México sangra. En paralelo a la supuesta «guerra contra el narco» vemos teñirse de verde olivo el territorio del país. La militarización es parte de la guerra global impulsada por el gobierno de Estados Unidos tras el 11 de septiembre, creando a sus nuevos enemigos: el terrorismo y el narcotráfico. En plena sintonía con sus amos del norte, el gobierno mexicano ha lanzado su propia guerra, creando un estado policiaco y criminalizando la protesta social.
La militarización conduce a formas de control social que en nada envidian a las utilizadas por las dictaduras de los años 70: de las cámaras de video a las cámaras de tortura, pasando por las desapariciones y masacres, el régimen echa mano de todos los recursos para establecer nuevas condiciones de esclavitud.
A la barbarie de los decapitados, “encobijados”, “pozoleados” y demás salvajismos con que los medios nutren el miedo social, se suman las “altas tecnologías” del espionaje electrónico (teléfonos e internet), así como las ofertas de importar mercenarios “que sí puedan” exterminar a los criminales. De este modo, el miedo y el silencio aparecen como las recetas mágicas salidas de los manuales de guerra sicológica para acostumbrar los medios a la «auto-censura», consiguiendo también que la población sea mucho menos sensible a la violencia estatal y paramilitar dirigida contra los movimientos sociales.
Puede sonar exagerado hablar de «nueva esclavitud», pero tal es la apuesta de los poderosos: los grandes empresarios, nacionales y extranjeros, el gobierno de Estados Unidos y los neoliberales de México están decididos a derribar todos los obstáculos que les impiden aumentar sus ganancias y su control sobre el país. Se trata de apropiarse de las riquezas naturales y explotar con mayor intensidad a los trabajadores mexicanos. Los ejemplos sobran. Miremos los alcances de la ofensiva de patrones y políticos contra toda la población:
1. Militarización. Si bien en México nunca ha habido un «estado de derecho», hoy vemos al ejército aplicar en todo el país, la ley del más fuerte. El ejército y su azul disfraz, la policía federal, son ya el único sostén del proyecto neoliberal en México. El hundimiento de instituciones claves como son los poderes de la Unión, la educación y la salud públicas, así como la profunda crisis económica desatada desde 2008, han llevado a que la única oferta de los políticos sea «la mano dura», con cualquiera de sus rostros: Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto o Marcelo Ebrard.
De Chihuahua a Chiapas y del News Divine a San Juan Copala, las botas militares ocupan, hostigan, torturan y matan a las poblaciones que viven en los territorios que se busca controlar. El supuesto combate al narcotráfico es la excusa para incursionar en estados como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, criminalizando toda lucha social que intenta defender sus territorios, tachando estas luchas como “fachadas de la guerrilla” e imponiendo así la ley del garrote.
2. Acabar con los derechos sociales. En México, producto de la Revolución inconclusa de 1910, existen límites mínimos a la explotación de los trabajadores y a la entrega del país a los extranjeros. Esos son los últimos obstáculos que la actual ofensiva busca remover. Que hablemos de la situación catastrófica de la educación nacional o del servicio eléctrico, de la devastación del campo o de la privatización del agua, el conjunto de derechos conquistados durante décadas de lucha están siendo liquidados.
Nadie olvida que el levantamiento zapatista fue causado por la contrarreforma del Artículo 27 constitucional. Hoy vivimos la privatización de la energía eléctrica mediante la liquidación de las empresas paraestatales y el golpe brutal e ilegal contra el SME. También crecen las amenazas transgénicas contra nuestras semillas criollas. La educación sufre la asfixia presupuestal ilustrada por el drama de millones de jóvenes que no encuentran trabajo ni lugar en las escuelas. Y de la seguridad social mejor ni hablar, pues las pensiones han entrado en la ruleta de la especulación financiera mediante las Afores y los hospitales y clínicas son desmantelados y viven la falta cotidiana de recursos y medicinas.
Como cereza del pastel, en abril de 2010 el partido de la derecha dura, PAN, propuso una contrarreforma a la Ley Federal del Trabajo, misma que busca destruir derechos fundamentales de los trabajadores como son el contrato colectivo, la estabilidad laboral, la duración de la jornada e incluso el derecho elemental de recibir un pago por trabajar.
3. Entrega del país a los grandes capitales. La guerra en curso tiene un objetivo fundamental: que las enormes riquezas del país sean explotadas por los grandes capitales. ¿A quién beneficia la Ley Monsanto y los permisos para sembrar transgénicos? A Monsanto, Cargill, Syngenta, etc. ¿A quién la extinción de Luz y Fuerza? A Iberdrola, AES, Mitsubishi, etc. Y lo mismo sucede en la minería, energía eólica, infraestructura, sector financiero, etc. etc., donde empresas de todo el mundo disfrutan de la manga ancha del calderonismo para «atraer inversiones».
