In memoriam / Marco Antonio Cuadra / chofer del transantiago

Marco Antonio Cuadra murió luego de 25 días en la Posta Central. Se quemó a lo bonzo para protestar contra la empresa RedBus y para visibilizar las demandas. Acá les dejo una crónica para dar cuenta de que siempre y absolutamente siempre lo recordaremos.

In memoriam / Marco Antonio Cuadra / chofer del transantiago

Autor: Arturo Ledezma

In memoriam - Marco Antonio Cuadra-14

Yo no me imagino el valor que hay que tener para dar la vida por una causa. No tengo la sangre para entender lo que significa abrir un bidón de bencina para dejarlo caer sobre uno mismo en la cabeza, el cuello, el pecho y prender un encendedor para que arda mientras la bencina baja hasta las piernas. Hay que tener corazón para llegar hasta las últimas consecuencias y aún así seguir luchando, seguir peleando, seguir pensando que hasta el gesto más duro puede ser parte de la historia a pesar de la prensa burguesa que jamás se interesa por gente pobre que muere o que sufre. Mis respetos, mi tristeza y mi dolor por Marco Antonio Cuadra quien dio su vida para que sepamos que ser parte de un sindicato, en este país, todavía es una cadena perpetua o una sentencia de muerte porque el poder, el empresariado y la clase política, le tienen sangre en el ojo a cualquier grupo de gente que pida justicia. {destacado-1}

¿Qué sería de Eduardo Miño si los Bunkers no hacen una canción con su nombre? Qué sería de toda la gente que se quema para decir en última instancia que no hay solución, que no hay mesa de negociación, que no hay tribuna, para resolver los problemas de la gente que trabaja por un sueldo miserable para llenarle los bolsillos de plata a las mismas corporaciones e instituciones que cierran todas las puertas y acusan sordera ante las leyes laborales. ¿Qué sería de Rodrigo Rojas Denegri si no fuera por los fotógrafos que han mantenido viva su memoria? Él no decidió quemarse, pero ardió de la misma manera en que arden todos los que luchan y es parte de esa historia trágica de Chile que nadie quiere contar. ¿Qué sería de Sebastián Acevedo sin el poema de Gonzalo Rojas? Peor aún: ¿Qué sería de todos nosotros si tuviéramos el valor de llegar hasta la Moneda a decir lo que pensamos y nadie nos escuchara? Qué sería de cada uno de nosotros si nuestra vida sólo tuviera, como único fin el pararse frente al poder con un bidón de bencina. {destacado-2}

El día en que me enteré de que Marco Antonio Cuadra se había quemado me fui a la Posta Central. Hablé con su mamá, que no me pudo decir mucho (se entiende) y luego conversé un rato con su hermano quien, en ese momento, solo esperaba a que Marco se recuperara y no me pudo decir mucho tampoco. Los días siguientes me enteré de la evolución médica por la prensa hasta el día en que finalmente se murió. Entonces sentí pena, rabia, pero también una cierta cuota de alegría, no por el hecho puntual de su muerte, sino por la consecuencia que se reiteraba con su fallecimiento, y porque al final cerraba un ciclo terrible y doloroso para abrir, ojalá, una nueva lucha. Esto lo digo porque Marco Antonio decidió quitarse la vida para ofrecerse como testimonio y lo logró. Quizá si hubiera permanecido vivo las secuelas lo habrían confinado a una vida aún más terrible que la que ya tenía y, digámoslo, a nadie le habría importado. Imagínense las quemaduras, la amputación de una de sus piernas, la imposibilidad de volver a trabajar. Murió, como él quería y de alguna manera nació ese día en nosotros otra huella, otra marca distintiva de la crueldad en la que vivimos. La mañana del 27 de junio la gente supo que tenemos otra víctima de este sistema y de esta clase política que esconde bajo la alfombra todas las luchas y todas las muertes. Por eso es que el otro día salimos a la calle y le rendimos un homenaje infinitamente pequeño, pero efectivo. Para decir que no lo olvidamos y que no pasó inadvertido por el mundo, ya que su muerte no fue una lesión de futbolista sino una pérdida que sembró una pequeña cuota de visibilidad para todas las denuncias que los choferes quieren dar a conocer. No fue en vano. A pesar de que uno se entere que en este país hay que quemarse para que te miren y te tomen en cuenta por cinco minutos.

