Pequeña biografía de un grande: hace 83 años nació Rodolfo Walsh

«Hay que tener en cuenta que en la Argentina existe el delito de opinión


Autor: Wari

«Hay que tener en cuenta que en la Argentina existe el delito de opinión. Que está prohibida la expresión de las corrientes políticas que contradigan al sistema en lo esencial. Que se persigue individualmente a todos aquellos periodistas que tratan de violar esos cánones».

Rodolfo Walsh, mayo de 1972

En los años de entreguerra, en la infamia argentina, el compañero Rodolfo Walsh nació en 1927 en la provincia de Río Negro, en la localidad de Choele Choel. Diez años más tarde fue alumno internado en un colegio irlandés para pobres de Capilla del Señor.

En pleno proceso de reconstrucción nacional, en 1944 comenzó a trabajar como corrector, traductor y antólogo de la editorial Hachette, y ya en 1951 ingresó en el oficio que revolucionaría con su pluma: el periodismo.

Comenzó en las revistas Leoplán y Vea y Lea.

En esa década, el diario La Nación lo buscó para incorporarlo a sus filas de redactores, pero Walsh se negó por bien considerarlo un órgano de prensa de la oligarquía nacional.

Ya en la Cuba revolucionaria de 1959 sería uno de los fundadores de Prensa Latina y trabajando allí interceptó el cable de inteligencia yanqui que anunciaba la invasión imperialista conocida como Bahía de Cochinos por ellos, para nosotros Playa Girón, el 17 de abril de 1961

En 1977, Gabriel García Márquez, que también era miembro de Prensa Latina, dijo: «En realidad fue Rodolfo Walsh quien descubrió, desde muchos meses antes, que los Estados Unidos estaban entrenando exiliados cubanos en Guatemala para invadir Cuba por Playa Girón».

García Márquez recordaba: «Jorge Masetti, había instalado en la agencia una sala especial de teletipos para captar y luego analizar en junta de redacción el material informativo de las agencias rivales.

Una noche, por un accidente mecánico, Masetti se encontró en su oficina con un rollo de teletipo que no tenía noticias sino un mensaje muy largo en clave intrincada. Era en realidad un despacho de tráfico comercial de la «Tropical Cable» de Guatemala. Rodolfo Walsh, que por cierto repudiaba en secreto sus antiguos cuentos policiales, se empeñó en descifrar el mensaje con ayuda de unos manuales de criptografía recreativa que compró en una librería de lance de La Habana.

Lo consiguió al cabo de muchas horas insomnes, sin haberlo hecho nunca y sin ningún entrenamiento en la materia, y lo que encontró dentro no solo fue una noticia sensacional para un periodista militante, sino una información providencial para el gobierno revolucionario de Cuba.

El cable estaba dirigido a Washington por el jefe de la CIA en Guatemala, adscripto al personal de la embajada de Estados Unidos en ese país, y era un informe minucioso de los preparativos de un desembarco en Cuba por cuenta del gobierno norteamericano.

Se revelaba, inclusive, el lugar donde empezaban a prepararse los reclutas: la hacienda Retalhuleu, un antiguo cafetal al norte de Guatemala».

De regreso a la Argentina siguió trabajando en Primera Plana, Panorama y el semanario de la CGT entre 1968 y 1970, saliendo al público de forma clandestina luego de la detención de Raimundo Ongaro y el allanamiento en 1969 a la CGT de los Argentinos.

En 1972 escribiría por un año en el Semanario Villero y en el diario Noticias hasta que fue clausurado en 1974. Allí se publicaba a diario la tira El Eternauta, de Héctor G. Oesterheld.

Dirigió junto al hoy juez Eduardo Luis Duhalde, junto a Paco Urondo, Rodolfo Ortega Peña y Haroldo Conti, la revista Militancia, que salió en 1973 y al año siguiente fue clausurada por Isabel Perón.

Luego del ajusticiamiento por parte del Comando Juan José Lavalle de Pedro E. Aramburu, Walsh inició un acercamiento a Montoneros, especialmente cuando Walsh formó parte de un comando que terminó la vida del sindicalista Alonso, y se incorporó definitivamente en 1973 como oficial encargado de inteligencia.

Tenía entonces su nombre de guerra «Esteban». Para esa tarea decía: «No se puede vencer a un enemigo sin antes comprenderlo».

Por aquel entonces, Walsh simpatizaba con Mario Eduardo Firmenich y desconfiaba de Perón.

