En el marco del Día Mundial de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, conmemorado cada 30 de agosto; colectivos de Puebla y Veracruz llevaron a cabo una serie de actividades y manifestaciones para que las autoridades correspondientes atiendan la agravante situación de desaparecidos en ambas entidades federativas y el país en general.
El gobierno de Puebla, en particular, se ha mostrado apático a la situación de los familiares de personas desaparecidas. Esta marcha se realiza seis días después de que la Ley de Búsqueda de Personas del Estado fuera aprobada, una iniciativa que el colectivo La Voz de los Desaparecidos llevaba más de un año trabajando y que al final pasó con cambios que fueron cuestionados por especialistas en la materia.
Dicha iniciativa fue entregada al Congreso estatal hace poco más de un año, en julio de 2020. El Congreso, sin razones justificables, la mandó a la congeladora y para el 24 de agosto aprueba una ley que contempla vagamente lo contenido en dicha iniciativa.
Esta marcha no es un reproche injustificado; se trata de un grito desesperado por exponer un Estado sin corazón, incapaz de reconocer sus fallas y apatía.
Recorrido de desaparecidos
Al llegar a la Fiscalía General del Estado veo que la gente comienza a agruparse entre bicicletas, pancartas, lonas y camisetas que portan los nombres de sus seres queridos. Si bien la cantidad de gente es impactante, la ausencia de sus desaparecidos es más pesada.
Para las autoridades gubernamentales esta marcha es parte de sus rutinas semanales, se están acostumbrando a los reclamos. Incluso aplican su ya conocido ritual de cerrar todas las puertas principales y vigilar desde el interior. El exterior, con la presencia de la gente a quien le fallan, los aterra e incomoda. No saben lidiar con esa incomodidad.
Pero mientras ellos lidian con sus demonios incómodos, los familiares de desaparecidos luchan contra la inacción de las instituciones, contra la exposición mediática y las revictimizaciones constantes, contra la desesperación de no saber qué más hacer. El dolor profundo que implica buscar a alguien que nunca debió faltar.
En medio de los reclamos, familiares realizan un performance doloroso
La manifestación arranca con un performance frente a las puertas de la Fiscalía; se representan diferentes escenarios en que una persona puede desaparecer, se ve a un hombre que desesperado acude a los órganos de justicia, pero tiene el mismo destino que la persona que busca.
Es un performance difícil de ver: refleja una realidad latente de nuestro país, de un México donde faltan más de 90 mil personas y donde la cifra no hace más que subir.
La marcha hace un recorrido hacia la Fiscalía Especializada de Combate contra la Corrupción y la Comisión de Búsqueda del Estado de Puebla. En ambos lugares hacemos una pausa, es un ejercicio catártico: las familias abuchean a las autoridades, los llaman «incompetentes», «corruptos».
Insultan a los funcionarios porque mientras ellos simulan procesos de búsqueda y tachan pendientes de sus listas; los familiares buscan en fosas comunes, van de aquí para allá en un remolino burocrático, se dan de topes con actos de corrupción e injusticia, y hacen hasta lo imposible por saber, aunque sea el detalle más mínimo del paradero de sus seres queridos.
No los juzgo cuando los llaman pendejos, cuando les refrescan hasta la conciencia, ¿quién soy yo para juzgarlos? Una parte de mí quiere unirse a sus reclamos, porque yo he visto la falta de importancia que el Estado ha demostrado ante su situación, porque nadie tiene que contarme cómo los mantienen en la incertidumbre.
Narrativas y memorias: una expresión de sensibilización necesaria
El recorrido de la marcha nos lleva hasta Paseo Bravo. Llegamos a la inauguración de la exposición rodante “Narrativas y memorias”. Una activación cultural-artística que busca ser un filtro para que las familias de desaparecidos puedan liberarse, aunque sea un poquito, de toda la carga dolorosa que arrastran; para que la sociedad los mire y de verdad entienda por lo que pasan; para que la situación se pronuncie en voz alta como un problema mayúsculo.
Itzel, de Técnicas Rudas, dio un breve y muy conmovedor discurso, se le corta la voz porque sabe lo que esta lucha representa, porque le duele en el alma saber que existe un día que conmemora esta dolorosa situación. Esta expo, como bien lo expresó, no busca ser un mensaje desde el terror y la oscuridad, sino desde el amor y la comprensión.
Mare Advertencia Lirika, una rapera oaxaqueña feminista, canta sobre el tema de los desaparecidos y yo no puedo evitarlo: lloro. Lloro porque sus letras son fuertes, duras, sabe de lo que habla y eso duele y arde. Me acerco a ella cuando todo termina y le compro un disco, quiero decirle que siempre que escucho sus letras lloro, pero me contengo.
Luego de ella pasa Arturo Carcará a seguir con la tarde musical. Su ritmo es un tanto más melodioso, aunque igual que Mare, sus letras reflejan el mismo dolor.
Todas las personas involucradas en Narrativas y memorias han hecho lo que las autoridades no: escuchar y empatizar con la situación que viven estas familias. Además de crear un espacio para que sus historias se den a conocer, para dotarles de una identidad.
Porque como bien lo dicen, al nombrar lo abstracto se le pone un rostro a la ausencia. De esto justamente va este día y esta exposición: de vislumbrar la falta que hacen, así como la lucha que viven las personas que los buscan.
Fotos: Humberto Aguirre // Videos: Ameyalli García
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