Paro de las micros / Marcha

El paro de las micros no tuvo ni siquiera una adhesión que permitiera que los matinales dejaran de sonreír en directo desde Plaza Italia con esa complaciente y salamera noticia que solo muestra “normalidad en el desplazamiento”. Me imagino que el miedo a perder la pega es más grande que cualquier lucha posible, y por eso los choferes se acobardaron de tocar las bocinas esa mañana, o de cruzar en mitad de la calle un bus o, mejor aún y tal como esperábamos, a no sacar las micros a la calle. No pudieron sumarse al paro porque son cobardes igual que todo el mundo en este país porque el miedo es más común que la mala suerte. Por otra parte hay que decir que la gente que fue a la marcha también era muy poca. 5 mil personas quizá. Menos, más, da igual. Prefiero pensar que las grandes luchas requieren precisamente de menos tele y menos gente. Lo lindo fue ver que, a pesar del riesgo, hubo algunos choferes que vistieron sus uniformes para salir a marchar y que usaron los extintores para cubrir la calle de blanco y fuimos muchos los que salimos a caminar, a gritar, a protestar y a dejar registro. Eso fue lindo.

El día en que yo me muera ni cagando va a salir gente a la calle. Pensé eso mientras veía las pancartas y a la gente caminando por la Alameda. No sé si Marco Antonio se imaginó que íbamos a marchar, a gritar su nombre, y que junto con él se iban a vocear también los nombres de Rodrigo Cisternas, Sebastían Acevedo, Eduardo Miño, Juan Pablo Jimenez. No sé si Marco Antonio pensó o soñó que su hermano subiría al escenario a leer una carta emotiva y amable, segura, combativa. No sé si Marco Antonio sabrá que, más allá del dolor, su familia debe estar orgullosa por lo que hizo.

No hay marcha que compense la vida de alguien, sin embargo ver tanta gente caminando por la calle con la consigna del nombre de Marco Antonio Presente! es una manera de decir que hasta la lucha más terrible es necesaria y todas, absolutamente todas las batallas, son imprescindibles.

Las últimas palabras de Marco Antonio fueron: “Hasta cuándo, compañeros”

En estos días escuché muchas cosas que no tengo como comprobar y solo por eso no las puedo decir o dar como evidencia. Escuché cosas como que Marco Antonio fue perseguido; que hay listas negras en la locomoción colectiva y que, por eso, no conviene a los choferes pertenecer a los sindicatos porque luego no pueden encontrar trabajo en ninguna línea. Escuché personas que decían que iban a despedir a los choferes que se sumaran al paro. Escuché gente hablando de las pésimas condiciones laborales de los micreros y de esa “fábula” que dice que algunos deben usar pañales para manejar y completar recorridos en los que no tienen acceso a baños. Pero claro (y ahora voy a ser irónico) esas cosas en Chile no pasan. Jamás Bachelet taparía el cagazo del transantiago. Jamás un empresario microbusero amenazaría a la gente de un sindicato y, jamás de los jamases, podríamos pensar que los medios de comunicación prefieren hablar de la lesión lumbar de un futbolista extranjero antes que contar y denunciar los atropellos que ocurren en nuestro propio país. Yo creo que hay que ser muy malpensado para darle veracidad a esos dichos. Por eso es que no puedo asegurar que la injusticia y la maquinación son parte de nuestra sociedad y, menos aún, puedo decir que las empresas tienen prácticas antisindicales y se amparan en la ley para ponerle la pata encima a los trabajadores. No diré eso.

Para finalizar quiero decir que no creo en dios y tampoco en la vida después de la muerte. Sin embargo quiero hablarle a Marco Antonio como si pudiera leerme, y en realidad lo hago para los futuros Marco Antonio que hora estarán leyendo esto y que se seguirán quemando en Chile para cambiar Chile:

“Marco, no creo que haya en el mundo una decisión más valiente que la de dar la vida por otro. Los militares tienen el beneficio de ser declarados héroes y de ganarse el derecho a ser estatua cuando lo hacen. Lamentablemente la gente como tú no tiene derecho a calle (como un futbolista) y tampoco tiene derecho a ser declarado hijo ilustre. No hay estatua para los muertos por el poder. Pero hay una sentencia más importante que todos los diplomas y que todas las ceremonias, y es la memoria de aquellos que siguen luchando para que no se olvide que personas como tú fueron capaces de ser valientes y de dejar de lado el beneficio personal por conseguir un objetivo.

Quedará el video de youtube con los 12 segundos en que apareces quemado y diciendo esas palabras que mostraban más dolor político que físico. Y quedaremos nosotros para sumar tu nombre en las protestas, en las marchas, y en la contienda del día a día.

Gracias por lo que hiciste y gracias por demostrarnos que hay que tener cojones para defender los sindicatos. Te mando un abrazo y te prometo el compromiso de no olvidar que pasaste por el mundo peleando, luchando, llegando hasta el final. Hasta la victoria siempre, como dicen por ahí, y es que no queda otra que seguir peleando. Lo haremos. Que no haya duda, hermano.”

!Hasta cuándo, compañeros!


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