España planeó una «solución final» para Euskadi al estilo de Videla

Mandos de la Guardia Civil, miembros del Ejército y altos funcionarios del Gobierno de Suárez eran partidarios de los métodos represivos que aplicaban las dictaduras de Argentina y Chile.

España planeó una «solución final» para Euskadi al estilo de Videla

Autor: Mauricio Videla
fuente: publico.es

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El Jockey era uno de los restaurantes más distinguidos de Madrid. El 30 de junio de 1978, la Embajada argentina recurrió a sus servicios para homenajear por todo lo alto a un reconocido militar español: el teniente general Tomás de Liniers, jefe del Estado Mayor del ejército.La cena, que costó 178.800 pesetas, acabó con un brindis por la Argentina de los vuelos de la muerte y la España del rey Juan Carlos I. Un par de semanas después, De Liniers se plantó en Buenos Aires para entregar al dictador Jorge Rafael Videla la Gran Cruz del Mérito Militar. En realidad, su «mérito» no había sido otro que comandar una carnicería humana que para entonces -verano en España e invierno en Argentina- ya registraba miles de muertos y desaparecidos.

En un frío 14 de julio, Liniers se acomodó el uniforme, miró a sus camaradas sudamericanos y trató de explicar su ferviente devoción hacia aquella dictadura. A su entender, Videla y sus hombres llevaban adelante una «lucha contra el extremismo» que gozaba de «legitimidad y justicia». Dicho esto, llegó el turno de las comparaciones. «Argentina y España sufren ataques, los ataques aviesos del materialismo ateo por unos medios y unos procedimientos que nada nos van a nosotros, a los pueblos de nuestra raza, que estamos acostumbrados a luchar siempre cara a cara, hombre a hombre y que, incluso a los vencidos, una vez vencidos, somos capaces de darles la mano», sostuvo, e incluso se animó a vaticinar que la historia reconocería la obra de los militares argentinos «por encima de las críticas actuales».

Su peculiar forma de entender el terrorismo de estado era compartida por otros altos militares españoles, quienes veían en Argentina la posible solución a los problemas que se planteaban en la España de la transición. Así lo revelan determinados archivos -algunos de ellos aún catalogados como reservados- a los que ha tenido acceso Público. Entre esos documentos figura un informe elaborado por el cónsul general de Argentina en Bilbao, Ricardo Corbella, sobre la situación política en el País Vasco. En esta nota, fechada el 16 de octubre de 1978, el funcionario daba a conocer los resultados de sus conversaciones con los jefes de la Guardia Civil, del Ejército y de la Policía Armada.

Según había podido relevar el cónsul, las fuerzas de seguridad lamentaban la «ineficacia técnica de la reciente Ley Antiterrorista puesta en práctica por el Gobierno» y advertían sobre la «sensación en las instituciones de las FOP (Fuerzas de Orden Público) de que los partidos políticos dan apoyo indirecto y/o directo» a ETA. Seguido, advertía sobre la «generalización en los mandos naturales de las FOP de que la solución final del actual proceso español y vasco en particular debería encuadrarse en temperamentos similares a los adoptados en Chile y Argentina, a la vez que prospera la idea que la democracia es la causante de todo el proceso de referencia».

Alumnos y maestros

Otros documentos consultados por este periódico confirman que los militares españoles mantuvieron un estrecho contacto con sus homólogos argentinos en los años previos al nacimiento del Batallón Vasco Español, la Triple A o el GAL, algunos de los principales grupos parapoliciales que emplearon la guerra sucia contra ETA. En mayo de 1978, la Escuela de Guerra Naval encargó a uno de los marinos argentinos que operaban en España, Jorge Osvaldo Troitiño, la organización de una especie de taller didáctico sobre Argentina, de manera que pudiese explicar -y convencer- a sus camaradas sobre las bondades del «régimen político» de Videla y su «desarrollo futuro».

Según figura en los archivos secretos, la Embajada argentina se encargó de suministrar a Troitiño todo tipo de materiales didácticos, entre los que se encontraban «algunas de las películas de cortometraje sobre el país elaboradas para su difusión al exterior» y distintos «folletos sobre el Proceso de Reorganización Nacional», nombre habitualmente utilizado por los golpistas para referirse al gobierno militar. De hecho, los responsables de la Escuela de Guerra Naval española ya disponían de los «ejemplares 2 y 3 de la revista Argentina y los folletos números 2 al 5 del Proceso de Reorganización Nacional», tal como destacaban los diplomáticos en una comunicación enviada a Buenos Aires.

