Este es el lema que vociferan los manifestantes en la ciudad de Deraa, donde el régimen baazista ha cometido un horripilante genocidio. Ya se han cumplido casi 100 días desde que se iniciaran las revueltas en los países árabes y el panorama socio-político de la región lejos de apaciguarse se complica hasta límites insospechados.
Los dictadores Ben Ali en Túnez y Mubarak, en Egipto, han sido derribados por la presión popular, en Yemen, el dictador Saleh, está a punto de claudicar, en Libia se ha desatado la guerra civil y Gadafi se encuentra contra las cuerdas, en Marruecos, el rey Mohamed VI, anuncia reformas políticas urgentes, en Argelia el gobierno de Abdelaziz Buteflika afirma que levantará el estado de emergencia vigente desde el año 1991, el emir de Bahrein, Hamad Al Jalifa, ha decidido demoler la plaza de la Perla, en Manama, para que no se concentre allí la oposición chiita, en Jordania, tras la dimisión del gobierno en pleno, los Hermanos Musulmanes reclaman reformas democráticas urgentes, en Arabia, el Rey Abdalá, ordena un aumento de sueldos para los funcionarios y una prima de 2.000 dólares a las familias menos favorecidas y en Siria, más concretamente en la ciudad de Deraa, estalla la rebelión tras ser detenidos docenas de niños que realizaban pintadas en las paredes contrarias la régimen baazista.
El pueblo sirio a pesar de la fuerte censura a que se ve sometido no es ajeno a los acontecimientos que han convulsionado a los países de su entorno. A través de los canales satelitales han seguido minuto a minuto los alzamientos revolucionarios en Túnez, Egipto, Yemen o Libia. Ahora les ha llegado el turno de ser los protagonistas de esa ola de cambios que convulsiona el Medio Oriente.
En Siria era impensable que se desatara una intifada pues el gobierno y su maquinaria represiva ejerce un férreo control sobre los ciudadanos. El Mujabarat, los servicios secretos, tiene intervenido los teléfonos, el internet, la radio, la prensa o la televisión. Cualquier movimiento sospechoso es neutralizado al instante. Además, Siria se encuentra en estado de guerra contra el enemigo sionista y no puede permitirse el lujo de tolerar ningún tipo de disidencia.
¿Qué fue lo que realmente pasó en Deraa, una ciudad tranquila y acogedora de 75.000 habitantes situada muy cerca de la frontera con Jordania? – según informaciones corroboradas por Amnistia Internacional– en las últimas semanas la represión policial ha dejado al menos 120 muertos y más de 200 heridos, además de numerosdos detenidos que han sufrido torturas, electrochoques, latigazos, golpes, fracturas, ojos amoratados, abusos sexuales.
El régimen baazista actúa, no puede demostrar debilidades, sus órdenes son muy precisas «¡disparen a matar!», nada de avisos de advertencia ni de tiros al aire. Hay que sembrar el pánico y el terror entre la población para que comprendan ante quien deben postrarse de rodillas.
Los manifestantes de Deraa gritaban ¡Maher Maher, cobarde envía tus tropas a liberar el Golan! -refiriéndose al hermano menor del presidente que es el jefe de la Guardia Presidencial y la Guardia Republicana. Tienen toda la razón pues en la guerra de los Seis Días en 1967 y en la del Yom kipur en 1973 el ejército sirio sufrió una humillante derrota a manos de los judíos. Los «valientes» soldados, a pesar de su superioridad numérica, salieron corriendo con el rabo entre las piernas abandonando el frente de batalla.
Ahora nos damos cuenta que el enemigo más peligroso de Siria no es Israel, sino su propio pueblo. ¡Qué cosa más estúpida! Contra el sionismo agachan la cerviz y ante sus hermanos indefensos aprietan el gatillo fusilándolos sin compasión.
La mayoría de los habitantes de Deraa son gente humilde y trabajadora que se dedican por entero a la agricultura y la ganadería. Gente que está acostumbrada a obedecer sin rechistar y a mirar al suelo cuando se les hace una pregunta. Es por ello que los trágicos acontecimientos de estas últimas semanas nos ha tomado a todos por sorpresa.
