El tráfico de drogas de la CIA y sus vínculos con Chile

El completo silencio mediático sobre las denuncias del ex inspector Fernando Ulloa, que implican a Hinzpeter en el encubrimiento de una red de narcotráfico protegida por miembros de la PDI, Carabineros y “soldados”, despierta sospechas que apuntan a una operación mayor

El tráfico de drogas de la CIA y sus vínculos con Chile

Autor: Mauricio Becerra


El completo silencio mediático sobre las denuncias del ex inspector Fernando Ulloa, que implican a Hinzpeter en el encubrimiento de una red de narcotráfico protegida por miembros de la PDI, Carabineros y “soldados”, despierta sospechas que apuntan a una operación mayor.

Recordemos que según la denuncia de Ulloa, cerca de 300 kilos mensuales de cocaína ingresaban a través del paso de Colina, escoltados por funcionarios de su propia institución.

En correos enviados al director general Marcos Vásquez, Ulloa acusa un abandono por parte del Alto Mando de Investigaciones, el cual ignoró su denuncia y obstaculizó, bajo presiones y amenazas, el curso de la investigación que llevaba en ese entonces el fiscal Patricio Rosas de Maipú.

Los antecedentes que siguen a continuación podrían esclarecer muchas interrogantes sobre la verdadera dimensión de lo denunciado. ¿Es posible que la CIA o algún organismo de seguridad extranjero esté implicado en el tráfico de drogas, y de ser así, con qué finalidad? ¿Qué nos dice la historia sobre algunas operaciones de la CIA ligadas al narcotráfico?

EL ESCÁNDALO IRÁN-CONTRAS

En la década de 1980, para asegurar su elección presidencial, el equipo republicano de Ronald Reagan negoció con terroristas iraníes la liberación de 52 rehenes estadounidenses, secuestrados por grupos islámicos extremistas. El acuerdo quedó estipulado: Irán soltaría a los rehenes después de las elecciones, a cambio de que Estados Unidos vendiera armas al régimen. Con ello, la imagen pública del contendor demócrata Jimmy Carter se vería gravemente dañada, dando una victoria segura a Reagan.

Se constituyó así un consorcio internacional de privados denominado “La Empresa”, dirigido a la cabeza por el coronel Oliver North del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos y contando con la participación de traficantes de armas de peso internacional, como Adnan Khashoggi y Monzer Al Kassar.

Rápidamente comenzaron a surgir otras operaciones a cargo de la corporación: bajo el alero de la CIA, EE.UU. comenzó a armar a los Contras, una guerrilla centroamericana, con el fin de derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua. Aunque los Contras cometieron horrendos crímenes contra inocentes, el presidente Reagan describió su misión como una “lucha libertaria”.

Tras conocerse el vasto conjunto de operaciones encubiertas de la CIA en Centroamérica, y sus vínculos con la venta de armas a Irán, el Congreso estadounidense conformó un Comité Especial bipartidista que exploró el caso en detalle, citando a declarar a gran parte de sus involucrados. Se dejó entrever en los medios de comunicación que las actividades de North iban mucho más allá de la venta de armas, sacando a relucir una pieza esencial en el financiamiento de las operaciones: el tráfico de drogas.

En su libro Compromised: Clinton, Bush and the CIA, el ex agente Terry Reed cuenta cómo un narcotraficante llamado Barry Seal lo contrató para enseñar a los Contras a pilotar aviones en el estado de Mena, Arkansas. Con la ayuda de Oliver North, Seal montó una operación para llevar armas a la resistencia nicaragüense y traficar toneladas de cocaína de regreso a EEUU, en el mismo período en que Bill Clinton era gobernador de Arkansas.

La operación fue descubierta cuando el avión C-123 de Seal, denominado “The Fat Lady”, se estrelló cerca de Nicaragua con cientos de armas para los Contras.

Pese a que el Congreso estadounidense no exploró la arista de las drogas en el primer comité conjunto de 1987, las gestiones del senador demócrata John Kerry descubrirían más tarde, en una investigación llevada a cabo en 1991, las conexiones entre “La Empresa” de Oliver North y el Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), cuyas cuentas fueron utilizadas por la CIA y numerosas agencias de inteligencia para canalizar los fondos de sus operaciones encubiertas, entre ellas el tráfico de narcóticos.

BARAMDYKA Y EL NARCOTRÁFICO PINOCHETISTA

Por cosas del destino, un colaborador de la CIA y ex marine norteamericano llamado Iván Baramdyka, escapó a Chile en 1985, luego de que autoridades estadounidenses descubrieran sus vínculos con el Cartel de Cali. Según su confesión al periodista Francisco Martorell en 1993, Baramdyka ayudó a Barry Seal a traficar armas para los Contras.

