El reciente traslado de migrantes indocumentados a la base naval de Guantánamo marca un preocupante paso en la política migratoria de Estados Unidos, que bajo la administración de Donald Trump, parece empeñada en fusionar la narrativa de seguridad nacional con la gestión de la migración. Este movimiento no solo refuerza una visión criminalizadora de los migrantes, sino que también eleva el nivel de militarización de lo que es, esencialmente, una cuestión civil.
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El hecho de que las autoridades estadounidenses hayan difundido imágenes de personas encadenadas y escoltadas por militares al llegar a Guantánamo subraya el uso del miedo y la coerción como herramientas políticas.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, no solo justificó estas acciones, sino que fue más allá al describir a los migrantes como “criminales”. Sin embargo, las propias leyes de Estados Unidos contradicen esta afirmación, ya que estar en el país sin documentación es una infracción civil, no un delito.
El uso de Guantánamo, una instalación históricamente asociada con la detención de sospechosos de terrorismo, amplifica el mensaje de que estas personas, en su mayoría en búsqueda de mejores condiciones de vida, son una amenaza comparable a los enemigos de la seguridad nacional. El discurso de Trump y su equipo, al vincular a los migrantes con el crimen organizado y describirlos como “capos de la mafia”, no hace más que deshumanizar y distorsionar la realidad de millones de personas que huyen de la violencia y la pobreza.
Lo que queda claro es que la administración republicana está consolidando una política que busca resolver una cuestión humanitaria a través de la represión y la fuerza. Al planear instalar 30 mil camas en Guantánamo para “alojar temporalmente” a los migrantes indocumentados antes de su deportación, Estados Unidos no está gestionando una crisis migratoria, está gestionando una crisis moral. La construcción de una narrativa donde los migrantes son el enemigo justifica políticas que violan derechos humanos y establecen precedentes peligrosos para futuras administraciones.
La visita de la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, a las instalaciones de Guantánamo parece destinada a consolidar la política de mano dura de la administración Trump. Sin embargo, los críticos no deben perder de vista que este tipo de medidas no abordan las raíces del problema migratorio. Más bien, reafirman la construcción de una fortaleza fronteriza que está decidida a mantener fuera a los más vulnerables, en lugar de enfrentar las causas estructurales que obligan a miles de personas a abandonar sus hogares.
El verdadero crimen aquí no es la migración, sino la normalización de tácticas que castigan a los más desesperados en nombre de la seguridad nacional.
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