La verdadera historia del alzamiento de Deraa está cargada de tintes surrealistas. Nada hacía presumir que se desataran unos incidentes tan dantescos. Todo empezó con la travesura de unos niños que al ver por la televisión los sucesos de la plaza del Tahrir en Egipto se pusieron a jugar a la revolución. No tenían ni la más mínima idea de lo que significaba éso, para ellos se trataba de una película como la de Batman o Superman. Entonces, las inocentes criaturas salieron por las calles y escribieron en las paredes: «Libertad» «abajo el rais» «¡vete ya!»
Esas pintadas eran una verdadera declaración de guerra. Los agentes del Mujabarat decidieron detener a aquellos vándalos que habían osado desafiar el orden establecido. Sin ninguna consideración arrestaron a todos los niños acusándolos de un delito contra la seguridad del Estado. A pesar de su corta edad, entre 14 y 15 años, los niños fueron torturados como lo demuestra las denuncias cursadas por Human Rights Watch. Esta actitud demencial provocó la cólera de sus padres y de los vecinos que se presentaron ante la comisaría de policía a exigir su inmediata liberación. Como se negaron a soltarlos la turba enfurecida comenzó a gritar consignas contra el gobierno. De inmediato las fuerzas antidisturbios salieron a dispersarlos a punta de garrotazos y patadas. Pero todo fue en vano y al persistir en su violenta actitud decidieron aplicar al pie de la letra la Ley de Emergencia disparando a mansalva contra la muchedumbre. Sobre el asfalto quedaron desparramados decenas de cadáveres y un número indeterminado de heridos. Se había encendido la chispa de la rebeldia y la conflagración se extiende por todo el país.
Para justificar su «heroico» comportamiento las fuerzas de seguridad presentaron en rueda de prensa las pruebas del delito: un alijo de armas y fajos de dinero supestamente decomisado a los «enemigos extranjeros que pretenden desestabilizar Siria». Con este montaje se quitaban un peso de encima ante la opinión pública y la presión de los gobiernos occidentales tan preocupados por la violación de los derechos humanos.
Esta vil masacre no logró amedrentar al pueblo y muy por el contrario decidieron continuar con las protestas. Y nuevamente el viernes 18 de marzo, tras la oración del salat en las mezquitas, se echaron a la calle en una jornada de ira y homenaje a los mártires. Los manifestantes corearon gritos de: ¡Bashar asesino! ¡Bashar dimisión! y llenos de odio y devenganza quemaron la sede del partido Baath, una comisaría de policía y derribaron la estatua de Hafed el Assad que preside la plaza principal de Deraa. Se puede perdonar todo menos que hayan profanado la estatua del padre de la patria. Esto es inaceptable. La policía cargó sus armas y sin mediar palabra disparó contra la multitud indefensa causando una nueva matanza. El asfalto se volvía a teñír con la sangre de los mártires. En total se contabilizaron más de 30 muertos y 50 heridos -según fuentes de algunas ONGs de ayuda humanitaria-. Incluso algunos moribundos fueron rematados con tiros de gracia.
El gobierno hebreo debe estar frotándose las manos, sus enemigos han sido desenmascarados por completo. «Qué se puede esperar de unos dictadores y reyezuelos árabes que sin ningún escrúpulo le clavan una puñalada trapera a su propio pueblo. Son monstruos que se alimentan del dolor y el espanto» -es un comentario publicado en el diario The Jerusalem Post acerca de las revueltas en Siria. Con razón los sionistas se jactan de ser la única democracia representativa en todo Oriente Medio.
En todo caso tenemos antecedentes que nos previenen sobre el diabólico accionar del gobierno baazista. En el año 1982 ocurrió una situación muy parecida cuando en la ciudad de Hama los Hermanos Musulmanes se rebelaron contra Hafez el Assad, padre del actual presidente. En ese entonces el rais ordenó disolver las manifestaciones a sangre y fuego. El resultado fue un brutal holocausto que se cobró la vida de más de 20.000 personas. El ejército sirio se ha especializado en dispararle por la espalda a los niños, en volarle la tapa de los sesos a un estudiantes o hundir sus ballonetas en el vientre de las madres. ¿Estos son los mujahedines que van a liberar Jerusalem?
