Cuando se menciona el tema de desapariciones o muertes en circunstancias extrañas en nuestra provincia, es inevitable que de la memoria colectiva surjan varios nombres. La lista es extensa: James Emmott, Cynthia Cortés, César John, Yordan Fernández, Gustavo Adolfo Pardo, Harry Vidal… La última adición es Carlos Millán, desaparecido sin dejar rastro en octubre pasado, en Valdivia.
Pese al revuelo causado en la provincia por esta nueva desaparición, las autoridades y la prensa le han bajado el perfil al asunto y -para la opinión pública- no se ve un trabajo acucioso por parte de los organismos competentes. Cómo no recordar el bochornoso caso de Alto Hospicio, en el que las autoridades policiales de la época quedaron en ridículo, producto de la liviandad de la pesquisa.
Las investigaciones quedan truncadas por falta de antecedentes y se retrasan los procesos. Y es aquí donde se pone en tela de juicio el accionar judicial. Casos como el de Jorge Matute Johns, siguen ocurriendo en nuestro país. Parece que las lecciones no se aprenden.
ESTADÍSTICAS Y LEGISLACIÓN
Según datos de Investigaciones, actualmente en Chile hay cerca de 280 personas perdidas y cada tres horas desaparece un niño o un adulto. En ese universo, el 70% corresponde a quienes se fueron voluntariamente o sufren de algún problema mental.
Para el capitán de carabineros Juan Baeza, jefe de la 3ª Comisaría de La Unión, “todos los días hay denuncias de presunta desgracia, pero en su gran mayoría son menores que se van de la casa y que aparecen a los tres días.” El secretario general de las agrupaciones ‘Crímenes sin Resolver’ y ‘Niños y Adultos Extraviados’, José Ferrada, asegura que “las cifras oficiales están muy alejadas de la realidad. En Chile se pierden 4 ó 5 personas por día y no estamos hablando de casos en que la gente se va y vuelve. Por algo Investigaciones y Carabineros formaron cuerpos especiales del tema.”
Estas desapariciones y muertes en circunstancias extrañas pocas veces son catalogadas como homicidios. En su mayoría, por no estar acreditada la participación de terceros. A veces se rotulan como simples accidentes e incluso suicidios.
La legislación al respecto ha sufrido una modificación positiva con la reforma procesal penal. La nueva ley establece la búsqueda inmediata al existir una denuncia por presunta desgracia ante la desaparición de un familiar, entregando datos y señas que permitan dar con su paradero.
Por desgracia, la mayoría de los casos previos a esta normativa ya han prescrito, están por hacerlo o han sido sobreseídos. Para el diputado Enrique Jaramillo, “el tema no se toca tanto a nivel parlamentario. Ciertas autoridades -sin apuntar a ninguna en especial- no han hecho mucho a este respecto. Como estamos abocados en la legislación a los casos de DD.HH., pienso que se pueden conjugar, ya que en estos asuntos las condenas son por desaparecidos. Es curioso que se aplique esa ley para épocas pasadas y no para los tiempos actuales. El futuro Ministerio de la Familia, deberá tener un anexo que apunte a las desapariciones”.
AGRUPACIONES
‘Crímenes sin Resolver’ es un grupo de personas que creen que en la muerte de sus familiares la investigación no ha establecido toda la verdad. Otro organismo, la ‘Corporación Chilena de Familiares de Niños y Adultos Extraviados’, conocida como ‘Ayúdame’, es una agrupación sin personalidad jurídica y sin recursos.
En Chile existen varios otros grupos que siguen esta línea, aunque algunos han desaparecido o se han transformado. Por ejemplo, ‘Perdidos’ nació de ‘Ayúdame’. Otra es la ‘Agrupación de Familiares Asesinados’. La mayoría de estos conglomerados no tienen fines de lucro y trabajan con redes de cooperación entre sí.
Sin embargo, tanto en la ciudadanía como en las autoridades, se producen sentimientos encontrados: de apoyo y de rechazo. Ferrada comenta que “alguna vez quisieron declararnos personas non gratas, porque agitábamos a la ciudad y mostrábamos una mala imagen de ella. Incluso tratamos de sacar personalidad jurídica, pero no nos dejaron.”