Mención especial merecen los barones locales, con Carlos Slim a la cabeza, quienes han logrado apoderarse de una importante rebanada del pastel. Que Slim sea el hombre más rico del mundo no debe ocultar los negocios millonarios de los Zambrano (Cemex), los Azcárraga (Televisa), los Hernández (Maseca) y tutti gli altri. Mientras este puñado de ladrones se paga la vida de reyes, 50 millones de mexicanos viven en la pobreza y cientos de miles migran al Norte en busca de mejor vida, sólo para encontrar la muerte en manos de la migra, el desierto o los cazamigrantes.
4. Los gringos al rescate. Como nunca en la historia, el gobierno de Felipe Calderón ha abandonado el país en manos del Estado y el ejército de Estados Unidos. México se está convirtiendo en un protectorado gringo. Las decisiones cruciales son tuteladas por nuestros «generosos» vecinos, que reparten dólares y armas al por mayor, aumentando su influencia en la vida del país.
Sólo en 2010, la realización de maniobras militares conjuntas, la visita de una delegación militar encabezada por la Secretaria de Estado Hillary Clinton, y la orden dada por la Secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano, de retirar el ejército de Juárez, han sido tres muestras de quién lleva las riendas del país. El actual gobierno se ha subordinado por completo a los dictados de los gringos sintetizados en la Iniciativa Mérida y las recientes pretensiones de implementar un «Plan Colombia» en México. La asistencia militar (armas, recursos, entrenamiento) será complementada por la acción directa de los soldados y mercenarios de Estados Unidos en nuestro país, gozando por supuesto, de total impunidad.
En este panorama, los medios masivos de incomunicación juegan un papel esencial. Nunca sobra recordar la participación de los medios comerciales en campañas de desestabilización en muchas partes del mundo: El Mercurio en Chile contra el gobierno de Salvador Allende, The Daily Gleaner en Jamaica contra el gobierno de Michael Manley, La Prensa en Nicaragua contra los sandinistas, los medios de la ultraderecha en Venezuela contra el gobierno de Hugo Chávez, los televisoras en Honduras contra el gobierno de Manuel Zelaya.
Mención aparte merece la «cobertura» de la invasión de Estados Unidos en Afganistán e Irak, operación propagandística con la que las grandes cadenas desinformativas de Estados Unidos, especialmente Fox News, se dedicaron a «crear el enemigo» que necesitaba Baby Bush para meter la mano en esa región del mundo. Del mismo modo, la «Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP)» y «National Endowment for Democracy (NED)» son instrumentos de intervención mediática de la CIA en América Latina.
Todos estos son ejemplos de la centralidad de los medios para la dominación social que sufrimos.
México ha sido un «laboratorio» de primer nivel para experimentar con las técnicas de control social a través de los medios masivos de incomunicación. Desde los tiempos de Díaz Ordaz, se formuló el modus operandi de estos actores. En un documento interno del gobierno mexicano de los años 60, depositado en el Archivo General de la Nación, podemos leer: «Por la acción de la propaganda política podemos concebir un mundo dominado por una Tiranía Invisible que adopta la forma de un gobierno democrático». Palabras casi cincuentonas que, desgraciadamente, no han perdido su vigencia.
Condicionamiento y manipulación son la añeja pero efectiva receta de los medios comerciales para mantenernos quietecitos mientras el país se desintegra.
Y ello no se limita a los momentos de crisis, sino que abarca nuestra vida cotidiana. Los medios masivos de incomunicación modelan nuestras vidas a través de sus mensajes: dictan pautas de comportamiento, nos dicen qué hacer, cómo y cuándo; establecen las jerarquías de lo aceptable, de lo «bueno» y lo «malo»; encumbran o derrumban figuras públicas, etc. En el terreno de la lucha social, estos medios comerciales se comportan como ejércitos mercenarios al servicio del mejor postor y como eficaces guardianes del orden establecido.
El «pensamiento estratégico» de los medios masivos está guiado por las técnicas conductistas y de manipulación de la mal llamada «opinión pública». Y no podría ser de otro modo cuando sabemos que detrás de la supuesta «objetividad» de los comunicadores, los lazos del poder se tejen en sólidas redes: así, tenemos que Bill Gates, dueño de Microsoft, es un importante accionista de Televisa, y que Carlos Slim es uno de los dueños del New York Times.
En los últimos 20 años, políticos y dueños de los medios han establecido una alianza estratégica de mutuo beneficio: el control de la población que garantizan los medios y que permite que ladrones y asesinos gobiernen el país, es premiado con las decisiones gubernamentales que mantienen el duopolio Televisa – TV Azteca sobre todo el país. Mientras los medios masivos se presentan como el teatro de la democracia y la diversidad, una mirada sobre los propietarios de las empresas de radio y televisión nos muestra que un puñado de actores controla la difusión de mensajes homogéneos que apuntalan el control social.
