Paulina Aguirre: La historia de la mujer asesinada el Día del Joven Combatiente

Era liceana y militante de MIR cuando la CNI la mató. Tenía solo 20 años. Fue acribillada el mismo día que Rafael y Eduardo Vergara Toledo, el 29 de marzo de 1985.

Paulina Aguirre: La historia de la mujer asesinada el Día del Joven Combatiente

Autor: Daniel Labbé Yáñez

Fotos webDurante las movilizaciones de 2011, algunos pinguinos –principalmente mujeres- comenzaron a reivindicar y recordar en las marchas y tomas la figura de otra estudiante, una que murió siendo alumna del Liceo Valentín Letelier de Recoleta, en Santiago. Se llamaba Paulina Alejandra Aguirre Tobar y era militante de MIR. Tenía 20 años cuando la CNI la mató.

“Hasta hace 8 o 5 años mi hija estaba muy presente en las campañas del Joven Combatiente. Después su figura quedó fuera, la única representante femenina; dejaron solo a los Vergara, los varones. Esto me incomodó totalmente, nunca he comprendido esa actitud. A lo mejor porque yo no estaba en Chile”, dice Luis Aguirre Smith, padre de Paulina. La liceana fue asesinada el mismo día que Rafael y Eduardo Vergara Toledo: el 29 de marzo de 1985, el “Día del Joven Combatiente”.

“Yo soy un poco feminista, hay que resaltar el aspecto femenino de la resistencia. De los cientos de compañeras que murieron en resistencia. Si sacan la imagen de mi hija, no va a quedar ni una en el recuerdo. ¡Y son cientos de mujeres!”, reitera Aguirre. Esta es la historia de una de ellas.

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Foto Rens Veninga

Otro “falso enfrentamiento”, otra vez Corbalán

El 29 de marzo de 1985 Paulina Aguirre Tobar tomó la decisión de volver a su casa, una cabaña de madera ubicada al interior de una parcela en El Arrayán, en la comuna de Lo Barnechea. Había pasado seis días fuera de ella –en la casa de su abuela en Macul- pues tras el reciente terremoto ésta se había agrietado. No quiso quedarse en la otra pieza que le ofreció la dueña del inmueble.

El 27 de marzo, los maestros que reparaban la cabaña de Paulina, al echar abajo la muralla dañada descubrieron paquetes de municiones. Le dijeron a la propietaria y ésta al Ministerio de Defensa. Dos días después, tras ir a su jornada vespertina en su liceo de Recoleta, Aguirre toma la micro hacia su hogar en Lo Barnechea. La CNI la va siguiendo, lo han estado haciendo hace días. integrantes de la Brigada Azul, encargada de aniquilar al MIR, la están esperando.

Según la versión oficial de entonces, cuando la joven abre la puerta del antejardín, los agentes le habrían ordenado que se detuviera e identificara. Ella habría sacado un arma y les habría disparado. No les habría quedado otra que repeler el supuesto ataque y responder. Los aparatos represores y la Dictadura recurrían nuevamente a la vieja y usada mentira del “enfrentamiento”. Sin embargo, la investigación judicial posterior determinó que la estudiante no iba armada –se estableció igualmente que no había restos de pólvora en sus manos- y dejó en evidencia el montaje, en parte gracias a los errores de los asesinos: Estos pusieron el arma en la mano izquierda de la muchacha, quien no era zurda, y usaron una pistola con la que no se había disparado. El informe de autopsia estableció que su cuerpo tenía ocho entradas de bala, dos de las cuales le atravesaron la cabeza. Murió instantáneamente.

Alvaro corbalanEn julio de 2005, 20 años después del crimen, el ministro de fuero Jorge Zepeda condenó a 5 años y un día de presidio al ex director de la Central Nacional de Inteligencia (CNI), Álvaro Corbalán Castilla –condenado también a cadena perpetua como autor del homicidio del carpintero Juan Alegría– y al militar (r) Kranz Bauer Donoso, como autores del homicidio. Ellos dieron la orden de matar. Además, el oficial de Ejército y ex CNI, Jorge Andrade Gómez, y el oficial de Carabineros, Miguel Soto Duarte, fueron condenados a 5 años y un día sin beneficios. Fue este último -“El Paco Aravena”, como lo llamaban- quien disparó las balas que mataron a la estudiante. Por su parte, al suboficial de la Fuerza Aérea, Alejandro Astudillo Adonis, se le aplicó una pena de 3 años. Este, junto a Andrade Gómez, fueron los que le siguieron disparando.

