En junio de 2007, Amnistía Internacional publicó un informe titulado Irán: el último verdugo de menores. Aunque hoy podría corregirse el título del escrito, pues en ese mismo año fueron ejecutados dos jóvenes en Arabia Saudí y uno en Yemen, por delitos supuestamente cometidos cuando eran menores de edad, y en 2009 Arabia Saudí suma ya dos muertes.
La verdad es que hace bastante justicia a lo sucedido en Irán: si no añadimos los casos de jóvenes no identificados, desde el 22 abril de 2007, fecha en que se registra la primera ejecución de ese año (la de Mohammad Mousavi), hasta el 11 de octubre de 2009, fecha de la última ejecución conocida (la de Benhoud Shojaee), Irán ha llevado al patíbulo al menos a 20 jóvenes. Dos de ellos, Saeed Kamberzai y Mohammad Hassanzadeh tenían 17 años cuando murieron. La cifra es alarmante, si se tiene en cuenta que, entre 1990 y 2006, las autoridades iraníes ejecutaron a 22. Es decir: en los últimos tres años se han producido en Irán casi tantas ejecuciones como en los diecisiete anteriores.
En el citado informe, Amnistía subraya la importancia de la presión internacional para conseguir indultos. Sin embargo, de los ejemplos que cita sólo uno, el de Nazanin Fatehi, es de 2007. Si echamos un vistazo al archivo “Saved Minor Prisoners” de Stop Child Executions, ocho jóvenes más, aparte de Nazanin Fatehi, han sido indultados desde 2007. En todos los casos, el crimen imputado fue el de asesinato y el indulto procedió del perdón de las familias de las víctimas, a cambio, por lo general, del pago de la diyya. Es probable que, en los próximos días, otros dos jóvenes, Mostafa Naghdi y Amir Khaleghi vean libre, por fin, su cuello de la horca por el mismo recurso.
Nueve, u once, contra veinte no es mala cifra cuando de salvar vidas se trata. Aun cuando, para lograr esto, se haya tenido que acudir al pago de una compensación, agarrándose al único pelo de la ocasión que deja visible el procedimiento penal iraní.
Pero esto no sirve para los casos de lavat, recordemos. De hecho, no hay, “oficialmente”, casos de lavat entre los cargos que han llevado a la muerte a menores. Recordemos, por ejemplo, que tanto Mahmoud Asgari y Ayaz Marhoni, como Makwan Moloudzadeh fueron acusados, “oficialmente”, de violación. Quizá todo esto explique mejor, más allá de la estrategia de esperar a la ejecución inminente para hacer un llamamiento que lave la conciencia de los firmantes, la cautela o los reparos de reconocidas organizaciones pro-derechos. Porque lo único que se puede esperar con las leyes de Irán en la mano, es que Nemat Safavi, Mehdi Pouran, Moshen G. y los otros jóvenes de los que hemos venido hablando estos días, a todos los cuales se les acusa, hasta ahora, de homosexualidad, puedan demostrar que se les ha acusado en falso, o que sientan en su interior la inspiración de Alá, confiesen su “crimen” y se arrepientan en público y, entonces, el juez, conmovido, pida el indulto al líder supremo.
¿Lo único? Puede que un cambio de estrategia en el que no entren como principales acicates la espera o el silencio hasta el día en que se levante la horca ayude a detener esta carrera de muerte. Un clamor, ya, ahora… ¡Ahora! Que Occidente acoja a aquellos que, por su orientación sexual, no son queridos en su tierra. ¡Ahora!
Fuentes:
* Amnistía Intermacional: Irán: el último verdugo de menores. Executions of juveniles since 1990.
* Iran Human Rights: «Children«; «Executions«.
* Stop Child Executions: «The Row – Saved minor prisoners«; «The Row – Minors executed«.
Nemat Safavi