Las concesiones para televisión abierta se reparten entre Televisa y TV Azteca, que en 2008 controlaban 401 concesiones, representando poco más de 87% del total. Ello da lugar a negocios millonarios: en 2008 Televisa reportó ingresos por más de 39 mil millones de pesos (70% de los ingresos por televisión abierta); TV Azteca tuvo ingresos nada despreciables de más de 9 mil millones de pesos.
La situación en la radio no es muy diferente: Grupo Acir controla 160 emisoras en 26 ciudades de México y Grupo Radio Centro hace lo propio con más de 100 emisoras; estos grupos radiofónicos reportan 50% de la audiencia en la Ciudad Monstruo (Ciudad de México) ¿Qué diversidad u objetividad puede existir cuando la enorme mayoría de las emisoras de radio y televisión son controladas por 4 empresas? En esas condiciones oligopólicas, la comunicación hecha mercancía se modela y se vende al mejor postor.
Los medios comerciales, y en particular la televisión, constituyen el principal vínculo de «comunicación» en el país. Históricamente, el Estado mexicano se ha dedicado a dos cosas: dejar en manos de los empresarios privados el espacio de la comunicación y reprimir las iniciativas que desde la sociedad intentan quebrar el monopolio mediático. Desafiar este monopolio es una tarea esencial para transformar el país. Por ello, los medios libres, asociativos, comunitarios, representan actores estratégicos en la lucha social.
La historia reciente habla de la importancia de los medios libres. En 1994 las incipientes redes a través de internet ayudaron a detener la guerra contra el EZLN y las comunidades indígenas en resistencia. La difusión de los hechos represivos en Atenco y de la tenaz resistencia de los pueblos oaxaqueños en 2006 representaron un salto cualitativo para los medios libres, que aprendieron a abrir espacios para quienes luchan contra el capital y sus gobiernos.
Primero en mayo, ante el linchamiento mediático de los campesinos del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, los medios libres abrieron un espacio de denuncia sobre las torturas y violaciones sufridas por l@s detendid@s, y transmitieron los llamados a la acción en solidaridad con los presos.
Poco después, en el verano y otoño de 2006, los medios libres y reapropiados ocuparon un sitio esencial en la resistencia de los pueblos oaxaqueños: Radio Plantón, emisora del magisterio democrático, Radio Universidad, que acabó siendo el último bastión del movimiento oaxaqueño, la ocupación de radios e incluso una emisora televisiva, el trabajo de medios libres como Indymedia Oaxaca y otras iniciativas, todos, permitieron que estos pueblos pudieran combatir con eficacia la mentira mediática, al punto que su resistencia sólo pudo ser quebrada por la brutal represión de la PFP (Policía Federal Preventiva).
Actualmente, frente a la descomposición del régimen y la militarización, los medios libres representan las únicas ventanas por las que se cuelan retazos de la realidad que contrarrestan las mentiras de la propaganda gubernamental. Al desafiar el monopolio mediático, los medios libres golpean uno de los pilares del control social en este país. Y es por ello que son duramente perseguidos, particularmente aquellos que alcanzan una difusión masiva como son las radios.
En efecto, las radios libres han pagado una alta cuota de sangre y esfuerzos desmantelados por la acción de las autoridades. En este terreno también se advierte el endurecimiento del régimen. De acuerdo con la legislación de medios, que no contempla un estatuto definido para las radios libres o comunitarias, transmitir sin permiso es penado con una multa y el decomiso del equipo. Durante décadas, así actuó el gobierno.
Sin embargo, a partir de 2007 – 2008, la administración calderonista ha cambiado de estrategia y mediante un ilegal recurso jurídico, acusa a quienes transmiten sin permiso de «daños a los bienes nacionales», delito penado con 12 años de cárcel y multa de 50 mil pesos. Están en marcha dos procesos legales donde compañer@s han sido acusados de este «original» delito: Rosa Cruz, de la radio comunitaria purépecha Uekakua, que transmitía con 5 watts de potencia desde la comunidad de Ocumicho, Michoacán, y Héctor Camero, miembro de la Radio Tierra y Libertad de Monterrey, Nuevo León.
Con su dureza, el arsenal jurídico ocupa un segundo plano frente a la interferencia, los asesinatos y agresiones físicas contra quienes construyen las radios libres o comunitarias.
En Oaxaca, Chiapas y Distrito Federal, la interferencia mediante otra señal de radiofrecuencia más potente ha sido ampliamente utilizada por los gobiernos locales o por el federal para intentar callar a las radios libres o comunitarias:
Radio Insurgente, emisora del EZLN, fue interferida en Chenalhó.
Radio Plantón y Radio Universidad en Oaxaca capital fueron interferidas durante el movimiento de 2006. Actualmente Radio Plantón debe saltar de frecuencia para evitar ser interferida.
