A través de la historia de las civilizaciones, hemos evidenciado cómo se mantiene una estructura social general respecto a los roles de género y a algunas prácticas culturales constituidas a la luz de dicha estructura. El patriarcado y las formas de dominación masculina por medio de las cuales éste se cristaliza, caracterizan la amplia mayoría de sociedades de la humanidad, sociedades de diferente orden, desde las tribales hasta las más aceptadas como civilizadas y modernas.
Ante este panorama, las expresiones sociales que han buscado romper con estas prácticas culturales han encontrado en su desarrollo múltiples obstáculos. Fundamentalmente el movimiento feminista a nivel global, el cual, aunque ha logrado avanzar en gran medida sobre algunas de sus reivindicaciones [1], aún no ve un horizonte alcanzado respecto a una verdadera equidad de género.
Teniendo en cuenta las condiciones sociales producidas por un sistema social patriarcal [2], podremos encontrar dos grandes obstáculos; el primero de ellos tiene que ver con la dificultad para que se acepten tales desigualdades entre los géneros como un problema real, y en esa medida lograr que estas condiciones dejen de ser vistas como naturales e históricamente reafirmadas.
El segundo obstáculo está relacionado con las diferencias de clase del sistema socioeconómico imperante, aunque no se está afirmando que sean separados y distantes entre sí, sino que al hacer esta diferenciación entenderemos cuáles son las dos vías determinantes para la perpetuación de las relaciones sociales trazadas por la imposición dominante y patriarcal. Condiciones por medio de las cuales la estructura social y mental de las diversas culturas, hoy sostienen en diversos grados la discriminación hacia las mujeres, pues es en este sistema social en que se ratifican y radicalizan los grados de discriminación hacia las mujeres.
En este contexto, el presente texto tiene la intención de suscitar algunas inquietudes sobre un tema que ha cobrado en la actualidad un protagonismo académico y social importante: las masculinidades. Se habla en plural porque actualmente podemos tener algunas precisiones sobre las diversas formas en que los hombres vivimos y experimentamos nuestra masculinidad, formas muy diversas que desde lo teórico y práctico contradicen lo jamás cuestionado, lo correcto, la diestra, el poder… la masculinidad hegemónica.
Estas nuevas realidades de la identidad de género masculina, pueden ir, desde sexualidades disidentes [3], hasta una militancia férrea en el feminismo o la reivindicación de los derechos de las mujeres, elementos que nos permiten generar nuevas formas de construir visiones sobre el papel o los roles de género de esta sociedad moderna, o de la segunda modernidad, o de la modernidad tardía o de la posmodernidad si se quiere; la cuestión es que hoy estamos llamados y llamadas a transformar las condiciones sociales enajenantes, opresoras y represoras de nuestra sociedad.
Tales transformaciones comprenden diversos ámbitos, pero fundamentalmente debemos abordar aquellos en los que se cristalizan nuestras formas de pensar, sentir y representar, es decir, en el día a día y las relaciones interpersonales.
Debemos avanzar hacia unas relaciones equitativas, no homogenizantes e igualitarias entre las diversidades. Los hombres debemos alcanzar una visión autocrítica sobre nosotros mismos, lograr develar cómo la estructura de pensamiento patriarcal establece unos condicionamientos que no sólo afecta a las mujeres, y así mismo, entender que dicho sistema impuesto hoy coarta nuestra sensibilidad, nuestra emocionalidad, nuestra libertad.
Hay hombres que optamos por acompañar la lucha feminista, y tal vez por ello, somos tildados de muchas maneras, pues para el machismo no puede existir un heterosexual que se identifique con las mujeres en sus reivindicaciones, y tampoco es posible acompañar otros procesos que cuestionen al patriarcado, lo que implica enfrentarse al prejuicio, ya que, por ejemplo, la lucha por la libertad sexual también es una reivindicación que permitirá avanzar en el respeto, la equidad y la libertad colectiva.
Se hace necesario el llamado a la construcción de hombres de nuevo tipo, que rechacen la “labor” imaginaria e impuesta de “dominar”, discriminar y “someter” a todo aquello que le sea diferente. Poder encontrarnos con las mujeres en el mismo camino, entendernos entre los géneros, conocer nuestras capacidades y limitaciones, desprovistos de la discriminación y la idea perversa de que por una condición inmanente somos los que estamos por encima de la pirámide.
El grado de desarrollo de la modernidad nos debe permitir acercarnos a nuevos caminos renovadores, los cuales hagan de esta sociedad un lugar más justo. El capitalismo, el patriarcado y el totalitarismo que impone una clase privilegiada sobre las demás, deben ser los grandes molinos a vencer. Este llamado a los hombres es para reinventarse, es poder decir que no se deja de ser masculino si se mira por igual a mujeres y personas de diferente identificación sexual o de género.
Es un llamado a abandonar nuestro eterno rol de victimarios, es un llamado a hacernos verdaderos compañeros de las mujeres, es una invitación a romper con los estereotipos de la sexualidad de dominantes y dominadas, mejor la del reconocimiento mutuo. Es la búsqueda de una transformación que haga de todos y todas forjadores de la igualdad.
NOTAS:
[1] por ejemplo: el reconocimiento de las mujeres como sujetas de derecho, las posibilidades de ejercer su ciudadanía por medio del reconocimiento de su libertad para elegir y ser elegidas en asuntos políticos, la posibilidad de desempeño académico y laboral, el ejercicio de sus libertades sexuales y reproductivas y el reconocimiento de sus identidades de género, (entre muchos otros elementos).
[2] las cuales pueden ir desde la división sexual del trabajo, hasta expresiones de misoginia que se materializan en violaciones, maltrato físico, ver a las mujeres como botín de guerra, entre muchas otras formas de sexismo y machismo.
[3] concepto acuñado por Xavier Alexander -2001-, para referirse a todas aquellas formas de vivir la sexualidad diferente a la heteronorma.
por Harold Leder
Sociólogo