MISTERIOS SIN RESOLVER
Más allá de la estadística y del amarillismo mediático, el sur de Chile siempre ha tenido un halo de misterios y leyendas. De esta zona proceden varios de los mitos más conocidos como el Caleuche, el Trauco y la Fiura. Pero cuando nos ponemos a revisar la lista de jóvenes desaparecidos o encontrados muertos en extrañas circunstancias, la premisa de que la realidad supera a la ficción se hace tristemente presente.
De los casos emblemáticos, quizás el que más ríos de tinta ha hecho correr es el de Yordan Fernández, estudiante de 15 años, quien desapareció en La Unión en diciembre de 1997, en el Liceo Industrial Ricardo Fenner Ruedy. Como estaba interno, sus padres no se enteraron del extravío hasta varios días después. Para las autoridades del liceo, sólo se trató de una fuga. Su padre, Ruperto Fernández, se desvive hasta hoy tratando de averiguar el paradero de su hijo. Acusa a las autoridades de no ser escuchado y de distraer la investigación. Se nombraron ministros en visita; la ribera del río Bueno fue inspeccionada milímetro a milímetro y se rastreó el liceo ¡5 años después de la desaparición! Su caso prescribe el próximo año y aún no hay explicación alguna.
La Unión tiene un triste record de casos no resueltos. Sólo por nombrar algunos: Sergio Burgos Mautz, mutilado y asesinado en 1985, nunca se tuvo antecedentes de lo ocurrido. Jorge Riquelme, 20 años, encontrado muerto junto a otro individuo, en diciembre de 1987; su cuerpo presentaba señas de haber sido golpeado. Hubo contradicciones en sus dos autopsias. Sardys Gutiérrez, 24 años, trabajador de un supermercado, desaparecido en 1995, encontrado muerto por “causas naturales”, 6 días después, en Conmuco. Víctor Hugo Carrasco, 23 años, encontrado agónico en febrero de 1999, camino a Puerto Nuevo. Juan Salgado de 28 años, atropellado en extrañas circunstancias, en julio de 1999. César John, encontrado muerto la noche del 10 de julio de 1999, cuando estaba con dos amigos. Ellos dijeron que se cayó al río, sin embargo existen datos que señalan que no fue así.
En Paillaco, se cuenta el crimen de Gustavo Adolfo Pardo, 17 años, asesinado a la salida de una discotheque local donde el joven habría denunciado el robo de una casaca. Más tarde, los supuestos autores del hurto volvieron, lo golpearon y pasaron una camioneta varias veces por encima. Aunque hubo detenidos, el caso nunca fue resuelto satisfactoriamente y se cerró.
En la misma ciudad, Segundo Vidal, carpintero jubilado, tenía un hijo, Luis, que murió en circunstancias extrañas: “lo mataron de un palo en la nuca y lo fueron a botar a la línea del tren. Pero no tenía marcas, ni heridas, ni siquiera su ropa estaba rajada. A la distancia que se encontraba de la línea, el tren lo hubiese hecho pedazos.” Fue a Investigaciones en Valdivia, pero señala que “no hicieron nada”. El anciano dejó el caso y no tomó acciones legales.
Aunque en Río Bueno son pocos los antecedentes de jóvenes, sí hay un buen número de casos sin solución de adultos perdidos o asesinados. El más representativo es el de Oscar Ricardo Neicul extraviado en Crucero, en julio de 1995. Sus restos mutilados fueron encontrados años después envueltos en nylon en el río Carrileufu, del mismo sector. Se presume la participación de uniformados. Otros desaparecidos son Luis Ríos Baldovinos, Martín Reyes Cortés y Lidia Vera.
