Pedofilia, lavado de dinero, corrupción y divisiones en la “casa de Dios”
El Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, omitió información al entregar sus motivos de renuncia al frente del Vaticano. Señaló públicamente que dejaba el cargo pues ya no tenía “fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, el de Pedro, el que negó tres veces a Jesús. No obstante trascendió a nivel mundial que su cansancio tenía que ver con episodios de índole sexual, corrupción financiera, pugnas en le jerarquía de la Iglesia Católica, lobby de una red homosexual y un informe de tres cardenales que reveló una muy negativa situación de la Santa Sede.
Revelaciones, documentos e informaciones conocidas durante las últimas semanas en todo el mundo apuntan a las razones por las cuales, de hecho, cayó el Papa Benedicto XVI. Pugnas en la alta jerarquía del Vaticano, escándalos de corrupción, posible lobby homosexual, los sucesos de pedofilia dentro de la Iglesia, terminaron por minar las fuerzas del Sumo Pontífice que, finalmente, se hizo a un lado.
En sus propias palabras hay referencia tácita a las situaciones que lo golpearon a él y al Vaticano. “Pienso… en los atentados contra la unidad de la Iglesia y en las divisiones en el cuerpo eclesial”, dijo poco después de anunciar su renuncia al papado, algo que no ocurría hace 600 años. “Mis fuerzas ( ) no son ya las adecuadas”, manifestó también, para encarar el trabajo como jefe de los católicos del mundo. Cuando hizo el anuncio de su retiro, Joseph Ratzinger precisó que “es necesario el rigor tanto del cuerpo como del espíritu, rigor que en los últimos meses ha disminuido en mí…”
En círculos de la Iglesia, diplomáticos y sobre todo en medios de comunicación de todo el mundo -más allá de publicaciones retóricas, pro católicas, exaltadoras mediáticas del Papa, como ocurrió con la prensa conservadora chilena- el comentario obligado se refirió a que finalmente Benedicto XVI no tuvo la salud ni la fuerza para enfrentar el cúmulo de problemas graves que se están registrando dentro del Iglesia Católica, y que la gota que rebalsó el vaso fue el informe elaborado por los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore de Giorgi -de unas 300 páginas-, donde se reportaba toda una situación de corrupción y sexo, sumada a la continuidad de casos de sacerdotes y obispos pederastas.
La periodista Concita di Gregorio, del diario La Reppublica, de Italia, escribió un amplio reportaje dando cuenta de ese informe de cardenales, donde se señala que dentro del Vaticano hubo lobby de una red de homosexuales, existencia de favores sexuales, tráfico de influencias y corrupción financiera. A todo ello se sumó un informe periodístico de la publicación Panorama, en el mismo tenor.
En esas semanas de febrero, la revista mexicana Proceso, publicó un artículo donde se señaló que “al menos tres grupos habrían protagonizado las pugnas intestinas: los liderados por los cardenales Tarcisio Bertone, secretario de Estado, Ángelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Ángelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Y los tres se aprestan para una nueva batalla: influir en la elección del nuevo Papa”. Las “divisiones en el cuerpo eclesial” de las que habló Benedicto XVI.
Por cierto que en todo esto jugaron un rol determinante los documentos del Vatileaks, bautizados así por el propio vocero del Vaticano, Federico Lombardi, donde se revelan lastimeros episodios que hablan de situaciones oscuras, delictivas e irregulares dentro de la entidad católica.
Hay que recordar, además, la crisis que la Iglesia Católica tiene hace años con baja de adherentes, déficit de nuevos sacerdotes, escándalos sexuales protagonizados por monjas, crisis internas en organizaciones como el Opus Dei y la continuidad de problemas con el Banco del Vaticano.
La verdad es que se necesitaba más que un marcopasos en el corazón y un grupo de consejeros en la mente para que Joseph Ratzinger continuara como Papa.
EL CASO DEL MAYORDOMO
Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa, fue acusado de robar documentos personales del pontífice y filtrarlos a los medios de prensa. Los documentos conocidos como Vatileaks, se transformaron en pruebas de que algo oscuro se tejía en los intramuros de la Santa Sede. Gabriele fundó su acto en su amor a la Iglesia, pero fue encarcelado durante 20 días en una celda muy pequeña en la que no podía estirar sus brazos, y con luz durante las 24 horas continua, sin existir interruptor al interior del cubículo.
Luego vino un hecho sorprendente. Benedicto XVI lo perdonó. Cuando lo hizo, el Papa ya tenía decidido su retiro. Todo indica que sabía que su mayordomo había actuado pensando en visibilizar el caso dentro de la Iglesia y que, al menos, lo que había revelado era cierto. Su Santidad hizo un gesto a alguien que simplemente había optado por denunciar aquello que incluso el propio Papa no podía dar cuenta.
