En 2008 se descubrió que el Ejército había ejecutado a más de una docena de hombres jóvenes de Soacha, localidad pobre cercana a Bogotá. El Gobierno se vio obligado a reconocer que las fuerzas de seguridad eran responsables de ejecuciones extrajudiciales, así como a adoptar medidas para abordar el problema. Los jóvenes habían sido atraídos al norte del país con la promesa de un empleo. Una vez ejecutados el ejército los presentaba como “guerrilleros muertos en combate”.
En la mayoría de los casos, los soldados recibieron dinero, días de permiso y una carta de felicitación por “haber matado a un miembro de la guerrilla”. Los responsables de los homicidios quitaron a las víctimas su documentación e intentaron ocultar los cadáveres. Desde que descubrieron las fosas comunes en las que fueron enterrados sus hijos, 17 madres y otros familiares de las víctimas, salieron a la calle para pedir justicia. Y no resulta fácil, han sido amenazadas, hostigadas y sometidas a vigilancia con el fin de silenciarlas.
El pasado noviembre hablamos, durante su visita a España, con Luz Marina Porras y María Ubilerma Sanabria, cuyos hijos Fair Leonardo (26 años y discapacitado mental) y Jaime Estiven (16 años) fueron ejecutados.
¿En qué situación están ahora vuestras demandas de justicia?
Luz: Todavía no hay justicia. Han comenzado algunas audiencias por el caso de mi hijo y de otros, pero no hay avances y la Fiscalía pone todas las trabas posibles para dilatar los procesos. En muchos casos, todavía no se ha movido nada, y han pasado dos años.
¿Qué piden al Gobierno?
Luz: Que ayude a la Justicia y que no haya impunidad. Que haya fiscales y jueces específicos para este proceso y que se extienda la justicia a los 3.183 casos de ejecuciones extrajudiciales que hay documentados en el país. El actual presidente, Juan Manuel Santos, era el ministro de Defensa cuando se produjeron las ejecuciones de nuestros hijos. Tiene una responsabilidad y no puede mirar hacia otro lado.
María: Ya que es el gobierno, tiene que hacer lo que esté en su mano para que haya justicia, y que se agilicen los procesos. No podemos esperar más. Nos mataron a los hijos.
¿Qué respuesta habéis obtenido de las autoridades colombianas?
Luz: Ninguna. Encontramos los cuerpos de nuestros hijos en fosas comunes muy lejos de casa, indocumentados, y no recibimos apoyo ni siquiera para el traslado de los cadáveres. Debemos mucho dinero por esto.
¿Cuándo decidisteis buscar justicia?
María: Cuando supimos que nuestros hijos fueron ejecutados por militares, o con la connivencia de estos, y que el Estado estaba involucrado. No podíamos creerlo. Se los llevaron de casa, les prometieron trabajo. Y nos los mataron.
¿De dónde sale la fuerza para luchar después de haber perdido a un hijo y de sufrir amenazas?
Luz: La fuerza que como madres tenemos sale del amor a nuestros hijos. Como madres, tenemos que pelear, exigir nuestros derechos y los de nuestros hijos muertos, que se sepa la verdad y se haga justicia. Nuestros hijos eran nuestro mayor tesoro. El ex presidente Álvaro Uribe ofreció dinero para callar a las madres de Soacha, pero no lo ha conseguido. Nuestros hijos no están en venta. Somos mujeres pobres y luchamos contra el gobierno, que no quiere reconocer su responsabilidad, pero no vamos a rendirnos.
María: Cuando escucho una moto cerca, a veces tiemblo porque pienso que vienen a por mí o a por alguien de mi familia, ya que hemos recibido amenazas. Pero seguimos saliendo a la calle, acudimos a actos, vamos donde nos llaman para que esto se sepa. No vamos a estar en casa llorando todo el día por nuestra pérdida. Llevamos las fotos de nuestros hijos a todas partes para que la gente vea quiénes son. No es un invento, no queremos hacer mal a nuestro país, sino denunciar que nos los mataron. Es más, creo que somos útiles para el país, porque queremos justicia no sólo para nosotras, sino para todas las víctimas. Ojalá no hubiera más desaparecidos, más ejecutados, en Colombia. Animamos a todas las madres a denunciar, sin miedo.
¿Qué hicisteis cuando desaparecieron vuestros hijos?
Luz: Después de la desaparición de nuestros hijos, hubo ocho meses de búsqueda. No sabíamos qué había pasado. Cuando desaparecieron a mi hijo, fuimos tres veces a la Fiscalía y allí me negaron la posibilidad de denunciar. Buscamos por nuestros propios medios: clínicas, hospitales, albergues… Yo sabía que había posibilidad de ir a Medicina Legal para identificar fotos de cadáveres, pero no quería hacerme a la idea de que mi hijo estuviera muerto. Buscaba en la indigencia, me preocupaba que mi hijo, al tener una discapacidad mental, hubiera perdido la memoria y estuviera en cualquier lugar solo y desamparado. Y fíjate, estaba muerto. Me lo habían asesinado.
María: Ellos tenían todo preparado. Somos personas con pocos recursos, somos cabezas de familia pobres y seguro que dijeron, estas mujeres no tienen cómo buscar a sus hijos, por eso los llevaron lejos y los asesinaron.
Desaparecidos, sin documentación, en una fosa común, y dijeron que eran guerrilleros. Qué cosa tan absurda. Si los mataron de un día para otro.
¿Quién os apoya en vuestra lucha?
María: En Colombia no tenemos respaldo institucional, pero sí hemos encontrado apoyo en ONGs y asociaciones de nuestro país como el Colectivo de Abogados Alvear Restrepo, Minga, Movice (Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado) y Amnistía Internacional a nivel mundial. Estamos muy agradecidas. Gracias a este apoyo, seguimos adelante, a pesar de las amenazas y de todo lo que digan contra nosotras.
Luz: Las leyes son también para proteger a los más débiles, a los que no tienen recursos. Se ha destituido a militares por el caso de Soacha, pero no se ha encarcelado a nadie. Como madres, nos duele esta situación, pero no vamos a parar. Quienes mataron a nuestros hijos han recibido medallas, grandes remuneraciones y nosotras nada. Por eso el apoyo de Amnistía Internacional y sus campañas hablando de nosotras nos sube el ánimo, nos hace saber que no estamos solas y que tenemos que seguir luchando. Gracias a todos.
Por Ángel Gonzalo – Amnistía Internacional
3 de enero de 2011
Origen del artículo: Revista Amnistía Internacional. Enero-Febrero 2011 N° 106.
Fuente: www.abpnoticias.com