Luego del pase a la clandestinidad de Montoneros y de la muerte del Viejo, Walsh acató la decisión de operar ocultamente, pero en el ’75 analizó la situación y tuvo un choque con Firmenich y parte de la Conducción Nacional.

Walsh decía que había una sensación optimista en la conducción de Montoneros, pero ya en ese año, previo al golpe de Estado, sentenció: «esta batalla está perdida», y consideraba que el camino a adoptar era un repliegue absoluto.

Pedía que se admitiese la derrota en ese momento, para evitar el exterminio de los militantes, y preservar a los líderes e históricos en el exterior.

El único punto que le aceptó Firmenich fue el autoexilio de la Conducción.

A consideración de Walsh, era imposible enfrentar con fusiles a todas las FFAA, y comenzó a actuar para despabilar a la sociedad haciendo correr noticias por todas partes.

En un escrito interno, «Observaciones sobre el documento del Consejo», Walsh dijo: «Si corregimos nuestros errores volveremos a convertirnos en una alternativa de poder… tenemos todo el tiempo necesario, si lo sabemos usar». Ya enfrentado dialécticamente con Firmenich en cuanto a las metodologías, Walsh diría: «La personalización de la política nos parece peligrosa. Primero porque creemos que para el pueblo existen los muchachos, los Montoneros, antes que Firmenich».

Con la salida de la Conducción Nacional de Montoneros del país, Rodolfo Walsh apuntó luego de que comenzara a crearse el Movimiento Montonero como fuerza política, que «nuestra teoría ha galopado kilómetros adelante de la realidad, cuando eso ocurre, la vanguardia corre el riesgo de convertirse en patrulla perdida».

Y agregó: «Entiendo que Montoneros debe seguir la dirección de retirada marcada por el pueblo, que es hacia el peronismo, y que la única propuesta aglutinante que podemos formular a las masas es la resistencia popular, cuya vanguardia en la clase trabajadora debe ser nuevamente la resistencia peronista».

Lo que planteaba Walsh era transformar la derrota militar en una futura victoria política.

Cuando la luz se apagó en nuestra patria el 24 de marzo de 1976, Walsh organizó ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), nombre que causó desconcierto en el seno de las FFAA que pensaban que se trataba de un grupo interno de la Marina.

Desde allí, y en la más extrema clandestinidad, trabajó para romper el cerco informativo impuesto por la dictadura con la complicidad de los directores de los medios.

A diario despachaba cables de noticias hacia cada redacción dando cuenta cual era la realidad del país pisoteado por las botas, por lo que hoy ningún trabajador de prensa de aquellos años puede decir que «no sabía» lo que pasaba.

La prensa oligárquica quiere desmitificar al verdadero Walsh, dejándolo sólo en un papel de «gran periodista» y quitándole sus otras extremidades del cuerpo.

Su compromiso no se cerró sólo detrás de una máquina de escribir. Rodolfo Walsh era un auténtico revolucionario que acompañó todo el proceso de resistencia y de liberación nacional, militando en las FAP identificándose con la izquierda peronista de los ’60, ingresando a Montoneros ya en los ’70. cuando se cumplió un año de la más feroz represión y sabiéndose cercado, Walsh escribió la Carta Abierta a la Junta Militar.

El 25 de marzo de 1977, un día después de la Carta Abierta, Rodolfo Walsh era buscado para ser secuestrado vivo a fines de sacarle toda la información posible «quebrándolo».

Estaba en la zona de Congreso donde dejó unas cartas en un buzón, y se alejó por Entre Ríos hacia la avenida San Juan. Al mismo tiempo, otro grupo de tareas reventaba su casa en San Vicente, donde se llevaron muchos de sus escritos, entre ellos «Ese Hombre», que estaba en manos de Massera y fue robado por una militante liberada.

Mientras caminaba, Walsh comenzó a sentir el olor de la muerte: vio a muchos siguiendo sus movimientos y se dio cuenta que la cita estaba envenenada.

Se lanzó en carrera y un oficial de la Marina intentó hacerlo caer en la carrera. Walsh sacó la pistola y respondió el fuego, mientras una ráfaga de ametralladora lo cortaba al medio.

Ante la Justicia, Martín Grass dice haber visto al cuerpo de Walsh en la ESMA, muerto antes de llegar. Tenía 50 años.

Su cuerpo fue desaparecido.

De chico quiso ser aviador, hoy es un héroe que extrañamos.

Hoy todos extrañamos al periodista y maestro Walsh, al revolucionario Walsh, y al compañero montonero Rodolfo Walsh.

Por Gabriel Martin

Rosario, Santa Fe, Argentina

Fuente: www.nacionalypopular.com


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano