Irak es el país donde viven la mayoría de los yazidíes, seguidores de una religión minoritaria, perseguida e incomprendida que se convirtió en agosto de 2014 en objetivo del grupo armado extremista Estado Islámico, también conocido como ISIS. Los ataques se saldaron con miles de zaydís escondidos en las montañas sin comida y sin agua, decenas de hombres ejecutados y miles de personas secuestradas, especialmente mujeres y niños.
La organización Human Rights Watch llevó a cabo durante los meses de enero y febrero de 2015 una investigación en la ciudad iraquí de Dohuk en la que entrevistó a algunas de las niñas y de las mujeres que consiguieron huir de sus secuestradores y que denuncian las violaciones sistemáticas a las que fueron inhumanamente sometidas.
Samer Muscati y Rotha Begum son las activistas de Human Rights Watch que, con su investigación, han mostrado al mundo el terrible horror vivido por las mujeres y las niñas yazidíes que Estado Islámico secuestró para venderlas como esclavas u obligarlas a contraer matrimonios forzados.
Samer cuenta en la entrevista de HRW que muchas de las familias yazedíes que vivían en la provincia de Nínive, en Irak, han tenido que huir de sus hogares para refugiarse en campos y campamentos como el de Khanke, cerca de Dohuk. La mayoría de las familias han sufrido la muerte de un padre, una madre o un hijo a causa de la violencia y la persecución que esta minoría religiosa lleva soportando durante años.
Las dos activistas explican que durante las entrevistas a las mujeres y niñas que habían logrado huir del ISIS escucharon historias desgarradoras de violaciones, agresiones, violencia, esclavitud e intentos de suicidio que helarían la sangre a cualquier ser humano que las escuchara.
Un gran problema con el que se encuentran a menudo las mujeres y niñas que han sido víctimas de abusos sexuales es el rechazo de sus familias. Rothna declara que conociendo las represalias que los maridos y las familias solían tomar contra las mujeres violadas, estaban preocupadas por si las pobres niñas que escaparan de la violencia sufrirían o no el rechazo de sus familias.
Las activistas cuentan que en todos los casos que ellas conocieron, las mujeres y las niñas pudieron regresar a sus hogares, en parte gracias al líder religioso Baba Sheikh, quien instruyó a la comunidad para dar la bienvenida a las mujeres y niñas secuestradas sin reprocharles nada de lo que les hubiera sucedido durante su cautiverio. «Las familias que conocimos sólo querían reunirse de nuevo«, narra Rothna.
En cuanto a los embarazos, las activistas cuentan que ya se se han dado algunos casos de mujeres que han regresado embarazadas, y que irán en aumento a medida que más mujeres y niñas consigan escapar de sus secuestradores. En Irak el aborto sólo es legal cuando la vida de la mujer está en peligro, por lo que Rothna defiende que la ley debería de ser modificada para cubrir también los embarazos surgidos a consecuencia de una violación.
El gran reto para la comunidad yazidí en Irak con las mujeres y niñas que escapan de las garras del ISIS es conseguir su readaptación a la sociedad, pues tras ser víctimas de tan violentos episodios, las mujeres quedan traumatizadas y «necesitan recibir un tratamiento médico y psicosocial adecuado«, defiende Rothna.
Las investigadoras de Human Rights Watch alertan sobre la crisis que sufre la comunidad yazidí en Irak y la necesidad de más ayuda y asistencia para las miles de personas que la precisan, especialmente a medida que más mujeres y niñas logran escapar del horrible cautiverio al que les tenían sometidas el grupo armado Estado Islámico.