Muñecos que miden aprox. 10 cm., confeccionados y pintados a mano por presas políticas que en busca de dar muestras de cariño a sus seres queridos, especialmente en navidad, crearon estos muñecos de caras sonrientes, telas de colores, pelo de lana y relleno de algodón. Símbolo de esperanza y amor de quienes se encontraban en cautiverio. El término soporopo surge del plato típico chileno, “Sopa de porotos”.
— ¿qué tienes en la , abuela? –pregunta sebastián
—un soporopo.
-¿qué…? ¡pásamelo! … hmm… ¿es bien feíto, verdad?
—sin embargo, para tu padre, para tu tío igor y para mí- es un pedacito del alma de tu abuelo. es un símbolo del amor filial y los sueños de libertad de un ser privado de ella. está en nuestro desde la navidad de 1974, hace veintiocho años que nos .
— ¿y por qué lo guardas, abuelita? –pregunta sasha, que tiene en sus rodillas a gorito, su hermano menor.
— porque es un que, en puchuncaví, pequeño caserío cercano a la de quintero, con mucho de su ternura y algo de su esperanza, hizo tu abuelo para entretener las horas de sus igor y rené.
— ¿por qué estaba allá mi tata?, ¿no vivieron siempre uds. en concepción? –inquiere andrés.
—porque al producirse el golpe de 1973, muchos, miles de partidarios del gobierno democrático fueron tomados prisioneros sólo por el hecho de soñar la construcción de una patria con mayor justicia.
durante un año y nueve meses, tu abuelo fue llevado desde el estadio regional de concepción al campamento de chacabuco –en el desierto de atacama-. luego lo trasladaron a puchuncaví y tres álamos. por último, lo exiliaron a suecia.
— pero… el no era muy artista ni buen fabricante de juguetes – insiste sebastián, examinando y haciendo girar el muñeco en todas las posiciones.
— déjame explicarte. él había sido exonerado de su cargo, yo también. ambos no vivíamos sino de nuestra profesión y el último sueldo que recibimos fue en septiembre de l973. así llegó la navidad de l974 y en nuestra no había dinero ni siquiera para comer.
en el campamento de puchuncaví, todos los prisioneros estaban en las mismas condiciones de pobreza. había allí cinco barracas. en cada una vivían cincuenta . disponían de un encatrado de madera, un saco de dormir, una y la gastada ropa que usaban tanto de como de noche. había allí papás de todas las edades: carlos ayres, artista del , bordeaba diecinueve años y el tata aranda, ingeniero eléctrico que tenía cinco hijos, estaba por cumplir 70.
al acercarse la navidad, los reclusos discutieron cómo crear un regalo que pudiera transmitir a sus hijos todo el amor que durante tan largo tiempo habían estado impedidos de entregarles.
—me gustaría confeccionar un peluche para mi pequeño. quiero que al apretarlo contra su carita sienta, antes de quedarse dormido, que estoy junto a él –dijo uno.
—a mí también, pero… ¿y con qué materiales? –exclamaron varios, muy desalentados.
entonces … habló… el tata aranda:
— todos tenemos aguja e hilo, calcetines y ropa que está muy rota. miren, de esta parte de un calcetín podemos hacer la cabeza y el cuerpo de un muñeco; de esta otra, las patitas. lo rellenaremos con motas e hilachas.
— para el pelo y el cinturón, en mi telar hay restos de lana roja –exclamó un campesino de colchagua que tejía choapinos y con la venta de ellos, desde la prisión, contribuía al sustento de sus hijos.
para dibujarle la cara, la nariz y la boca, nosotros tenemos pinturas –señalaron los artistas.
se confeccionaron así cientos de soporopos. se hicieron con calcetas viejas que se lavaban al atardecer y se secaban durante el encierro nocturno. por eso, éste que uds. miran tiene marcas de quemaduras. las extremidades inferiores comienzan en la caña de uno de esos calcetines viejos. observen que los talones se aproximan en una línea horizontal y los pies cilíndricos apuntan hacia afuera de la recta.
—esas patitas recuerdan la forma de caminar de chaplín –apunta andrés.
—es cierto. –afirmo-. la planta del calcetín sirvió para formar el torso y dos lanas rojas se anudan para marcar la cintura. a ambos lados de ella, comienza la cabeza con dos orejas. ¿o serán dos brazos? porque no me queda claro, si al soporopo le faltan los brazos o le sobran las orejas. cada adherencia o brazo fue conformada con seis puntadas de lana roja. así el artista separó estas extrañas mutaciones de ambos lados de la cara.
como el calcetín es gris, soporopo, desde la cintura para arriba, tiene una redondez amarilla que marca el rostro. desde dos círculos rojos, la vista mira por dos pupilas negras. un punto rojo conforma la nariz, como la de un divertido payaso. el muñeco sonríe, por eso el rictus de la boca es alegre.
—mira, abuela, –apunta sebastián –parece que soporopo sufre de hidrocefalia o piensa demasiaaaaado. la frente es interminable y se alza en un amplio cono que termina en un mechón de lana roja.
— es verdad –afirmo –, este ser nació para transmitir mensajes de ternura, pero en el fondo de su cuerpo esconde toda la angustia que ningún padre querría que su hijo conociese.
lo llamaron “soporopo” porque es una palabra musical que evoca el sueño y el juego de sus sílabas ayuda a los chiquitos a quedarse dormidos. este llegó a nuestro hogar -como a cientos de otras casas- y trajo consigo todo el amor del padre ausente.
¡para mí es lindo!, exclama lena -que había permanecido silenciosa-. sé lo que quiso expresar mi tata con él. préstamelo, abuela, quiero ponerlo en la cuna de mi hermanita emilia para que sienta lo mismo que yo.