En un día como hoy, pero de 1817, nació en Concord, Massachussets (EUA), Henry David Thoreau, poeta y escritor, precursor del anarcoindividualismo norteamericano, autor de El deber de la desobediencia civil y de Walden.
Thoreau nació en Concord, Massachussets en 1817. En 1837 egresó de la Universidad de Harvard y fue profesor en Concord entre 1839 y 1841, teniendo que dejar su empleo por negarse a castigar a sus alumnos. Amigo de Ralph Waldo Emerson entró, a través de éste, en contacto con los trascendentalistas.
De 1845 a 1847 vivió solitariamente, al margen de usos y costumbres, en una cabaña construida por él mismo a orillas del lago Walden. Allí concibió y escribió su obra más conocida: Walden o la vida en los bosques, donde exalta la convivencia con la naturaleza y que sería publicada en 1854.
En su retorno a la civilización fue encarcelado por rehusarse al pago de impuestos. Vivió alternativamente en la casa paterna o en la de su amigo Emerson. En 1863 se editó su famoso ensayo Sobre el deber de la desobediencia civil, de gran influencia en objetores de conciencia, insumisos y en el pacifismo norteamericano de los siglos XIX y XX.
Henry David Thoreau murió el 6 de marzo de 1862.
Fragmento de El deber de la desobediencia civil:
«Visitad un cuartel de la marina y contemplad un infante de marina, un hombre tal como lo puede crear el gobierno americano o como puede devolverlos con sus negras artes, una mera sombra y reminiscencia de humanidad, un hombre amortajado vivo y enterrado ya, bajo las armas, con acompañamiento de cortejo fúnebre (…) La mayoría de los hombres sirve así al Estado, no como hombres, sino como máquinas, con sus cuerpos. Componen el ejército permanente y la milicia, son los carceleros, los policías, los alguaciles, etc. En la mayor parte de los casos, no utilizan en absoluto su juicio o su sentido moral, sino que se colocan al nivel de la madera de la tierra y de las piedras, y quizá pudieran fabricarse hombres de madera que servirían con idéntica perfección para tal propósito. Tales personas no merecen mayor respeto que un hombre de paja o un montón de basura. Valen lo que valen los caballos y los perros».
El Ciudadano