A esos documentos se sumó el demoledor informe de los cardenales Herranz, Tomko y De Giorgi. El Papa conoció la primera parte en agosto y la segunda en diciembre del 2012. Las casi 300 hojas contenían información relativa a incumplimientos de la Iglesia a los mandamientos de “no robarás” y “no cometerás adulterio” y cómo la Santa Sede, por medio del Banco Vaticano, ha estado envuelta en lavado de dinero y corrupción, asociados a un red gay que ocupa altos cargos en la entidad religiosa.
Joseph Ratzinger (que a estas alturas ya descansa en una exclusiva residencia como virtual “Papa paralelo”), al parecer, habría hecho el intento de limpiar el “dinero de Dios” y poner un sello de que se haría “justicia” con los miles de actos pederastas cometidos. El estaba enterado hace más de dos décadas de la podredumbre, desde que presidía la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (Inquisición), durante Juan Pablo II (Opus Dei). Secretos que mantuvo bajo la sotana y sólo encaró una vez asumido como Papá, tras la exposición pública mundial del abuso de poder cometido por miembros de la Iglesia católica alrededor del mundo, incluido Chile.
Claro que él también fue acusado por familiares de las víctimas, abogados y crítica de la Iglesia, por ocultar u omitir situaciones de delitos sexuales y de irregularidades, cuyos protagonistas eran altos jerarcas de la Iglesia católica. Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger quien integró las juventudes nazis, no sólo debía cumplir funciones como defensor de la ortodoxia doctrinaria, sino también ser el “ministro” que debía seguir y castigar las violaciones de la disciplina, que incluye los abusos sexuales. En eso quedó en un punto deficitario.
A tanto llegaron las cosas, que se quiso reforzar la estrategia comunicacional del Vaticano y se sumó a sus filas al periodista norteamericano Greg Burke, miembro del Opus Dei y ex miembro de la agencia Reuters, la revista Time y la cadena Fox, con años de experiencia cubriendo las informaciones de la Santa Sede. Pero ya era tarde.
LA BANCA DE DIOS
El Instituto para la Obras de la Religión (IOR), más conocido como el Banco Vaticano está en tela de juicio una vez más. Los requisitos de la Unión Europea sobre blanqueo de capitales, no están siendo cumplidos. El fantasma de que la IOR es una gran lavadora de dinero volvió a resucitar.
El Banco Vaticano fue fundado tras el Tratado de Letrán (1929), que reconoce a la soberanía del Estado Vaticano. Hasta entonces la Iglesia la había prohibido la usura con el III Concilio de Letrán (1179), decretando incluso la excomunión de los miembros que la practicaran, pero el acuerdo fue borrado con el codo y el “perdón de Dios”.
A la creación del IOR se vincula a Bernandino Nogara, ingeniero que multiplicó el dinero vaticano acoplándolo a lucrativos negocios como el de las armas, y municiones que luego fueron enviadas al ejército italiano en su invasión a Etiopía (1935).
Benito Mussolini, también dio un impulso en dinero para hacer posible el Banco Vaticano y más tarde, hacia el término de la Segunda Guerra Mundial, Hitler crearía el Kirchensteuer, un impuesto aún vigente en Alemania para todo quien se declara católico y que va a parar a las arcas vaticanas.
Pero el más bullado caso de corrupción, lavado de dinero y sangre ligado a la “Banca de Dios”, es el del Banco Ambrosiano. El IOR era el accionista mayoritario, dirigido entre 1979 y 1989 por el arzobispo, Paul Marcinkus, amigo de Roberto Calvi, miembro de la logia masónica Propaganda Due (P2) y director del Banco Ambrosiano quien fue encontrado colgado bajo un puente del Tamesis en Londres simulando un suicidio, tras la quiebra de la entidad financiera. Por su parte, Marcinkus evadió la justicia usando su inmunidad diplomática y fue trasladado a Estados Unidos para su resguardo. La quiebra del Banco Ambrosiano, es aún recordada como el mayor fraude de las instituciones financieras privadas en Italia.
La historia de manejos oscuros de los dineros vaticanos, no acababa ahí. Recientemente JP Morgan en Italia decidió cerrarle la cuenta al Papa por presuntas violaciones de la ley contra el lavado de dinero. Tras continuas solicitudes de información al IOR este se negó a entregarla.
La cuenta del banco del Papa tenía una característica muy peculiar. En sus 18 meses de funcionamiento, cada día, su saldo volvía a cero y el dinero acumulado en acto de limpieza era transferido la cuenta que el IOR tiene con JP Morgan en Francfort. En un año y medio se movieron más de 1.500 millones de euros.
