-¿Dónde vez movimiento popular en Chile?
“Yo valoro el movimiento estudiantil, pero por sí solo no es capaz de darle proyección a un emprendimiento revolucionario. Sin negar a nadie, es el pueblo trabajador, en términos ampliados, el actor fundamental de la transformación social radical. Los pobres de la ciudad y del campo, que son los trabajadores más castigados. Y yo considero que la izquierda anticapitalista y antiimperialista debería concentrar sus esfuerzos ahí. Esa es mi opinión, claro.”
-¿Te reconoces en la lucha independentista del Pueblo vasco, por ejemplo?
“Por supuesto. Y de los pueblos palestino, kurdo, saharaui. Así también, comprendemos las distinciones propias de los pueblos originarios, sus modos específicos, su cosmogonía, nuestra relación humanidad-naturaleza. Y aquí me refiero a una espiritualidad. Ese es el etos (carácter, personalidad, identidad) de nuestra construcción como pueblo. Cuando reivindicamos el weichan (‘que siga nuestra lucha’), hacemos presente el espíritu de los antiguos cuando defendieron su territorio y su libertad.”
“El capitalismo es nefasto para todos los pueblos del mundo”
–Aquí Héctor quiero solicitarte que compartas conmigo una reflexión. Efectivamente, salvo proyectos asociados al nacional-desarrollismo y sus programas que enarboló la izquierda chilena desde más de 70 años, bajo otra fase del capitalismo (imposible de reproducir dada las actuales condiciones y contexto de un planeta finito, en sus límites, que ya no alcanza, mundialmente financiarizado, etc.), el anticapitalismo y antiimperialismo en Chile y mucho más allá, efectivamente está huérfano de proyecto político liberador. Ahora bien, la emancipación de los oprimidos/as también está falto de un etos, de una espiritualidad, de una épica y una ética política, de una identidad. ¿Consideras que sobre este asunto la lucha mapuche puede arrojar luces sobre la desorientación general del anticapitalismo en Chile?
“Ciertamente. Y creo que el aporte principal se encuentra en la autonomía, que nosotros entendemos como una forma de vivir cotidianamente. Es una autonomía que la hacemos aquí y ahora y que nos convierte en su desenvolvimiento, en una fuerza antisistémica. Logrando consciencia, resignificando el ser mapuche, vamos conquistando autonomía. Este es el llamado que hacemos entre los mapuche. Y la autonomía es nuestra independencia política e ideológica respecto de aquellos que nos quieren conducir. Por razones de manipulación histórica se explica nuestra desconfianza con la izquierda tradicional. Desde allí, con la autoridad de nuestra lucha centenaria contra el colonizador, nosotros reafirmamos nuestra independencia política y lentamente orgánica para construir las fuerzas propias. Y eso va atado al proceso de auto-reconocimiento de lo mapuche, al proceso de desalienación y descolonización ideológica entre nuestra misma gente. La comunidad es la salvaguarda para la lucha y la sobrevivencia de los pueblos. Esta concepción comunitaria o comunista, es una condición para la libertad. Y esa concepción, que a su vez, contempla una estética propia, tiene que trascender las fronteras del Wallmapu.
Nosotros no nos victimizamos. Desde la acción concreta sostenemos un discurso confrontacional y en contradicción con los intereses del capital y del Estado del capital.”
–Volviendo a la estrategia de la lucha por la liberación nacional, los combates que bajo esa dirección política, por sí sola, se han ofrecido y triunfado en el mundo no han significado en demasiados casos la emancipación de los oprimidos. La situación de las luchas de liberación nacional en África es un claro ejemplo al respecto. Los pueblos colocaron el pecho y, debido a la amplitud de las alianzas políticas y de representaciones de clase distintas a la exclusivamente oprimida, hoy nos muestra muchos países africanos que tienen hasta reyes. ¿Qué pasa allí?
“Nosotros reivindicamos con mucha fuerza el weichan y jamás la derrota. El tiempo que iluminamos es el de los rewe, el de los centros sagrados y ceremoniales en donde se tomaban las decisiones de la política y de la guerra por excelencia. Se trata del tiempo de la unidad de todo un pueblo y de la concatenación de todas las fuerzas. Pero no ya para mantener las estructuras de linaje o de privilegios. En el rewe existió una relación muy poderosa con la concepción del hermano, del ser con el otro, de la tierra, de la reciprocidad y del equilibrio. Ocurre que hoy sí somos anticapitalistas. En el presente, el capitalismo destructivo se expresa de manera fascista, derechizada, extractivista y donde las forestales tienen carta blanca para hacer y deshacer, junto con las mineras, las hidroeléctricas y el consumo del agua y los territorios para sus explotaciones y no para la vida humana. Para eso el capitalismo depredador quiere y tiene el mar, el aire, el suelo y el subsuelo. Tú me preguntas qué más quieren. Lo que pasa es que todavía quedan muchísimos recursos, que son precisamente los que la mundialización de la opresión capitalista reclama. Ello se nos aparece como el convencimiento de lo nefasto que resulta el capitalismo para todos los pueblos del mundo. Y para el pueblo mapuche en especial. Si nosotros observamos que están matando a nuestros hermanos, a los ríos, las montañas, con mayor razón vamos a defenderlos. Esto atenta contra el propio ser mapuche. Sin cerros, sin agua, sin territorio, no somos nada. De la radicalidad del capital proviene nuestra lucha revolucionaria. Es el camino único para nuestra sobrevivencia como pueblo mapuche en la historia de la humanidad».
Por Andrés Figueroa Cornejo