El miércoles 26 de abril la bailarina Ángela Fuentes (25) tomó el Metro a eso de las seis de la tarde y se dirigió a la estación Ñuble a buscar un vestuario para su pareja de tango. Nada del otro mundo: unos suspensores y una camisa que hicieran juego con la tenida que ella iba a ocupar dos días después, en un espectáculo que darían en una universidad. La estudiante de danza de la Uniacc volvió a tomar el tren y continuó en la Línea 5: esta vez se bajó en Santa Isabel.
En esa estación comenzó el conflicto que apareció en la prensa. Ángela asegura que venía media anestesiada por unos relajantes musculares que le habían suministrado la madrugada anterior, y que luego de un error subió por las escaleras del cambio de andén. Intentó salir a la superficie, pero no le abrieron la mampara especial. En medio de hechos que todavía no han sido investigados por la Justicia, terminó esposada a un barrote de Metro de Santiago. Fueron horas; todo hasta que llegó Carabineros para trasladarla a ella y a los funcionarios involucrados a la 19º Comisaría de Providencia y así constatar las lesiones que se habían producido en el malentendido. En estos días se van a cursar distintas acciones legales para aclarar la situación.
Al otro día Ángela se levantó de la cama decidida para que los acontecimientos violentos no la afectaran. Su esposo, Francisco Vilches, quien además es trombonista de la banda Santa Feria, le avisó antes de dormir que se había viralizado la noticia y le recomendó que no viera el video. Así fue y ella se durmió.
«Al otro día que pasó esto, la Ángela se despertó temprano, a las siete de la mañana. Dijo ya, esta hueá no me va a cagar, quiero seguir haciendo mi vida normal, démosle pa´ delante. Vistió a la Cata (hija de los dos), la ayudé, la fuimos a dejar al colegio y después la llevé a ella a la universidad», relata Francisco.
Apenas se aproximaron a la entrada de la Uniacc se toparon con un panorama atípico: estaba repleto de micrófonos. era la advertencia de que ella ya no tendría la misma vida.
Desde entonces han pasado dos semanas. El Ciudadano conversó con Ángela y Francisco y acá nos cuentan cómo es que para ellos definitivamente las cosas cambiaron luego de lo ocurrido.
La nueva vida
Una semana antes del altercado en el Metro Santa Isabel, el 18 de abril a las cinco de la tarde, dos bailarines interpretaban un tango en pleno Paseo Ahumada. El Área Audiovisual de este periódico alcanzó a captar el show que ofrecieron dos artistas, tomados de las manos y cara a cara, a los transeúntes que pasaban mirando el suelo.
Esa era Ángela todavía en el anonimato: una chica que zapateaba unos tacos aguja no-tan-altos contra las hendiduras sucias del paseo más transitado de Chile, y que luego disponía del vacío de una gorra negra para recibir aportes voluntarios. Fueron años entregando arte a precio costo; para pagar sus estudios o solo por pasión.
«He hecho mis propias clases, he conseguido mi espacio para hacer intervenciones artísticas, y eso vale tan poco en Chile. Pa´ mí ha sido ir contra la corriente. Yo quería hacer de este país uno más feliz con el arte, y todo se destruyó por una cosa sin sentido», dice ella.
«El quiebre que tuvo la Ángela fue no ser reconocida por lo que baila. Le ha costado tanto para que sea reconocida. Esa es la desesperación», dice Francisco.
La idea de comenzar el día tratando de superar el malestar resultó en vano. El video que mostraba a la bailarina esposada a un fierro del Metro comenzó, con el paso de las horas, a sumar visualizaciones. El registro llegó a manos de los editores de diarios y canales de televisión, y un día después la prensa figuraba apostada a la entrada de la universidad. «Yo dije ya, esto es mentira. Imagínate el susto que me dio salir de clases. Todos me andaban buscando», cuenta Ángela.
Gran parte de los comentarios en la red social eran para apoyar a Ángela. Anita Tijoux, rapera chilena, le hizo llegar por interno un video en el que le decía que no estaba sola; que contara con ella para cualquier cosa. Otros usuarios, envalentonados por el comunicado que lanzó Metro de Santiago –donde la acusaban de haber atacado a dos funcionarios– lanzaron insultos y juicios de distintos calibres. Ángela trató de no leerlos, pero la curiosidad la superó.
«Me impactaron los comentarios de las personas en Facebook. ¡No me conocen!», alega.
Junto a su esposo acusan que muchos de estos comentarios provenían de cuentas falsas. «Los medios de comunicación y el Metro se encargaron de destruirme. Me destruyeron la vida. Todo lo que he luchado, lo que he dicho se fue por la borda», dice.
A las reacciones de los usuarios se sumaron las interpretaciones de los medios de comunicación. Francisco acusa que Chilevisión sacó a colación un incidente que protagonizó Ángela en 2016, cuando una funcionaria de Carabineros trató de quitarle el parlante que usaba para trabajar en la calle. «La Ángela le dijo que no se podía llevar el parlante porque era su instrumento de trabajo. Chilevisión tergiversó eso diciendo: no es la única vez que se ha portado agresivamente«, critica.
Continuar
Ángela toma una taza con té en su mano derecha. La deja en la mesa de al lado y habla. Cuenta que la van a llevar a Buenos Aires al Mundial de Tango. Desde el día del incidente no se atreve a bailar en la calle. «Me cuesta entender qué es lo correcto. Tengo tanto miedo de enfrentarme al público. No sé en quién creer, en quién confiar. Soy una simple ciudadana batallando contra toda esta torre», afirma.
Lo único que queda, entonces, son las acciones judiciales. Detrás de ella está un grupo de abogados de la Universidad de Chile. Ellos presentarán este viernes una querella y una demanda contra Metro de Santiago y sus funcionarios. «Voy a llegar hasta las últimas consecuencias para que se haga justicia. Yo no sé cómo volver a pararme», finaliza.
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Aunque no era el tema principal de este artículo, El Ciudadano se contactó con la empresa de transportes para verificar si es que uno de los guardias acusados por Ángela Fuentes continuaba relacionado a Metro de Santiago (no es funcionario directo). Luego de una conversación telefónica y la solicitud de que enviáramos esta y otras preguntas por correo electrónico, no obtuvimos respuestas.