Los dos contratistas no sabían nada sobre técnicas de interrogatorio, Al Qaeda o lucha contra el terrorismo y carecían de «cualquier tipo de experiencia cultural o lingüística relevante», insisten los autores del informe, citado por ‘New York Post’.
La ausencia de conocimientos no impidió a los dos psicólogos tener un papel central en los interrogatorios de la CIA, ya que no solo idearon las técnicas de tortura, sino que también colaboraron en su aplicación. Entre otros tormentos, sometieron al infame ‘waterboarding’ o ‘submarino’ a los detenidos más significativos. También llevaron a cabo evaluaciones oficiales sobre el estado psicológico de las víctimas para determinar si las técnicas mejoradas debían continuar.
El informe menciona solo los pseudónimos de los psicólogos, Grayson Swigert y Hammond Dunbar, y añade que lograron recibir 81 millones de dólares de la suma total del contrato, que era de 181 millones de dólares.
La revista ‘Vanity Fair’, sin embargo, afirma que los cerebros del programa de torturas son James Elmer Mitchell y Bruce Jessen, instructores de la Fuerza Aérea en un programa llamado SERE, ideado para ayudar a los militares a burlar interrogatorios.