La violencia contra las mujeres en dictadura fue de una brutalidad que es muy difícil de verbalizar. Hubieron varios casos de niñas y también mujeres de la tercera edad que son escandalosos. Muchas de ellas ni siquiera tenían militancia política al momento de sus detenciones. Su único pecado era ser «familiares de». Tías, sobrinas, madres e hijas, fueron apresadas y torturadas, violadas, algunas ejecutadas y desaparecidas.
En la TV dan cifras al boleo que son difíciles de comprender de buenas a primeras. Números, que dan una vaga impresión de lo que pudo ser, sin tomar en cuenta, por ejemplo, la cantidad de chilenos que éramos en aquellos tiempos. Esas cifras quedan generalmente en el aire.
Poco se sabe también de aquellas mujeres que tomaron prisioneras en estado de embarazo. Qué pasó con sus hijos.
Menos se sabe de aquellas que quedaron embarazadas durante la tortura, ya que lamentablemente, muchas sufrieron agresiones sexuales que terminaron en preñez.
Pues bien. Es difícil ahondar en los casos. Encontrar a las víctimas.
Más difícil es abordar esos temas y revivirlos. Sin embargo, a falta de testimonios, de cifras reales y, tomando en cuenta los años de secreto que tienen vigencia todavía los informes que se hicieron en relación a los DDHH, me atreví a rescatar algunas cifras y datos que siempre es bueno tener en cuenta para comprender la importancia y la urgencia de que se sepa toda la verdad de lo ocurrido en Chile.
Todavía hay muchas víctimas que esperan justicia.
Antes de entregar los datos, quisiera hacer un alcance, ya que me he dado a la labor de abordar los temas de Derechos Humanos, sobre todo aquellos que tienen que ver con nuestra memoria histórica y es que, cada vez que las víctimas claman por justicia, se dice que están «haciendo una incitación al odio».
En ningún caso se trata de eso. Se trata de que el Estado ha mantenido una invitación al olvido de crímenes que siguen impunes y cuyas víctimas siguen golpeando puertas para que exista justicia. Muchas de esas víctimas tienen entre 60 y 70 años a la fecha. Y han llevado consigo una vida de lucha. Otras tantas se murieron en el camino. Sin embargo, deben quedar app unas mil mujeres que todavía pueden ver, si hacemos las cosas bien, que en este país se puede hacer justicia y este esfuerzo es para intencionar un poco más que aquello suceda.
Si olvidamos, nos vamos todos a la chucha y es factible que esto vuelva a suceder. Nuestra vida democrática es frágil y nuestra historia lo sabe. Pero mientras más sabemos, es posible que se fortalezca. No cerremos los ojos.
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