A las 9 de la mañana del jueves que recién pasó Nabila Rifo se sentó en la sala del Tribunal Oral en lo Penal de Coyhaique. Venía con unos anteojos oscuros, bien acomodados, que no dejaban a la vista las prótesis que le pusieron tras el ataque que sufrió en esa comuna del sur, un 14 de mayo de 2016, cuando un tercero la golpeó con una piedra y luego le arrancó los ojos. «Volví a tener conciencia cuando desperté en el Hospital de Santiago», contó la víctima, y agregó el diálogo que tuvo con una de las enfermeras ya despierta, cuando le solicitó a la funcionaria que encendiera la luz de la pieza y esta se negó.
–Tuviste un accidente, pero te vamos a poner unas prótesis.
–¿Y con eso voy a volver a ver? –replicó Nabila.
–No es posible.
El acusado, Mauricio Ortega, ex pareja y único imputado como autor de femicidio frustrado, estaba sentado a casi dos metros de la víctima. La miraba cada cierto rato, con una de sus manos apoyadas sobre el mentón. En esa misma mesa se encontraba Fernando Acuña, abogado y defensor público, el encargado de argumentar a favor del acusado.
Fueron casi cuatro horas de declaración. Nabila no se opuso a que la totalidad de la jornada se transmitiera a través de streaming. Casi todos los medios se colgaron a la señal de Poder Judicial. «El hecho de que se haya transparentado la declaración es positivo para contrarrestar esta deformación en la información que algunos medios habían practicado», dice Silvana del Valle, abogada de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres.
Esta deformación, según la jurista, comenzó antes de iniciado el juicio, aparte de conducir el camino hacia un proceso adverso para la víctima: el de la revictimización. «El proceso de revictimización de Nabila comienza desde que se inicia la investigación. La defensa, liderada por Fernando Acuña, empezó a hacer acciones comunicacionales, entregando información falsa y verdadera. Mezcló para confundir a la ciudadanía, sustentando la teoría de que un tercero habría abusado sexualmente de Nabila y la habría intentado matar, pero también tienen una teoría subterránea, que presentan desde lo comunicacional, tratando de involucrar otras situaciones y personas y así culpabilizar a Nabila, como si se mereciese lo que le ha pasado y exculpando a Mauricio Ortega», dice del Valle.
Más allá de las maromas comunicacionales, hubo un momento esencial en el que la defensa intentó escarbar en la vida privada de Nabila, cuando le tocó hacer las preguntas. Acuña intentó escarbar en detalles sexuales de Rifo.
–¿Qué tiene que ver mi vida sexual con lo que aquí me ha pasado? –reaccionó Nabila, en una declaración apoyada masivamente en redes sociales.
«Nos parece una actitud baja que excede toda ética profesional y normativa internacional. El Estado de Chile está obligado a no revictimizar y a no juzgar a las víctimas en un proceso judicial, sobre todo cuando se trata de un caso de violencia contra las mujeres. Estamos obligados por la Cedau y la convención Belem do Para. Y el defensor, como un actor público, representante del Estado de Chile, debió abstenerse de hacer este tipo de preguntas que en definitiva revictimiza y juzga a la víctima», dice Silvana.
¿Qué es la revictimización y cómo se aplica a este caso?
La victimización secundaria, o revictimización, ocurre cuando una persona como Nabila se ve enfrentada a cuestionamientos como los que enfrentó la mujer durante su declaración. «Lo que utilizan como estrategia frecuentemente es insinuar de algún modo que en la víctima radica la responsabilidad por los hechos que acontecen. Por ejemplo, aludir a la vida sexual de la víctima o a alguna conducta que podría haber motivado la violencia por parte del autor. Ese tipo de preguntas genera mucha culpabilidad y una sensación de estigma al transmitir elementos negativos hacia la persona que ha padecido la violencia», dice Lorena Contreras, académica de la facultad de psicología de la Universidad Diego Portales y experta en psicología jurídica y forense.
El tema, agrega la profesora, empeora cuando en este proceso entran a participar entes que debieran velar por la integridad de la víctima: la justicia y medios de comunicación. Si esa protección no se da, la situación podría tener graves consecuencias que se suman al hecho violento mismo. «La victimización secundaria trae efectos muy perjudiciales, particularmente cuando es ejercida desde aquellos actores que deberían proteger a la víctima en su tránsito por el sistema. Puede tener efectos incluso más negativos que el delito mismo, porque la violencia produce en las personas efectos graves que pueden ser de tipo físicos, como en el caso de Nabila, o de tipo sicológico, que afecta sus vínculos sociales, familiares, que afecta la adaptación de la persona a su entorno, pero estos efectos graves pueden ser superados por la reacción de los sistemas de administración de justicia y por los medios de comunicación».
La docente agrega que los medios «son capaces de reproducir discursos, amplificar sus efectos -porque tienen llegada a un público que es masivo-, y eso puede ser tremendamente perjudicial para las personas afectadas».
Un ejemplo claro es el de los matinales, cuando disponen de distintos profesionales, denominados como expertos, que empiezan a analizar cuestiones sin mayores antecedentes y dejando de lado el foco central: la violencia hacia la mujer, hacia Nabila. «Los medios tienden a reproducir dinámicas violentas. La violencia de género en pareja afecta a 1 de cada 3 mujeres en este país, y estas formas de violencia tienen que ver con los patrones culturales acerca de lo que se eleve como concepto masculino y femenino en nuestra sociedad. Esos patrones de género, rígidos, pueden ser reproducidos en el escenario del juicio oral, en donde la agresión a una mujer pudiese estar justificada por su conducta», termina.