Como señala la investigación de los periodistas Rodrigo de Castro y Juan Gasparin, inserta en el libro La delgada línea blanca, apenas Baramdyka pisó suelo chileno fue contactado rápidamente por el jefe de la CNI, Álvaro Corbalan, para que prestara asistencia al régimen militar en una amplia red de narcotráfico que involucraba – nada más ni nada menos – al primo de Monzer Al Kassar, el empresario chileno Yamal Edgardo Bathich.

En su entrevista con El Periodista, realizada en marzo de 1993, Baramdyka explicó tales operaciones con las siguientes palabras:

“Usted carga un avión 727-200 en Santiago de Chile, con armas o partes de ellas y cuyo destino es Bagdad, por ejemplo. La nave, por la distancia, debe parar al menos dos veces para reabastecerse de combustible y una parada, por ejemplo, puede ser en las Islas Canarias donde, luego de pagarle a alguien, se bajan dos, tres, cuatro o cinco cajas, sin pasar por la aduana, porque el avión está de paso, con cocaína”.

Con respecto a Bathich, el ex marine norteamericano explica, en referencia a un supuesto tráfico aéreo de narcóticos desde el exterior: “En un fundo de 50 mil hectáreas no se da cuenta lo que cae. Las tierras de Bathich en San Vicente de Tagua Tagua eran el lugar perfecto para procesar, empacar o hacer cualquier cosa”.

Las graves denuncias contenidas en La delgada línea blanca nunca han sido desmentidas. No obstante en 2006, algunos actores mencionados en la vasta red de Baramdyka debieron salir a dar explicaciones, una vez que las acusaciones emanaron, sorpresivamente, de un conocido colaborador del régimen militar: el ex jefe de la DINA, Manuel “Mamo” Contreras.

En un informe entregado al ministro Claudio Pavez, encargado de investigar la muerte del coronel Gerardo Huber, Contreras aseguró que gran parte de la fortuna amasada por Pinochet provino del tráfico de drogas. En los ilícitos implicó al hijo del general, Marco Antonio Pinochet, y al empresario de origen sirio, Edgardo Bathich.

En el documento que fue filtrado a la prensa, el torturador de Punta Peuco explicó que el fallecido coronel de la DINA, Gerardo Huber, había tenido conocimiento de los narco-negocios de la familia Pinochet y deseaba dar a conocer esta situación a la opinión pública antes de ser asesinado.

Cabe agregar que el mismo coronel de la DINA habría tratado de contactar al periodista británico Jonathan Moyle para proporcionarle información sobre las operaciones de tráfico de armas a Croacia y otros países, coordinadas por FAMAE, poco antes de que éste fuera encontrado muerto en la habitación 1406 del Hotel Carrera mientras se desarrollaba la FIDAE, en marzo de 1990.

EL MOVIMIENTO DE COCAÍNA NUNCA SE DETUVO

Claramente, queda un manto de duda respecto a la complicidad de la CIA y la empresa de Oliver North en algunas de las operaciones de tráfico de armas y drogas que acaecieron bajo la dictadura de Augusto Pinochet.

En agosto de 1991, el columnista del Washington Post, Jack Anderson, vinculó la muerte de Jonathan Moyle con la de Danny Casolaro, un reportero independiente de 44 años que investigó el Irán-Contras, las cuentas del BCCI y la piratería de un software de espionaje llamado PROMIS. Según Anderson, Moyle investigaba una arista del caso indagado por Casolaro, relativa a la venta de armas y el PROMIS a Irak por parte del empresario chileno Carlos Cardoen, quien trabajó como intermediario comercial de la CIA a inicios de los ochenta.

Otra conexión entre Oliver North y las operaciones ilícitas del régimen militar, dice relación con que uno de los aviones usados en el tráfico de armas de Pinochet – empleados además para el tráfico de drogas, según Baramdyka – fue usado por North en uno de sus viajes a Teherán, justamente para estrechar relaciones con los ayatolás iraníes en el marco de la liberación de rehenes. El susodicho Boeing 707 de la Quinn Freight Limited partió de Santiago el 27 de junio de 1986, cargado con “bombas avispa” para Irán.

Los antecedentes ya mencionados comprobarían que Chile recibió apoyo de la CIA para sus operaciones de tráfico de armas y drogas hacia el exterior.

En 2000, diez años después de la llegada de la democracia, el diario británico The Guardian publicó lo siguiente: “El Ejército y la policía secreta chilenos han pasado más de dos décadas, en secreto, inundando Europa y EEUU con enormes envíos de cocaína. El tráfico comenzó durante la dictadura de 17 años del general Augusto Pinochet y continúa hasta el día de hoy, según ha establecido una investigación de un año de The Observer”.

La complicidad de la PDI, Carabineros, las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior en el tráfico denunciado por el ex inspector Fernando Ulloa, sumado al silencio generalizado de los medios de comunicación, bien podría tener su explicación en que el tráfico anteriormente descrito nunca terminó.

Matías Rojas

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