Es hacerte un paria, un sin tierra. Es el desarraigo: Aún tenemos chilenos desterrados

Hasta hoy, injustamente, existen compañeros impedidos de volver y vivir en nuestro país, porque cometieron la osadía y el “delito” de luchar contra la sanguinaria dictadura de Pinochet y por los derechos de nuestro pueblo

Es hacerte un paria, un sin tierra. Es el desarraigo:  Aún tenemos chilenos desterrados

Autor: Cesarius

Hasta hoy, injustamente, existen compañeros impedidos de volver y vivir en nuestro país, porque cometieron la osadía y el “delito” de luchar contra la sanguinaria dictadura de Pinochet y por los derechos de nuestro pueblo.

La palabra destierro y su función tiene una larga trayectoria en la historia de la humanidad. La encontramos en la biblia y en la mitología greco-romana ya con el sentido de castigo instrumental al poder, que aplicada a través del tiempo, no perdió su connotación de práctica política e ideológica para deshacerse de los adversarios; manteniendo su valor de ser una pena inmediatamente inferior a la pena de muerte.

Se percibe que no se trata de una pena menor y la fuerza de su aplicación reside -fundamentalmente- en el castigo psicológico que habrá de sufrir el apenado, por causa de su ausencia terrenal; del no poder estar presente, del no poder actuar, participar, quitándole el sentido de pertenencia. Esa es la pena.

Destierro ya lo dice: Es sacarte de tu tierra, del lugar donde te construiste, donde criaste tus lazos afectivos, es arrancarte el paisaje, es alejarte de tu lengua, de tu imaginario, de tu cultura, de tu lucha diaria, de tus sueños, de tu vida; destierro es hacerte un paria, un sin tierra; destierro es el desarraigo.

Es una pena inhumana, condenada por la Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU) en su carta fundamental, hasta hoy practicada en varios países del mundo y, aunque no lo creas, entre éstos se cuenta Chile con el nombre de “extrañamiento”.

DÉJAME CONTARTE UNA HISTORIA CORTA

Hay un país llamado Chile, donde después de muchas décadas, su pueblo conquistó, a través de los sufragios, la presidencia de la república, encabezado por el candidato de la Unidad Popular, el doctor Salvador Allende Gossens. De este modo, el pueblo chileno ganó un gobierno que lo representaba en sus demandas básicas de tierra, salud, educación, trabajo; con esto refloreció la poesía, el canto, la cultura y la alegría. Era un pueblo en crecimiento, consciente de su futuro y que se mostraba dispuesto a trabajar en la construcción de sus sueños, es decir, una sociedad justa, democrática, donde el trato digno y la igualdad constituían las bases del nuevo Gobierno.

Había un pequeño grupo que siempre había ostentado el poder, dada su condición económica privilegiada y que eran dueños de industrias, bienes de producción, etcétera, que se sentía y era dueño de este país. A ellos no les gustó el cambio que se estaba forjando en Chile. El enriquecimiento ilícito que habían logrado usurpando tierras, explotando a destajo a los trabajadores y la entrega de los recursos naturales a manos extranjeras, estaban en peligro.

El pequeño grupo, jumto con su gran aliado, Estados Unidos, concluyeron que la verdadera amenaza era este pueblo participando de una “revolución socialista y democrática, con sabor a vino tinto y empanadas”. Los poderosos decían: Nunca más podremos sacarlo, porque son mayoría y se hará insumiso. Perderemos la tuición que teníamos sobre Chile, el poder, no podremos más enriquecer; además, es un mal ejemplo para el mundo, porque llevará este ejemplo a otros pueblos y serán imitados. Esto, será nuestra ruina y, por lo tanto, ¡Tiene que ser eliminado de raíz!

UN PLAN POR ETAPAS

Primero el caos, después la sangre. Fue el plan que decidieron los poderosos, lacónicamente.

