La inseguridad y el narcotráfico que sacude a México desde hace una década ha generado mucho más que los delitos cometidos por los grupos criminales. Más allá de los terribles casos de decapitados y desmembrados que se fueron sucediendo, en todo el país hay casi 30.000 familias que ignoran qué fue de los suyos, algo que hace recordar a las peores dictaduras del continente a fines del siglo XX.
Así, existen en la actualidad decenas de miles de personas que no pueden descansar, vivir un duelo normal, cerrarlo: volver a la vida. Criminales o funcionarios públicos metidos a criminales levantaron, como dicen en México, a decenas de miles de personas en estos años. Y no aparecen. ¿Cómo afecta esto a los más pequeños?
El diario El País de España ha hecho un completo informe sobre un grupo de terapia pionero con niños que tienen familiares desaparecidos en Monterrey. Cada miércoles, los niños se juntan con la psicóloga en las instalaciones de Cadhac, una organización que lleva años denunciado casos de personas desaparecidas en Nuevo León, en el norte de México. La psicóloga trata de entender, de captar qué saben esos niños y niñas sobre lo ocurrido con sus familiares que ya no están.
La terapia infantil que dirige Laura, la joven psicóloga a cargo del grupo de niños, es un acto de rebeldía porque es un intento extraordinario de curar una herida que nunca se va a cerrar.
Tal como informa el diario español, la propia organización Cadhac presentó este jueves un informe sobre los casos de desaparecidos de Nuevo León. Arrimado a la frontera, colindante con Tamaulipas, el estado norteño sufrió una ola de violencia entre 2010 y 2011, fruto de la pelea entre Los Zetas y el Cartel del Golfo. La mayoría de casos, explica el informe, son de esos años.
Sin embargo, no se sabe con exactitud cuántos desaparecidos hay en Nuevo León. Se ignora igualmente la cifra a nivel nacional. Se sabe que la mayoría de desapariciones ni siquiera se denuncia. La mayoría de las veces es por puro miedo. La terapia infantil que dirige Laura, la joven psicóloga a cargo del grupo de niños, es un acto de rebeldía porque es un intento extraordinario de curar una herida que nunca se va a cerrar.
La dinámica de la terapia y el terror
Según señala Laura al periódico europeo, la dinámica dura una hora y las hojas acaban en una carpeta que Laura guarda en un archivador de metal en una esquina de la sala. La psicóloga propone una actividad distinta cada sesión. El miércoles siguiente, por ejemplo, dividirá de nuevo el folio en tres partes y pedirá que en la primera dibujen cómo se ven; en la segunda, qué querrían cambiar de ellos mismos. En la tercera, qué les gustaría ser de grandes. En esa sesión, un niño que ha faltado en esta, dibujará un ataúd y una cruz en el pizarrón. “Estoy en mi tumba”, gritará.
La segunda hora de las sesiones es para jugar. Laura recoge las cuartillas y los niños pasan a la sala de juegos. A veces son seis, siete, ocho. Otras, uno: todos viven lejos y los carros se estropean, las mamás trabajan o las abuelas no pueden. Laura dice que “la gran mayoría son de nivel socioeconómico medio bajo, que empeoró a raíz de la desaparición. Se la ven muy complicada con los gastos de la casa, las escuelas, la misma atención del niño, ropa juguetes”.
De esta manera, el terror, la corrupción y la desidia estatal no solo marcan a fuego la historia de un país, sino la de cientos de familias. Los más pequeños son los más afectados, ya que la realidad les muestra algo muy distinto a lo que la Industria Cultural intenta imponer. Con el «sueño americano» en la pantalla, las ventanas de los hogares muestran un escenario mucho más desolador.
Puedes enterarte más de este particular caso, en la nota de El País.
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