“Si avanzo, sígueme.
Si avanzo, empújame.
Si me matan, véngame.
Si te traiciono, mátame”
Cita extraída de una de las paredes de la Escuela de Ayotzinapa.
Escondida entre las montañas, olvidada por unos y criminalizada por otros, en la Escuela Rural de Ayotzinapa se pueden ver en sus muros y paredes las frases que alientan a la lucha constante de sus estudiantes. Una lucha que acaba de tomar el protagonismo por la desagradable y pusilánime desaparición de 43 estudiantes en manos de policías municipales, los cuales, representan sólo la punta del iceberg de la inmensa corrupción en el país.
Sin afán de repetir lo ampliamente dicho en medios nacionales e internacionales, en este artículo hablaremos brevemente de la historia detrás de las puertas de la escuela normal rural que lleva por nombre Raúl Isidro Burgos.
Este internado escolar fue inaugurado en 1926, la escuela cumple con los cánones planteados para la educación rural, un ideal que planteó con José Vasconcelos, el cual, es perfectamente representado en el mural de Alfaro Siqueiros “El pueblo a la Universidad y la Universidad al pueblo” presente en el lado sur del edificio de Rectoría de la UNAM.
Estas escuelas se inauguraron con política educativa expresada por el México postrevolucionario. Esta política se basó en la masificación de la educación, y con la instauración de Escuelas Normales Rurales, se podría cumplir con la falta de capital humano que tanto hacía falta para la realización de dicho proyecto. Y con esta ambición como base estructural, las escuelas normales rurales como la de Ayotzinapa, nacieron con el ideal de que la educación es un derecho legítimo, natural y obligatorio para la población.
Su mayor esplendor sucedió durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, donde se inició con la aplicación del modelo socialista en su educación, un elemento que la normal de Ayotzinapa sigue estando presente. Al finalizar el periodo cardenista, la política neoliberal tomada por sus sucesores, se convirtió en el martillo que trataría de eliminar a esta escuela llena de “revoltosos”.
La Normal de Ayotzinapa entró en el mapa mediático a partir de la década de los setenta ya que uno de sus profesores, y anteriormente estudiante de esta misma escuela, tomó el liderazgo del Partido de los Pobres, el cual al radicalizarse se convirtió un grupo guerrillero. Este líder estudiantil llevaba por nombre Lucio Cabañas Barrientos.
Lucio Cabañas fue el personaje, que gracias a la manipulación de la información por parte del gobierno, fue considerado tan peligroso como un capo de la droga, algo que era absurdo dada su falta de recursos, así como la naturaleza de sus ambiciones sociales. La radicalización de su movimiento comenzó después de la matanza de manifestantes en Atoyac Guerrero en el año de 1967; un golpe armado que tenía como objetivo eliminar a Cabañas.
Los roces entre el gobierno y la Normal de Ayotzinapa siempre han sido constantes, ya que cada año, los estudiantes salen a las calles del estado de Guerrero a manifestarse para exigir al gobierno local el cumplimiento de su pliego petitorio, manifestaciones que siempre son respondidas con el uso de la fuerza y no con un diálogo civilizado. Entre otras cosas, su pliego petitorio exige la renovación de sus instalaciones, así como el aumento de la cuota asignada para cubrir los gastos alimenticios de sus estudiantes internados, el cual está fijado en 35 pesos mexicanos (2011), aproximadamente 2.5 dólares al día.
La existencia de la escuela siempre ha estado en peligro, ya que con el discurso de la falta de recursos para su manutención, en varias ocasiones se ha intentado cerrar a la escuela. El último intento fue por parte de los legisladores locales, quienes pidieron a diputados federales que les ayudaran a “desaparecer” a la Normal Rural ya que la consideran una “bomba de tiempo”.
La lucha social ha sido, y seguirá siendo, el pan de cada día de esta institución, una lucha que jamás tendrá razón de desaparecer, mientras que la narcopolítica sea quien gobierna el país.
Fotografías por: Félix Márquez/ Cuartoscuro
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