En Valdivia, el 2002, James Emmott fue encontrado muerto con claras muestras de haber sido brutalmente golpeado. Pese a que la versión oficial era que el universitario habría muerto por inmersión, los antecedentes revelaron al final un crimen que aún se investiga. En el caso de Cynthia Cortés, desaparecida y encontrada muerta el 2003, hubo varias anomalías en el proceso, como la pérdida de muestras que revelarían la identidad de los responsables del asesinato de la estudiante de arquitectura. Aunque la justicia inculpó a un homicida, se rumoreaba que en el crimen estarían involucrados familiares de personajes valdivianos “influyentes”. Y de Carlos Millán nada se sabe. Sus padres, familiares y amigos aún no cesan su búsqueda. La lista podría extenderse aún más…
ESPECULANDO
Al parecer el silencio por miedo a represalias o amenazas es recurrente en estos procesos. Los rumores hablan también de pérdida intencionada de información o pistas concluyentes; extorsiones, coimas y sobornos; una red de protección de personajes poderosos; represalias ante la entrega de datos útiles; sobreseimientos o prescripción de casos y una serie de irregularidades a la hora de resolver. Las explicaciones de por qué siguen ocurriendo estas situaciones en la provincia y cuáles son sus causas son muy variadas.
Una de las hipótesis vox populi, es la que atribuye algunos de estos hechos a personas poderosas en las localidades donde se cometen estas atrocidades. Familiares, amigos o conocidos de personalidades de gran poder económico y que, por su posición social, son protegidos e incluso liberados, vía culpar a inocentes (conocidos como “chivos expiatorios”), para no pagar en carne propia los crímenes cometidos.
Hay casos de muertes o desapariciones que tendrían otra explicación, fuera de la oficial. Para Juan Carlos Flores, tío de Yordan, el de su sobrino es uno de ellos: “todos sabemos quién lo mató, pero necesitamos pruebas válidas. Aquí hay poder, hay dinero y gente relacionada con inversiones en el liceo en que desapareció.”
Otra expli-cación existente en La Unión y que roza la fantasía de los filmes de terror, especula con la presencia del clásico psicópata asesino en serie. Incluso se propone que el móvil sería la eliminación de minorías, pero dada la heterogeneidad de las víctimas, ésta es la menos sostenible y con menos posibilidad de ser la real.
Una de las más populares elucubraciones en torno al tema de las desapariciones tiene que ver con el tráfico de órganos. Se han dado algunos casos -muy pocos- en que se ha encontrado a niños sin sus córneas y con un puñado de billetes en los bolsillos.
El tráfico de drogas es cuento aparte. Muchos de los casos mencionados podrían estar relacionados con el contrabando o con el mero consumo.
Las autoridades interpretan estos casos de otro modo. El comisario Baeza, señala que “acá los territorios son muy extensos; la topografía es complicada y muy boscosa, sin embargo, la gente que fallece por inmersión, según las condiciones climáticas, a la larga es encontrada. Pero, en aquellos casos en que no se sabe si están muertos o no, no podemos establecer una hipótesis y si se hace, se maneja de manera reservada, para no entorpecer la investigación.”
COMUNICACIÓN HORIZONTAL
Nos parece que muchos de estos hechos podrían haberse evitado de existir educación frente al tema y una buena comunicación entre padres e hijos. Vale decir, que el joven pueda sentir la confianza de contarle a sus padres qué hacer y qué no; qué lugares frecuenta o quiénes son sus amistades. Pero también que los padres comprendan que sus hijos no siempre harán lo que ellos quieren, pues los jóvenes no entienden el mundo de la misma manera que sus progenitores.
Del mismo modo, se debe educar concienzudamente a los pequeños para prevenir el extravío. Se recomienda tener fotos actualizadas de su hijo y tener registros de sus amistades.
Finalmente, queremos hacer un llamado a las autoridades. Muchas veces, presionadas por los medios, éstas se acercan a las familias con un fin propagandístico y superficial. Que destinen mayores recursos a las policías y a la justicia, con el fin de hacerlas más operativas y eficientes, si realmente quieren aportar en la búsqueda de respuestas.
Se sigue empapelando nuestras comunas con el rostro de algún desaparecido, pero ello no resulta suficiente para hacer reflexionar a la autoridad, que prefiere llenar las urbes con propaganda política, desentendiéndose de estas muertes extrañas y desapariciones y revelando que, en última instancia, estos casos no son tan importantes para ellos.
Jorge Quagliaroli
Carlos López