“Nos equivocamos” al considerar que podría ser resuelto rápidamente con una campaña agresiva y que no requería un enfoque gubernamental pleno, aseguró el subsecretario de Estado, William R. Brownfield, en la Conferencia Internacional contra las Drogas, celebrada en Cancún.
“Nos equivocamos” cuando se consideró que el problema del tráfico de drogas “podría ser resuelto rápidamente con una campaña agresiva”, también cuando se pensó que el asunto se podría combatir país por país, igualmente cuando fue visto “como una cuestión que únicamente tenía que ver con el cumplimiento de la ley, con enjuiciamiento, y pensábamos que no requería un enfoque gubernamental pleno”, afirmó William R. Brownfield, subsecretario de Estado adjunto de la Oficina de Asuntos Internacionales de Procuración de Justicia y Narcotráfico de Estados Unidos.
Durante su participación en la XXVIII Conferencia Internacional Contra las Drogas con la ponencia titulada “integración de un frente común contra la delincuencia organizada”, el funcionario con 32 años de trayectoria en el combate a las drogas señaló que legalizar el consumo de enervantes sería una manera “simplista” de arreglar las cosas.
Pues, agregó, cuando un país enfrente altos índices de robos u homicidios, que se legalicen esos delitos y se acabó el problema. “Se acabaría la delincuencia en todo el mundo, simplemente legalizándola”.
Brownfield señaló que “en 1979 evaluamos el problema del uso y el tráfico de drogas como un problema que podría ser resuelto rápidamente con una campaña agresiva y con grandes esfuerzos, han pasado 32 años, miles de millones de dólares y muchas estrategias después y podría decirles que no tuvimos razón, no le atinamos.
“Este problema no está sujeto a una solución rápida. En 1979 estábamos convencidos que podíamos resolver el problema de las drogas país por país, y que aunque quizá no pudiéramos resolver el problema en todo el mundo, de alguna manera lo podríamos resolver en algunos países a título individual, nos equivocamos, y eso lo aprendimos en las décadas de los 70, 80 y 90, conforme las organizaciones de narcotráfico se hicieron más globales, y tendieron sus tentáculos más allá los países y las fronteras de los países individuales.
“En 1979 creíamos que el problema de las drogas podía ser enfrentado como una cuestión que tenía que ver con el cumplimiento de la ley, con enjuiciamiento, y pensábamos que no requería un enfoque gubernamental pleno, nos equivocamos, tiene que ver con cuestiones económicas, políticas, de seguridad, diplomáticas, sociales, de salud, educación y aspectos culturales, y si no integramos todos estos elementos en nuestra solución estamos condenados al fracaso.
“En 1979 evaluamos que el narcotráfico y el uso de estupefacientes era como una cadena que empezaba con el cultivo y concluía con su distribución y venta final, y dijimos que en caso de que fuera una cadena, si quitáramos un eslabón, toda la cadena se rompería, por lo tanto, nos centramos en un tema en particular que fue la incautación y después otro tema que fue la erradicación, y en los años siguientes en los precursores químicos, y cada vez decíamos que si lográbamos resolver este elementos del problema toda la estructura se vendrá a bajo, nos equivocamos».
“Hemos aprendido que debemos manejar todo el problema en su totalidad como un todo, si nosotros quitamos un eslabón de esa cadena, nuestro adversario simplemente encontrará la forma de darle la vuelta y reemplazarlo”, afirmó el subsecretario de Estado adjunto de la Oficina de Asuntos Internacionales de Procuración de Justicia y Narcotráfico de Estados Unidos.
El estadunidense concluyó su ponencia, señalando que “en los últimos 40 años todos hemos aprendido que no hay una solución única para este problema, y quien lo diga o es muy tonto o es muy deshonesto”.
Y recomendó que las naciones consumidoras reduzcan su consumo (asumiéndose como un funcionario del país más consumidor del mundo); que todas las naciones trabajen en el fortalecimiento de las instituciones encargadas de seguridad y procuración de justicia; no permitir que las naciones tengan sitios donde se refugien los delincuentes y los traficantes; acuerdos de extradición y de colaboración jurídica multinacional.
Sin embargo, afirmó: “no garantizo que si acatamos esta hoja de ruta tengamos éxito”, y se conformó con que se reduzca la actividad delictiva, “porque entonces ya habremos logrado algo”.
Por Gustavo Castillo y Hugo Martoccia