Martín Mestre ha dedicado casi 30 años a buscar a Jaime Saade, el violador y asesino de su hija Nancy, cuando esta tenía 18 años. Investigó, contrató detectives y creó perfiles falsos en internet. Lo encontró en 2020 en la ciudad brasileña de Belo Horizonte, pero la Corte Suprema negó su extradición a Colombia para hacer justicia.
Mestre, de 80 años, no cejó en su empeño de hacer justicia. Escribió una carta abierta al Supremo explicando quién era Saade y apeló con la ayuda de un despacho de abogados de EE.UU. La semana pasada, el alto tribunal de Brasil volvió a analizar el caso y los jueces aprobaron por mayoría su extradición. Se hizo justicia.
«En un momento, yo dudé de que lo íbamos a lograr y le pedí a dios que me diera tenacidad y tiempo para seguir en esta lucha de manera que el crimen de mi hija no quedara impune», declaró Mestre a El Heraldo tras conocerse el fallo.
El crimen
El 1 de enero de 1994, tras brindar por el nuevo año con sus padres y su hermano en su casa de Barranquilla, Nancy –que quería ser diplomática y acaba de aprobar el examen de inglés que necesitaba para poder irse a estudiar a EE.UU.– salió con su novio, con el que mantenía una relación desde hacía poco tiempo. Saade aparentaba la misma edad que Nancy, pero luego se descubrió que tenía 13 años más, reseña RT.
«Me la cuida», le dijo el padre de Nancy aquella noche a Saade. «Vuelve a las tres», le dijo a ella. Según relató Mestre en un reportaje al programa Los Informantes de Caracol TV, a las seis de la mañana se despertó y vio que su hija no estaba en casa y «ahí comenzó el vía crucis».
La buscó por las discotecas de Barranquilla y terminó en la casa de familia de Saade, donde encontró a la madre del joven fregando sangre del suelo. Le dijo que Nancy había tenido un accidente y que estaba en el hospital.
Encontró a Nancy en la Clínica del Cariba, ya en coma por una bala que había atravesado la cabeza. Tenía lesiones en todo el cuerpo e indicios de violencia sexual.
Murió ocho días después, cuando Saade ya había desaparecido. La Fiscalía concluyó que no se trataba de un suicidio, como en un principio insinuó la familia del asesino.
Búsqueda incesante para hacer justicia
En 1996, la Justicia condenó en ausencia a Saade a 27 años de cárcel por el asesinato y violación de Nancy. Mestre, arquitecto de profesión y que también fue oficial de la Armada Nacional, decidió entonces dedicar su vida a encontrarlo.
Hizo cursos de inteligencia y acción integral, operaciones psicológicas, y trabajó codo a codo con la Policía. Descubrió que un hermano de Saade vivía en Brasil y que el asesino de su hija estaba allí y había asumido una nueva identidad. Se hacía llamar Henrique dos Santos Abdala, estaba casado, tenía dos hijos y trabajaba como médico. Se calcula que ahora tiene 62 años.
Con ayuda de la Policía y la Interpol, se crearon cuatro perfiles falsos en las redes sociales y consiguieron llegar hasta él. Los agentes siguieron a Saade hasta una cafetería en Belo Horizonte y recogieron un vaso en el que había bebido para comprobar las huellas dactilares con las del asesino. Y coincidieron. Fue detenido el 28 de enero de 2020.
Sin embargo, llegó el revés de la Corte brasileña que se negó a extraditarlo por un empate de votos. Dos jueces argumentaron que el crimen ya había prescrito en Brasil, y un quinto magistrado se encontraba de licencia.
Pero en el nuevo juicio, su destino cambió. «Un feminicidio nunca debe prescribir», alegó uno de los jueces al aceptar la extradición.
«Es el placer del deber cumplido como padre«, explicó la semana pasada Mestre. Lo que ahora desea es que Saade cumpla cuanto antes su condena en una cárcel de máxima seguridad en Colombia. «Hasta que no venga el tipo, siempre habrá esa sensación de que se va a volver a fugar. Y si se fuga, le seguiremos rastreando», dice.
Se espera que Saade llegue a Colombia en las próximas semanas y finalmente se haga justicia.
Y a la pregunta de qué le diría a Saade si le tuviese frente a él, Mestre no duda en responde que le preguntaría quién estuvo con él aquella noche. «Porque está demostrado que él no estaba solo, había otras personas», insiste.
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