El pasado 23 de abril, la cámara alta francesa aprobó definitivamente el proyecto de ley sobre el “matrimonio para todos”, después de un proceso de diálogo parlamentario que se estiró sobre más de seis meses. Un poco más de un mes después, se celebraba el primer matrimonio legal[1] entre personas del mismo sexo en la sureña ciudad de Montpellier. Si el suceso en sí constituye un evento relevante inscribiéndose en la continuidad de un proceso iniciado en los Países Bajos en el 2001, y al cual ya van quince países alineándose; lo que impactó realmente ha sido la fuerte movilización de los “antis” y su magnitud popular.
Asimismo, los argumentos en contra del matrimonio homosexual no han resultado nada novedoso -aparte quizás un énfasis muy pronunciado sobre la procreación y gestación con asistencia médica- enfocándose sobre lo antinatural que sería la consagración de parejas de mismo sexo, y sus supuestos efectos dañinos sobre la sociedad a mediano y largo plazo. Lo que sí resultó sorprendente es el eco y el respaldo popular que recibieron esos argumentos. Durante seis meses, una noria heterogénea de personalidades y anónimos se ha sumado a los conservadores de cuño habitual. Rápidamente el debate en curso en la asamblea tomó una dimensión nacional, reactivando un clivaje progresismo/ conservadurismo en torno a valores y cuestiones de sociedad, que se pensaban habían sido superadas desde que Francia adoptase el recurso a la unión civil para todos, en 1997[2].
De hecho, el movimiento “anti-matrimonio igualitario”, que agrupaba inicialmente unos pocos activistas católicos conservadores (“conservaduros”), creció rápidamente con la mediatización de sus acciones, hasta convocar medio millón de manifestantes –en su mayoría neófitos- en su primera “manifestación para todos” en Noviembre de 2012. El éxito popular de esta marcha, a la que también participaron personalidades políticas de la derecha y extrema derecha, convenció a las autoridades de dichos partidos en apoyar al movimiento y posicionarse asimismo en contra del entonces proyecto de ley, conduciendo así a la politización del movimiento y la polarización de la sociedad francesa.
Desde ahí, en paralelo a las discusiones parlamentarias, se multiplicaron las movilizaciones, puntuadas por acciones y declaraciones cada vez más radicales, marcados por ocasos de oraciones callejeras por parte de movimientos católicos tradicionalistas, llamados a la desobediencia cívica y a mantener la presión sobre el gobierno hasta que éste retire la propuesta de ley. Frente a la negativa del mismo, y después de la aprobación del proyecto en la cámara de diputados, los líderes del movimiento y algunos líderes del partido Sarkozysta UMP, llamaron a resistir hasta el final, culpando al gobierno si desbordes “sangrientos” llegasen a ocurrir.
La posición del principal partido de oposición en este acontecimiento no se debe menospreciar ni minimizar. Su posicionamiento oficial en contra del texto es un posicionamiento particularmente oportunista de oposición sistemática al gobierno. De hecho, esta posición no refleja el posicionamiento de una franja importante del partido[3], de obediencia liberal, y se inscribe en un proceso iniciado bajo el mandato de Nicolas Sarkozy de seducción del electorado de extrema derecha, bajo el llamado a la emergencia de una derecha desacomplejada. Este proceso no solo consistió en banalizar las teorías extremistas del ultraderechista Frente Nacional, sin conseguir debilitarlo pues en las elecciones presidenciales del 2012 el partido recibió el 18% de los votos y consiguió por primera vez la elección de tres diputados en las legislativas del mismo año[4]; sino que a su vez, al optar por una derechización de su discurso se abandonó una posición pragmática de centro-derecha, lo que condujo a la escisión de una franja más pragmática y liberal del partido, creándose un nuevo movimiento centrista: la Unión de los Demócratas Independientes (UDI). Además, desde un punto de vista del respaldo popular, si Sarkozy continúa siendo la figura más popular del electorado de derecha, pese a su derrota electoral de mayo del año pasado, a nivel nacional su imagen es repudiada por una amplia mayoría de electores (59%, sondeo del 6 de julio de 2013).