La elección de este marino no fue casual: Troitiño estaba plenamente identificado con los crímenes que cometían sus compañeros de armas en territorio argentino. En agosto de 2004 -26 años después de su intervención en un aula de la Escuela de Guerra Naval española-, este veterano miembro de la Armada envió un correo electrónico a Prensa Independiente, un grupo de apoyo a los genocidas argentinos. En su e-mail, el teniente de fragata volvía a reivindicar la «guerra revolucionaria» -otro de los eufemismos empleados por los represores para referirse al terrorismo de estado-, admitía su participación en esos terribles actos y lanzaba alguna que otra velada amenaza contra todos aquellos que se atreviesen a juzgarlo.

Su exposición en la Escuela de Guerra Naval de Madrid apenas era un adelanto de lo que estaba por venir. Entre 1979 y 1983, el Ejército español envió a varios agentes a realizar cursos en la Escuela de Inteligencia de Buenos Aires, dirigida por los represores más sanguinarios de la dictadura. Entre los alumnos españoles figura Joaquín Rodríguez Solano, un coronel de la Guardia Civil que se vio involucrado en la trama de la operación Galaxia, el fallido intento de golpe de estado que planificaron los sectores más ultras del ejército en noviembre de 1978. Tres años después de ese experimento, Rodríguez Solano viajó a Argentina para aprender las tácticas de Inteligencia del régimen de Videla.

Según consta en los archivos, las relaciones entre civiles y uniformados de uno y otro lado del Atlántico no acabarían ahí. Durante los peores años de la dictadura, los generales Jaime Milans del Bosch, Miguel Luengo Tejero y Ramón Cuadra Medina fueron algunos de los invitados a las comidas organizadas por los diplomáticos argentinos en distintos restaurantes de Madrid. Los funcionarios de la embajada también mantuvieron contactos con el Comisario Principal de Policía de Madrid, Gonzalo Gómez Ruiz, y con el general del ejército de Tierra, José Gabeiras Montero.

«Así nos va»

El modelo represivo argentino también despertaba interés en el entorno del presidente Adolfo Suárez. Así quedó plasmado en un documento secreto redactado por el embajador argentino, Jorge Washington Ferreira, tras reunirse con el ministro de la Presidencia del ejecutivo español, José Pedro Pérez Llorca, considerado como uno de los siete padres de la Constitución. Según este memorándum, el encuentro tuvo lugar el 21 de enero de 1980, duró 45 minutos y giró «sobre la situación argentina y española». «El ministro se mostró interesado por conocer diversos aspectos relacionados con el terrorismo en la Argentina», destacaba Ferreira en su informe.

El embajador de Videla aprovechó el interés de su interlocutor para hacer apología de los crímenes cometidos por la dictadura. «Puntualicé que las FFAA y de Seguridad habían enfrentado una verdadera guerra, la que, felizmente, había concluido con la total derrota del enemigo en el campo militar», subrayó el funcionario. Entonces llegó uno de los momentos más inolvidables de la reunión: en tono didáctico, Ferreira explicó que «había dos métodos para enfrentar el terrorismo: el meramente policial, con represión normal y gradual, y el de guerra total con represión drástica mediante el empleo, incluso, de los medios militares». El embajador remarcó que Argentina había «optado por éste último», a lo que Pérez Llorca apostilló: «Nosotros por el primero, y así nos va».

En otro momento de la charla, el entonces ministro y ahora presidente del Museo del Pradose sinceró sobre la postura del gobierno de UCD ante la situación en Euskadi. «Me dijo que ellos habían hecho la transición en España pero que habían tenido errores, principalmente con el proceso autonómico, toda vez que ahora todas las nacionalidades querían equipararse a la vasca y a la catalana y que ello no era posible. De ahí los esfuerzos del presidente Suárez por desacelerar el curso autonómico en las demás regiones. El problema vasco, agregó, es realmente grave». A lo largo de ese año, los grupos parapoliciales que operaban en Euskadi asesinarían a unas veinte personas.


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