En la ciudad Augsburg en el sur de Alemania, voluntarios están levantando el proyecto «Grandhotel Cosmopolis», una casa para refugiados políticos y un espacio de diversidad cultural.
Sayed Adi Bahrami sólo tiene 23 años, pero ya ha experimentado mucho en su vida. A pie, se refugió de Afganistán, donde es un perseguido político. En Alemania, aún no tiene un permiso de residencia, pero Sayed tiene la esperanza de poder quedarse.
En la casa «Grandhotel Cosmopolis» en Augsburg, ahora está preparando una exposición de arte. Además, aprende alemán y como cuenta, ya ha creado contactos. «En este momento, no tengo familia aquí en Alemania», cuenta Sayed en un alemán ya bastante fluido, «pero voy a encontrar una nueva familia, con la gente aquí; no importa cuál cultura, cuál región, cuál color».
Todavía, el Grandhotel se encuentra en estado de contrucción y aún no se abre para refugiados. Por años, la antigua residencia para ancianos quedó vacía, pero ya en los próximos meses, la casa podría abrir sus puertas para apróximadamente 60 refugiados, en pleno centro de la ciudad Augsburg en Bavaria.
Entre los vecinos, aún hay voces preocupadas, sin embargo, Fritz Graßmann, de «Diakonie», una de las principales organizaciones de beneficencia pública en Alemania, que mantendrá al Grandhotel, está convencido del éxito del proyecto.
«Nosotros creemos que el Grandhotel será incluso un enriquecimiento para la ciudad y el barrio. Que en un primer momento la gente tiene miedo es, considerando los problemas en otros lugares parecidos, comprensible», dice Graßmann.
Pero el Grandhotel busca ser distinto. En todos los rincones de la casa trabajan voluntarios afiebradamente en la realización de su sueño.
Max Birkl tiene su atelier en el Grandhotel. El ilustrador independiente usa una de las 15 salas de creatividad y disfruta del intercambio con gente de pensamientos y contextos tan diversos.
«Lo que me encanta de este proyecto es, por un lado, el concepto y por el otro que tanta gente se ha mostrado dispuesta a contribuir de forma voluntaria a este proyecto. Cuando almorzamos, hay 20 personas al rededor de uno y todos creen 100 por cientos en el proyecto», dice el ilustrador.
«Me fascina la colaboración de la gente aquí, de los artistas de Alemania y diferentes países. Aquí, uno se siente como en casa», dice Reghayeh Hassan Abadi del equipo del Grandhotel. Peter Fliege del equipo añade: «Funciona tan bien, que todos se ven beneficiados de trabajar juntos».
Pero muchas veces, el sueño del Grandhotel se ve confrontado con una realidad dura. Mientras que un grupo de jóvenes ensayan para un concierto, dos de los músicos, Farhad Sidigi y Shakib Pouya no saben, si participarán en el concierto, porque podrían se expulsados pronto.
«Como músico, tenía problemas con uno de los funcionarios de cargos altos en Afganistán, un general. Me iba matar», cuenta Farhad en inglés. «Yo quise seguir con mi música en Afganistán. Pero no puede. Y aquí, estoy libre», dice Shakib.
Uve Müllrich, profesor de una Universidad que gestiona el proyecto de los músicos, explica el caso de Farhad y Shakib: «Los dos son relativamente conocidos en Afganistán, salieron en vídeos de sus canciones. Si es que tienen que volver, corren muchos peligros, además, porque se reconoce sus caras».
Aún los relojes en la sala de espera del hotel, que representan a diferentes campos de refugiados en todo el mundo, están parados. Pero todos en el Grandhotel están trabajando para que el sueño de este espacio de diversidad cultural y apoyo se pueda realizar.
Por David von Blohn
Con información de TV Bayern