En Guerrero, Radio Ñomndaa ha visto reducido su alcance por la presencia de una señal de Acapulco, que impide que «La Palabra del Agua» se escuche en Ometepec, la cuidad más cercana a Xochistlahuaca.
En Ciudad Monstruo, Regeneración Radio (105.3 FM) y La Voz de Villa (91.7 FM) han sido bloqueadas por una transmisión de mensajes esotéricos y música grupera desde 2009.
En ocasiones la interferencia toma la forma de un acto contrainsurgente como sucedió en Cancún durante las movilizaciones contra la reunión de la OMC (2003), cuando un buque de guerra atracado en ese puerto, bloqueó todos los espacios vacíos en el dial a fin de evitar su uso por las radios libres.
La Ké Huelga Radio ha sufrido cuatro interferencias en sus 11 años de existencia. Durante la huelga estudiantil de 1999 y en 2000 con el ruido de una sirena; actualmente mediante dos señales: una estación «anónima» que transmite mensajes esotéricos y música grupera, y Radio Josna, emisora ligada al PRI del Estado de México que transmite desde Ciudad Neza. En junio de 2010 ambas interferencias han cesado. Sin embargo no descartamos ni la posibilidad de un golpe represivo del Estado contra la Ké Huelga, ni el retorno de las interferencias.
Interferir una señal de radio que no persigue fines comerciales constituye una abierta negación al derecho universal de libre expresión.
Menos frecuentes, los asesinatos y las agresiones físicas también han golpeado a los medios libres. Recordemos como ejemplo doloroso el asesinato de Felícitas Martínez y Teresa Bautista, comunicadoras del pueblo triqui e integrantes de la radio «La Voz que rompe el silencio«, quienes fueron brutalmente asesinadas en abril de 2008. L@s compas de Radio Ñomdaa también han sufrido encarcelamiento (David Valtierra en 2007) intentos de desmantelamiento (2008) y golpizas (Obed Valtierra en 2009).
Frente al proyecto capitalista que mediante el terror, la fuerza militar y las mentiras propagandísticas pretende crear un nuevo paraíso para los ricos y sus sirvientes de la casta política; mantener un proyecto de libre comunicación no ha resultado una tarea sencilla. Nuestra radio, la Ké Huelga, nacida al calor de la huelga estudiantil de 1999 contra la privatización de la educación, ha tenido como vocación principal, abrir un espacio de comunicación masiva para aquellas personas y organizaciones que luchan por transformar sus vidas.
Durante 11 años hemos interactuado con cientos de experiencias de lucha y resistencia de México y el mundo. Nuestra permanencia en el cuadrante de la FM y en internet ha permitido que much@s compañer@s se hayan apropiado del espacio y lo ocupen para difundir sus pensamientos e iniciativas. Ello ha sido posible gracias a la reapropiación de las tecnologías necesarias para transmitir y al compromiso de cientos de personas que han participado en el proyecto durante estos 11 años.
Concebida como espacio de comunicación e intercambio, la Ké Huelga ha abierto posibilidades de diálogo y encuentro que ponen en cuestión dos mecanismos fundamentales del control social: la incomunicación y el silencio mediático. En la «Ké» experimentamos una comunicación donde quienes hablamos por los micrófonos no somos ni nos consideramos «especialistas» y tenemos claro que la práctica de comunicación sólo tiene sentido si aquell@s que escuchan rompen la pasividad y comparten su palabra.
Ello resulta evidente en el caso de las luchas sociales que encuentran en nuestra radio un medio para dar a conocer sus exigencias e iniciativas. De un modo más cotidiano, la Ké permite que diversas expresiones culturales, sociales, políticas, e incluso individuales, «sin tiempo en el aire», tengan canales de mutuo descubrimiento. Donde los medios comerciales dicen «audiencia» nosotr@s decimos «compañer@s».
La Ké Huelga es también un espacio donde aprendemos a luchar, al apropiarnos de conocimientos que el capitalismo reserva a sus medios de incomunicación, y sobre todo, al entrar en contacto con otr@s que como nosotr@s, intentan cambiar este mundo que se desintegra aceleradamente, amenazando con reducirnos a meros espectadores de nuestra propia muerte.
A pesar de los avances logrados, hoy día nos encontramos en una situación delicada: en medio de una criminalización creciente de la lucha social, los medios libres estamos en la mira de la represión. Defender y ampliar los espacios de libertad frente al poder es tarea de todas y todos. Te invitamos a participar en la defensa de la Ké Huelga ocupando un lugar en la programación, contribuyendo con la difusión del proyecto, colaborando económicamente o con equipos, y de todas las formas que juzgues conveniente.
Ciudad Monstruo, junio de 2010
Fuente: kehuelga.org