Mirista a los 14 años

Paulina Aguirre comenzó a militar en el MIR a los 14 años, a fines de los ’70. Es en esos años en que se reencuentra con su padre, quien –tras vivir en el exilio al igual que su madre- volvió clandestino a Chile. Ella conocía al Movimiento de Izquierda Revolucionaria desde chiquita, cuando su padre la llevaba a vender El Rebelde a las poblaciones y fábricas todos los domingos. Se hizo llamar “Luisa” porque él –también mirista- se llamaba Luis. “Ella no quería vivir más de rodillas durante la dictadura”, dice Aguirre Smith. Vivió el régimen a través de las torturas que sufrió éste en Calama y de la muerte de Carlos Acuña Álvarez, “el chino”, su tío, fusilado en Antofagasta. Con 15 años ya estaba encargada de recibir a militantes que llegaban a Neltume para formar resistencia a la dictadura y entregárselos a su padre.

“Desde chiquita  fue muy disciplinada. Sólo una vez trató de mentirme. Tenía que ir a un punto, un contacto, y a las dos horas tenía que volver. Y no volvió. Tenía miedo que ella hubiese caído, porque podía caer yo y un montón de compañeros. Dos horas después -o sea 4- me dijo: no me di cuenta. Le dije que me podían haber matado a mí, a la abuelita. Estuvo llorando hasta las dos de la mañana hasta que me contó: Se había dado cita con un pololo del liceo después del punto y se le pasó la hora. Yo estaba tan contento cuando me dijo la verdad: no puedo trabajar cuando la gente miente”, relata Luis Aguirre.

Luis Aguirre

Luis Aguirre. Foto: Rens Veninga

Cuando el proyecto de formación de guerrilleros en Neltume cae, a Luis lo envían a las fronteras de Nicaragua y Panamá. Paulina es trasladada a Santiago, “donde empieza su vida en la guerrilla urbana”, cuenta su padre. Luego de eso es enviada a dos cursos de guerrilla urbana y de armamentos en Cuba, ocasión en la que se vuelven a reencontrar. “En el primer viaje, en una calle de La Habana, ella corre y yo también, nos abrazamos muy emocionados. A ella los compañeros de Chile le habían dicho que yo ya no era militante y ahí adoptó el nombre de Luisa. Se sintió tan feliz de saber que yo seguía en el MIR”, recuerda Luis Aguirre.

“A ella le gustaba tocar guitarra. En Cuba animaba las tardes. Le gustaba inventar canciones y tocar guitarra, era buena animadora de grupo”, agrega. “La segunda vez, cuando fue al curso de Armería, quiso que la acompañara a hacerse un aborto en Cuba. Ella no quería tener un hijo en Chile mientras existiese la Dictadura; sólo cuando triunfase la revolución. Era prioritario, para ella y su compañero, seguir resistiendo”, cuenta.

“Ahora ella es mi ejemplo”

Si efectivamente había municiones en la casa de Paulina en El Arrayán –o si las puso la Brigada Azul de la CNI mientras estuvo esperándola- no fue aclarado por la investigación judicial, pues esta se dio a la tarea de buscar a los responsables de la muerte.

Afiche Paulina chico“Yo no puedo hablar de ella como muerta: es como que los hijos nunca se mueren. He estado buscando en los diccionarios de lenguas la palabra para mencionar cuando el hijo muere: si mueren los padres, se es huérfano; si muere uno de los cónyuges, viudo o viuda. Pero cuando muere el hijo no hay palabra ni en inglés, en nórdico, francés, chino, alemán: es como un hoyo negro. Generalmente los viejos morimos antes que los hijos, salvo un accidente o enfermedad. Eso podría aceptarlo, pero que la hayan asesinado, no lo podré aceptar nunca”, dice Luis Aguirre Smith. Y agrega: “Hoy Paulina me acompaña, me da fuerza. Yo era el ejemplo de ella antes; ahora ella es mi ejemplo”.

Por Rens Veninga Fergadiott y Daniel Labbé Yáñez
Texto publicado originalmente en Ciudad Invisible

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