En Argentina trabajan y luego del trabajo, viven más de 300 mil peruanos. Uno de ellos es Oswaldo Quispe. Fue detenido en Buenos Aires hace pocos días por una exigencia de extradición del gobierno peruano. Oswaldo está casado con una mujer argentina, reside hace años en el país y cuenta con el Documento Nacional de Identidad argentino. Para esa legalización es imprescindible carecer de antecedentes penales, captura o requerimientos.
Pero ahora Ollanta Humala lo quiere preso, como presos de la miseria y del programa económico antisocial impuesto por los intereses de EEUU está la mayoría de los peruanos. El país andino es el que acumula más incumplimientos de sanciones internacionales por violaciones de los DDHH en América Latina. Como también Ollanta Humala acumula incumplimientos a sus promesas electorales en todos los ámbitos. Incluso en lo concerniente a su discurso anti-corrupción, pilar de su campaña en el 2011.
De hecho, Perú junto a México, Colombia y Chile forman la llamada Alianza del Pacífico, una suerte de tratado pro norteamericano de carácter financiero, comercial y geopolítico para intentar contener las dentelladas del expansionismo chino. Y no es que China sea un poder más benévolo que el imperialismo estadounidense. En la actual dinámica de la disputa de mercados por los Estados corporativos centrales (EEUU, Unión Europea, Federación Rusa, China), América Latina y el Caribe es periferia geoestratégica.
Asimismo, la eventual Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones entre Europa y EEUU, requiere el territorio humano y ecosistémico latinoamericano para alimentar sus ganancias devenidas de las transnacionales energéticas. Lo necesita para competir en mejores condiciones con Asia y para la reproducción y concentración capitalista, y mantener su dominio inestable. Por ello los Estados hegemónicos echan mano al extractivismo de hidrocarburos mediante el ‘fracking’ o explotación vía fracturas hidráulicas. Precisan no sólo de aranceles ‘bonsái’ para hacerse de los recursos naturales, sino también la destrucción de toda normativa ambiental y laboral que encarezca sus inversiones. Para eso están en plena carrera armamentista, inaugurando la nueva versión de la Guerra Fría a través de su puesta en escena en Medio Oriente.
Yo sé que Oswaldo Quispe ama a su pueblo, al Perú triturado históricamente por el empobrecimiento. Lo escuchaba atentamente junto al radiocontrol mientras él colaboraba en un programa de Radio Sur, justo antes de la hora al aire y por internet que hacíamos con el chileno Félix Herrera y el uruguayo Jorge Olivera en la misma emisora independiente. También estuve con Oswaldo en una reunión en la sede Capital de la Central de Trabajadores de Argentina en una ronda de migrantes e indígenas. Oswaldo me invitó y yo fui porque su corazón y su cabeza amablemente se sincronizan cuando explican con la voz y las manos agigantadas por la explotación. Y también fui a la reunión porque los migrantes fronterizos en Argentina enrolan las filas del trabajo en negro y buena parte es fuerza de trabajo precarizado. Es decir, pintan tanto para sujeto de derecho, como para sujeto social transformador. Todavía no, pero más adelante, sí.
Sé que hoy el presidente peruano acosa a muchos que votaron por él. Y sé que, sin pruebas, persigue a Oswaldo Quispe en Argentina.
Yo ayudé en Chile a los migrantes peruanos que hicieron la campaña de Humala. Recibimos a los dirigentes de Gana Perú en un costado de la Plaza de Armas de Santiago. Se trataba de líderes notables de la izquierda peruana concentrados en la esquina más radical del comando de campaña de Ollanta Humala. No teníamos por qué no creerle a luchadores con expedientes legendarios. Pese a tanto palo y duro, mis hermanos peruanos son gente esperanzada.
Luego vino la traición de Humala a su relato nacionalista y pop -medio inspirado en el chavismo y la Bolivia de Morales- que en poco tiempo ha convertido a Perú en una de las economías más abiertas del mundo, profundizando la desigualdad social y consolidando las claves del fujimorismo, o la forma nacional peruana de la expoliación privada y sin límites de seres humanos y naturaleza.
Oswaldo Quispe está a punto de ser extraditado desde Argentina al Perú de la justicia de opereta y las celdas de pesadilla. Sin más ataduras que mis convicciones, sé que Oswaldo es un comunicador social al servicio de los intereses de los oprimidos y su labor es un trueno liberado en mitad de la noche sorda y cerrada de Latinoamérica y Argentina y Perú y tantos nombres que distancian a mujeres y hombres similares. Somos una sola humanidad con Oswaldo. Entonces que no sea extraditado. Que la solidaridad se torne brusca y abrumadora. Que el gobierno argentino no condescienda a la administración antipopular de Ollanta Humala. Que Oswaldo Quispe sea puesto en libertad, y el camino bese nuevamente la palma dura del pie. Que se espante el miedo y la indiferencia y la crueldad y la xenofobia. Que Oswaldo Quispe siga comunicando sus ideas enrojecidas y con sentido por las radios del pueblo.
Abran esa reja mugrosa. Hay un hombre íntegro adentro.
Por Andrés Figueroa Cornejo