Gotti Tedeschi, miembro del Opus Dei, y presidente del IOR hasta hace poco, sospechaba que algunas de las cuentas cifradas abiertas en la Santa Sede ocultaban fondos ilícitos de empresarios, políticos y jefes de la Mafia. Temía por su vida, entonces elaboró un completo informe pro su algo le sucedía, este llegara a las manos del Papa. No obstante la policía italiana, llegó antes. Allanaron su casa y oficina y se llevaron toda la evidencia, buscaban información relativa al comportamiento poco transparente del IOR.
A lo anterior se sumó el dictamen de la incautación preventiva de 23 millones de euros depositados en una cuenta corriente del banco Crédito Artigiano a nombre del Banco Vaticano.
Gotti , amigo de Ratzinger intentaba ordenar las cuentas e iba atando cabos. Pero para el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado de la Ciudad del Vaticano, ligado al poder de Silvio Berusconi, las acciones de Gotti le eran molestas.
Entonces Bertone, junto a su protegido, Marco Simeon, un joven de 33 años con una carrera ascendente, encargan un informe psicológico de Gotti para dejarlo fuera del IOR. En él se señalaba que no era apto para el cargo y que estaba afectado mentalmente por una paranoia relacionado a una conspiración judeo-masónica en su contra.
Marco Simeon al ser consultado por el asunto, se limitó a decir: “No formo parte de la P4, pero la masonería es un elemento fundamental del poder en Italia”. El joven resume de clara forma con esta frase el cómo se maneja el oscuro poder vaticano: “ El secreto es poder y el Vaticano enseña que quien sabe no habla, y quien habla no sabe. Yo nunca digo demasiado”.
Pero Ratzinger no se quedaría tranquilo y en un ajuste de cuenta tratando de detener la influencia de Berlusconni y el P4 en el “dinero divino”, ha llevado recientemente a la presidencia del IOR a Ernst Von Freyberg, caballero de la Orden de Malta, constructor de buques de guerra, un alemán que junto al próximo Papa, tendrán dura tarea si el fin es transparentar.
Como explica Enric Frattini, autor de “Los Cuervos del Vaticano”, Ratzinger “no ha sabido lidiar con esa guerra atroz que se desató en el colegio cardenalicio desde 2006 entre el sector diplomático de Angelo Sodano, cardenal decano, y los bertonianos, de Tarcisio Bertone, secretario de Estado y camarlengo (papa encargado)”, las disputas le habrían creado un ambiente hostil. Un calvario al cabo del cual el Papa acabó crucificado entre los dos purpurados.
Finalmente cabe señalar que según investigaciones del diario inglés London Telegraph y del Inside Fraud Bulletin, para febrero del 2002 el banco del Vaticano era responsable anualmente del blanqueo de 55 billones de dólares provenientes de la mafia.
PEDERASTAS CON SOTANA Y ERRÁZURIZ
Renunciado Benedicto XVI, desde varios países llegaron más denuncias de jerarcas católicos ligados a casos de pedofilia, lo que incluyó críticas de cardenales, exigiéndose que ellos no participen en la elección del nuevo Papa.
Distintos sectores de la sociedad, en varios países, pidieron que no sean parte de la elección del Sumo Pontífice los cardenales Norberto Rivera (México), Roger Mahony (Estados Unidos), Seán Brady (Irlanda), Godfried Daneels (Bélgica), el Leonardo Sandri (Argentina) y Stanisław Dziwisz (Polonia).
El abuso sexual a menores de edad, niños y niñas, y adolescentes por parte de miembros y jerarcas de la Iglesia Católica, se sumó a la lista de prácticas poco santas, de quienes aprovechándose de la fe y la inocencia de menores y adolescentes los marcaron de por vida. Ahora marca a varios jefes católicos. Y el Papa renunciado lo sabía.
En ese marco, Chile apareció mencionado. Nada menos que en el periódico estadounidense New York Times, que publicó una nota sobre los religiosos pederastas y puso en la lista al cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz, como una de las autoridades “falibles” por fallar en la denuncia y procesamiento por casos de abusos sexuales dentro de sus jurisdicciones religiosas. Se sumó así a quienes no deberían participar en el cónclave para designar al jefe de la Iglesia Católica.
«En Chile, sobrevivientes de casos de abusos sexuales y sus defensores han llamado la atención sobre la figura del cardenal Francisco Javier Errázuriz, ex arzobispo de Santiago. Argumentan que durante años hizo caso omiso a sus acusaciones contra uno de los sacerdotes más importantes e influyentes del país, Fernando Karadima, y se negó a reunirse con las víctimas o llevar a cabo una investigación», indicó la nota periodística del New York Times.
