En memoria de José Carrasco Tapia: Cuando, por la justicia y la libertad, existieron hombres dispuestos a dar la vida porque fue necesario

  Pretender un ejercicio periodístico objetivo es difícil, por no decir que es imposible

En memoria de José Carrasco Tapia: Cuando, por la justicia y la libertad, existieron hombres dispuestos a dar la vida porque fue necesario

Autor: Ángela Barraza

 

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Pretender un ejercicio periodístico objetivo es difícil, por no decir que es imposible.

Uno debe ser responsable al recoger y evaluar datos veraces y con ellos, hacer lo mejor por entregarlos al lector para construir opinión en la esperanza de ayudar a formar una sociedad que se parezca, lo más posible, a lo que hemos aprendido como “buena”. Y en tiempos de dictadura, ese ejercicio se vuelve urgente e imprescindible.

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No todos los colegas se dieron a la tarea de hacer aquello. Ya sabemos de casos como los de Julio López Blanco o de Claudio Sánchez, quienes fueron encubridores de los horrores de la Dictadura. También se ha extendido un manto de dudas sobre las funciones de Pablo Honorato quien, ha aparecido en los informes liberados de la CIA y está el caso emblemático de Carlos Araya, quien protagonizó el encubrimiento del asesinato de 6 personas (por la DINA) el 19 noviembre de 1975 en el caso llamado “Rinconada de Maipú”. Esas personas habían sido torturadas y asesinadas en Villa Grimaldi, estando completamente indefensas; sin embargo, algunos periodistas de la época -como Blanco y Araya- se dieron a a la tarea de informar sobre un enfrentamiento que nunca existió y eso lo hicieron para ocultar la atrocidad del proceder de los agentes represores del Estado y sus crímenes.

Sin embargo, otros colegas hicieron frente a al aparato represivo desde una de las trincheras más complicadas, por lo visibles y expuestos que estaban.

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Ese fue el caso de José Carrasco Tapia, quien luchó en contra de la censura impuesta por la dictadura de Pinochet, desde el periodismo -siendo editor de la revista Análisis– y desde la política -como dirigente del MIR– siendo uno de los que abogaba por la salida de la lucha armada, para que este movimiento entrara con fuerza política a la construcción de partido, junto a Jécar Nehgme.

Pepone (como lo llamaron sus compañeros y amigos más cercanos) vivió el proceso de dictadura con valentía, consecuencia y fortaleza, como pocos.

El 6 de diciembre de 1974 fue detenido por los agentes represores y estuvo en distintos centros de detención y tortura, entre ellos Cuatro Álamos y Puchuncaví. Estuvo preso 1 año y 3 meses, hasta marzo de 1976. Al salir en libertad, partió al exilio junto a su esposa, Olivia Mora, quien también se dedicaba al periodismo. Estuvo en México pero regresó en 1984.

Sin embargo su estadía en Chile fue corta. Un 8 de septiembre de 1986, el comando “11 de septiembre”, Ingresó violentamente, a las 5 de la mañana en su hogar. Rompieron la puerta  con hachazos para llevarse a Carrasco. Apenas y alcanzó a vestirse y cuando intentó ponerse los zapatos, uno de los captores le garantizó que: “no los iba a necesitar”. Esa terrible y traumática experiencia fue la última que compartió con su familia quienes, impotentes vieron cómo se lo llevaron.

Pocas horas antes de la captura de Carrasco, Augusto Pinochet había sido emboscado camino a su casa del Melocotón por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, en la llamada “Operación Siglo XX” y José Carrasco  fue parte de las cuatro víctimas que la dictadura eligió como represalia.

Quienes compartieron la terrible suerte de Carrasco Tapia fueron:

Felipe Rivera Gajardo, electricista, militante del PC, en Pudahuel, lo sacaron de su casa agentes de la CNI que llevaban sus caras tapadas con pasamontañas y lo subieron a un taxi que partió con rumbo desconocido.

Gastón Vidaurrazaga Manríquez, profesor, militante del MIR, en San Bernardo, fue sacado de su casa en similares condiciones.

Horas después fueron encontrados los cadáveres de los tres secuestrados, acribillados a balazos.

Lamentablemente la represalia no había terminado. Al día siguiente, 9 de septiembre a las 03:00 de la madrugada, llegaron a la parcela de Abraham Muskatblit Eidelstein, publicista, militante del PC, del sector Casas Viejas. 12 individuos armados lo secuestraron. Su cuerpo apareció acribillado horas después en un canal de regadío contiguo al camino que conduce a Lonquén.

Esa misma noche civiles armados intentaron secuestrar también al abogado Luis Toro de la Vicaría de la Solidaridad.

A Carrasco lo dejaron cerca del Parque del Recuerdo, con 14 impactos de bala. Doce de ellos en su cráneo.

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Un día antes de ser asesinado, José Carrasco fue entrevistado por el periodista Nicolás Lucar, de Pensa Latina. En esa oportunidad demostró que no se sentía atemorizado ni amedrentado por las amenazas de muerte que recibió un mes antes, por medio de un panfleto que mostraba una supuesta pugna interna en el MIR.

La frase que más representa el espíritu de Carrasco Tapia la dijo en esa entrevista: “Amamos la paz y amamos la vida, pero más que nada amamos la justicia y amamos la libertad. Y por la justicia y la libertad estamos dispuestos a dar la vida si es necesario”.

Su asesinato fue una clara señal para el MIR, pero también lo fue para los medios que no pertenecían al duopolio de la prensa escrita, y que tuvieron la valentía de informar lo que nadie más se atrevía a decir.

Es, desde ese mismo ejercicio, que celebramos la vida de José Carrasco Tapia y el lugar desde el cual, como periódico, queremos conmemorar su muerte.

Cuando una calle breve y un mural no nos parecen suficientes para recordar su inmensa labor, que junto a otros contribuyó a terminar con los años de oscuridad, ocupamos este espacio para recordarlo.


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