De manera más general, este posicionamiento de la derecha francesa y su afán de seducción del electorado más conservador, responde a una doble estrategia de (re)creación de identidad política, mediante un distanciamiento vis-a-vis del partido socialista su principal contendor político, y de dominio de la agenda comunicacional a través de un discurso voluntariamente polémico. Si extrapolamos este proceso con lo que pasa en Chile podemos sacar varias enseñanzas sobre la posible orientación y evolución del sistema político de este país, ya que la directiva de RN y UDI estuvieron tentadas de inspirarse del ex –presidente francés, tanto en su forma de relación con sus contrincantes, como en su voluntad de hacer más “popular” (entiéndase “populista”) su discurso. La prueba reciente de esta tentación es la selección en las primarias de principios de julio, del candidato más “derechista” –Longueira- sobre el candidato más “de centro” (Allamand). Además, la estructuración de la competición partidaria en Chile ha operado en los últimos años un realineamiento de la línea de demarcación entre “izquierda” y “derecha”, pasando del clivaje Autoritarismo (respaldo del pinochetismo) vs/ Democracia, hacia un clivaje más “clásico” en torno a posiciones sobre dimensiones valóricas.
Sin embargo, las comparaciones se paran allí, pues en Chile los “conservaduros” no precisan ser despiertos ni movilizados, pues ya están despiertos y poseen una fuerza financiera y sobre todo mediática inédita en el mundo occidental, al controlar los principales medios de comunicación y la casi totalidad de la prensa escrita disponible. Por otro lado, el inicio de un proceso de “descomplejización” de sus posturas se inscribiría en contra del proceso de respetabilidad y alejamiento de la herencia del pinochetismo iniciado en 1999 por el principal partido del bloque, la UDI.
Al inverso de lo que ocurre en Francia, si la derecha chilena quiere mantenerse en el poder o – más probablemente- recuperarlo en breve, su estrategia política habría de apuntar hacia un centro en términos de valores, ya que éste es el tema más clivante en el Chile actual. Esto pasa, asimismo, por operar algunos sacrificios, sobre algunos temas menos polarizantes. Por ende, es de esperarse que sobre el tema del matrimonio igualitario, tema que tiene un potencial divisorio menor que la legalización del aborto, por ejemplo, la derecha no libre una batalla tan fuerte como la que libró su pendiente francesa. Esto sí manteniendo y reforzando sus posiciones sobre otros temas que sí son polarizadores. Asimismo la oposición a la legalización del aborto y/o de la marihuana prometen ser temas intransables para el bloque conservador.
Las prioridades y los elementos generadores de identidad política varían en función del contexto geográfico y temporal. En el Chile actual, los elementos de la “identidad conservadora” y conservadura, pasan asimismo por una fase de pragmatización, y no radicalización como en el caso francés, para asentar su definición e identidad política. Al contrario, el “bloque de izquierda” que se caracterizó, desde los años ochenta, por la adopción de un pragmatismo casi esquizofrénico, empieza a adoptar una postura menos aseptizada desde que la concertación perdió el poder, en el 2010. Por lo tanto, se puede concluir que se están preparando realineamientos políticos e ideológicos en el Chile actual, a falta de reequilibrios profundos de las propuestas políticas.
Por Adrián Albala
El Ciudadano
[1] En junio de 2004 se celebró un matrimonio entre dos personas de mismo sexo, contra la ley en vigor, y que por lo tanto será anulado poco tiempo después.
[2] El Pacto Civil de Solidaridad (PACS) es una especie de unión civil abierta para todas las parejas, y que fue adoptado en segunda votación en 1997 después de intensas semanas de debate en el parlamento.
[3] El propio presidente del partido, Jean François Copé, habría reconocido de manera no oficial estar “en el fondo” de acuerdo con el matrimonio igualitario.
[4] El sistema electoral francés para las elecciones legislativas es de corte mayoritario, ya que para ser elegido diputado se precisa de la mayoría absoluta en una primera vuelta y en el caso en que no se obtuviera, la mayoría relativa en una segunda vuelta. De esta forma se dificultan la elección de candidatos procedentes de partidos poco estructurados.