En el trabajo periodístico se indicó que “después de que las víctimas hicieron públicas sus denuncias, la justicia y la Iglesia iniciaron investigaciones contra Karadima y lo declararon culpable de abusos. A principios de 2011 el Vaticano ordenó que el sacerdote se retirara a ‘una vida de oración y penitencia’. Pero se espera que el cardenal Errázuriz vote en el cónclave”.
En Chile no olvidan las sorpresivas y desubicadas palabras del cardenal Errázuriz cuando señaló que en la Iglesia chilena “hay algo de estos abusos de pedofilia. Hay poquitos, gracias a Dios”.
No sólo casos de pedofilia en la Iglesia salieron a la luz pública. Cabe recordar el final del cura Benedicto Piccardo quien fue encontrado muerto, atado y amordazado en su departamento en la ciudad de Puerto Montt, a manos de un joven con quien mantenía relaciones homosexuales.
Escabroso es también el hecho denunciado por el exorcista autorizado del Vaticano, Gabriele Armoth, quien aseguró que la joven Emanuela Orlandi, quinceañera romana que fue secuestrada en 1983, estuvo en realidad en la Ciudad del Vaticano durante el tiempo que estuvo desaparecida. Allí, un círculo de pederastas la convirtió en su esclava sexual y la usaron en varias orgías. Cuando se cansaron de ella, la asesinaron. “El crimen tuvo un objeto sexual”, aseveró el exorcista. “Se organizaban fiestas y uno de los gendarmes del Vaticano se encargaba de reclutar a las chicas”, puntualizó.
Ratzinger no podía más. Era muy dura la carga de la cruz. Después de 600 años se produjo la renuncia papal, impactando al mundo, en medio del simbolismo de un rayo que cayó ese día sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro. Como otros rayos de fuego y luminosos que golpean a la Iglesia Católica en los últimos años.
RECUADRO
CURAS Y SACERDOTES CHILENOS Y LA PEDOFILIA
Uno de los primeros hechos de pederastia cometidos por la Iglesia chilena se dio a conocer el 2002 tras denuncias periodísticas sobre abusos sexuales a niños y jóvenes que se extendieron por más de 10 años, y fueron perpetradas por el arzobispo de La Serena, Francisco José Cox.
Luego, en junio de 2003, es condenado a 12 años de cárcel José Andrés Aguirre Ovalle, mejor conocido como el «Cura Tato», como autor de violación, abusos deshonestos reiterados y estupro contra nueve jóvenes entre 1998 y 2002.
Para enero de 2010, una investigación desarrollada por el Ministerio Público, acreditó que el entonces sacerdote de la iglesia de Melipilla, Ricardo Alberto Muñoz Quintero, explotó sexualmente y de manera reiterada a cinco adolescentes, además abusó sexualmente de una de sus dos hijas. Junto a lo anterior, fue acusado de producir material pornográfico infantil, obtenido de los mismos ilícitos.
En febrero del 2011, Fernando Karadima, ex párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, tras una investigación de la Santa Sede, fue declarado culpable de abuso sexual con violencia contra menores, pederastia y efebofilia.
Como no se podía seguir al margen de tanta atrocidad, en abril de 2011, la Conferencia Episcopal de Chile presentó un Protocolo ante Denuncias contra Clérigos por Abusos de Menores, y anunció la formación de un Consejo que se encargaría de dirigir políticas de prevención de abusos sexuales, y de ofrecer ayuda a las víctimas. No obstante sigue siendo una traba para conocer todos los hechos de pederastia en el seno de la Iglesia, el llamado Sigilo Sacramental, el que tiene que ver con una “disposición canónica que prohíbe terminantemente al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo”.
Hace pocos meses, un miembro de los Legionarios de Cristo (Organización religiosa liderada por Marcel Maciel, reconocido pederasta ya fallecido), de nombre John O’Reilly, fue suspendido de sus funciones tras una denuncia de abuso sexual interpuesta por una de sus alumnas en el Colegio Cumbres.
Bullado fue también el caso en que Isabel Lagos Droguett, “Sor Paula», quien desde su puesto durante más de dos décadas en el colegio de las Monjas Ursulinas en Chile abusó sexualmente de alumnas. Removida de su cargo tras investigación canónica que falló en su contra, falleció en Chile.
Se suman a la lista los religiosos Cristián Precht y Alfredo Soiza-Piñeyro quienes están acusados de abusos sexuales a menores y mayores de edad.
Por Bruno Sommer Catalán
El Ciudadano Nº140, marzo 2013
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