Resulta interesante que en una nación conservadora como Chile –uno de los cinco países sin aborto terapéutico–, existan grupos y organizaciones con una visión distinta que ve más allá del debate interno. Kolectivo Poroto está conformado por un grupo de hombres que trabajan hace más de diez años reflexionando y debatiendo sobre la construcción de lo que llaman «nuevas masculinidades» y con el fin de erradicar el modelo hegemónico patriarcal que nos rige. Ellos comparten la visión de Miles en cuanto a los roles ante un eventual aborto. “El derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo debe prevalecer sobre el derecho de los hombres a la paternidad: no es lo mismo vivir el embarazo en el propio cuerpo, que no vivirlo”, declaran.
Respecto al rol específico del hombre, señalan que “ya sea como parejas, amigos, padre o hermanos, debe ser de apoyo y acompañamiento a la autonomía de las mujeres en la decisión sobre sus cuerpos y voluntad de gestar o no, cuándo y con quién hacerlo”.