Comenzaron asesinando al General en Jefe del Ejército, René Schneider para evitar que asumiera la presidencia el doctor Salvador Allende Gossens, no obtuvieron el resultado esperado, por lo que iniciaron otro plan de acción. Desataron una ola de desabastecimiento, armaron focos de violencia, inmovilizaron el transporte de cargas, armaron boicots de todo tipo, intentaron a través de la vía jurídica y legislativa debilitar el poder popular y tampoco lo consiguieron. El pueblo de Chile, no cejó, siguió creciendo y creyendo en su futuro.

Para la segunda parte del plan, reunieron a un grupo de generales traidores, cobardes y serviles, les ordenaron ejecutar el trabajo sucio, para así, restituir el poder a sus “antiguos dueños”. Sería fácil, el pueblo estaba desarmado.

El 11 de septiembre de 1973 comenzaron a cubrir de sangre por más de 17 años el sueño de un pueblo. Esta primavera nunca más debería florecer.

La orden fue eliminar a todos los que estuvieran muy cercanos al trabajo del gobierno de la Unidad Popular y luego a los que se oponían a un nuevo sistema social, político y económico y, en jaurías -cual hienas sedientas-, violaron y asesinaron cobardemente a su propio pueblo, porque se atrevió a soñar con un futuro donde la educación, la salud, la tierra, el salario digno y las riquezas naturales, como el cobre, fueran patrimonio y derechos de todos los chilenos y no de unos pocos.

El resultado de este exterminio se cuenta en miles de Detenidos Desaparecidos, Ejecutados Políticos; Presos Políticos; Torturados; Exiliados; y familias completas desarmadas emocionalmente. Fueron días oscuros y tristes, de mucho dolor e impotencia. Sin embargo, hubo un puñado de hombres y mujeres valientes que resistieron a la dictadura desde el primer día.

Pese a la barbarie, los partidos de izquierda se fueron rearticulando y se sumaron decenas de miles de chilenos a la lucha antidictatorial, validando y utilizando todos los medios de lucha para conseguir la libertad de nuestra patria.

Dentro de las formas de lucha adoptadas por el pueblo, estuvo la decisión de tomar la vía armada, mediante la cual un numeroso grupo de los mejores hijos del pueblo colocaron a disposición -de forma generosa y por la libertad- lo más valioso que tenían: Sus vidas.

Muchos hijos del pueblo cayeron en combate y hoy son reconocidos y nunca olvidados. Otros combatientes cayeron prisioneros y fueron sometidos sistemáticamente a los peores vejámenes y cruentas torturas, quedando posteriormente relegados a largos años de prisión que se extendieron, incluso ya advenida la democracia.

El timorato primer gobierno de la Concertación, con Patricio Aylwin como presidente, negoció con el ex dictador Pinochet a espaldas del pueblo, la suerte de estos luchadores sin tomar en cuenta los años de cárcel que ya tenían a su haber y menos considerando todo lo que habían vivido por contribuir a desestabilizar la dictadura.

Hasta hoy, todos los gobiernos de la Concertación han desconocido el trabajo de estos combatientes, quiénes son los primeros artífices de la conquista de la democracia y que, otros compañeros de lucha olvidaron los compromisos más básicos de hermandad y solidaridad para obtener algún cargo político dentro de los distintos estamentos del Estado.

De este modo, y dando vuelta la espalda a los luchadores consecuentes, el gobierno de Patricio Aylwin, conmutó las penas de cárcel que les afectaban, por sendas penas de extrañamiento en distintos países del mundo. Es decir, al destierro.

Hasta hoy, injustamente, existen compatriotas impedidos de volver y vivir en nuestro país, porque cometieron la osadía y el “delito” de enfrentarse contra la sanguinaria dictadura de Pinochet y por los derechos de su pueblo.

Como chilenos, como pueblo, con dignidad y memoria, exigimos la derogación inmediata de esta pena por parte del gobierno de Chile, restaurando el derecho a estos compañeros a vivir y a morir en esta tierra que les pertenece, que aman y por la cual tanto han luchado.

Por Pedro Sierrra

COMITÉ ¡FIN AL DESTIERRO AHORA!

Octubre, 2011.

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