El presidente Bashar, tras aceptar la renuncia de su gabinete en pleno, señala que Siria es víctima de una «conspiración internacional».- Fuerzas oscuras pretenden sembrar el caos y desestabilizar el país. No hay duda que la CIA y el Mossad están detrás de las revueltas». «Algunas cadenas han iniciado una guerra mediática contra Siria en un intento de crear la revolución en el país a través de manipulaciones que no tienen ninguna relación con la realidad». Desesperados buscan culpables, chivos expiatorios para justificar su comportamiento criminal. El rais, el amado rais, el idolatrado Bashar, un eminente médico oftalmólogo, el heredero de una dinastía que lleva más de cuarenta años en el poder y que controla por completo la economía y la vida política, un hombre justo y generoso que gana las elecciones con el 97% de los votos – no es más que un vil y sanguinario matarife.
Siria es uno de los países que George Bush señaló como uno de los integrantes del eje del mal junto a Irán y Corea del Norte, un país acusado de patrocinar el terrorismo internacional. Al partido Baaz, el Partido del Renacimiento Árabe Socialista, le conviene mantener el estado de guerra contra Israel y la confrontación con los Estados Unidos. De este modo puede aplicar sin restricciones la «Ley de Emergencia» que confiere el mando ilimitado a policías y agentes secretos para vigilar, censurar, encarcelar y corregir a todo sospechoso de amenazar la seguridad.
En Deraa una semana más, tras las oraciones del salat yuma, la muchedumbre cual río embravecido se desborda por las calles. Retumba el grito de guerra: ¡antes la muerte que la sumisión! Otro viernes de la ira, otro viernes de los mártires, ¿cuántos caerán hoy? El número fatídico de víctimas sigue subiendo imparable. Los manifestantes sin ningún reparo insultan a la familia Assad: ¡criminales! y ¡ladrones! Son unos suicidas que desprecian sus vidas sin esperar a cambio nada más que una descarga de balazos. Aquí no existen ideólogos que adoctrinen a las masas, ni movimientos politicos, ni asociaciones, ni sindicatos o cosa que se le parezca, todo ha sido fruto del azar, de la improvización, del odio contenido, y el soportar callados durante años tantas mentiras y corruptelas.
Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistia Internacional estiman que en las últimas tres semanas se han producido más de 450 muertos y 500 heridos en las distintas ciudades del país. Eso sin contar los desaparecidos y los encarcelados. A pesar de la implacable represión el régimen no ha podido desmovilizar las protestas. En Siria se está cometiendo impunemente un crímen de lesa humanidad y lo peor de todo es que la comunidad internacional mantiene un silencio cómplice. Es incomprensible que la Unión Europea no tome drásticas medidas contra los responsables de esta carnicería. Apenas Francia se limita a lamentar los hechos, España ni se da por aludida ya que tiene intereses económicos en liza, Estados Unidos, mientras tanto, un poco más consecuente, hace un llamado para que se respete la libertad de expresión y los derechos humanos. No son más que vagas palabras, una plegaria, algunas flores o tal vez una carta de pésame y los acompañamos en el sentimiento.
Como era de esperar el gobierno sirio ha prohibido la presencia de la prensa extranjera en las manifestaciones, ellos no quieren testigos incómodos que denuncien su cruel política de exterminio. En ciudades como Latakia, Banias, Harasta, Duma, Hama, Deraa y algunos barrios de Damasco se ha decretado el estado de sitio. Los organismos de inteligencia han infiltrado matones a sueldo y paramilitares para crear mayor incertidumbre y desconcierto. Desde los techos de los edificios se apostan francotiradores que abren fuego indiscriminadamente, mientras los policías y militares culminan el trabajo fulminando a los «peligrosos terroristas».
¡Qué extraña coincidencia! Israel también aplica la misma táctica represiva en Gaza, en Nablús, en Yenín, en Hebrón o Ramala. Entran con tanques destruyendo todo lo que encuentren a su paso y , al igual que el gobierno sirio, argumentan que lo hacen para combatir a los «peligrosos terroristas». El método más efectivo es eliminar, matar y cortar de raíz la mala yerba. «Muerto el perro, muerta la rabia».
Siria es un país conformado por étnias y distintas facciones religiosas que van desde el sunismo mayoritario pasando por los kurdos, drusos, chiitas, beduinos, árabes palestinos, cristianos, turcos, armenios y la minoritaria secta alawita a la que pertenece el presidente Bashar. Si se llegara a romper el delicado equilibrio existente entre las mismas, lo más seguro es que se podría desatar un conflicto armado de impredecibles consecuencias. La situación es muy compleja pues el gobierno sirio mantiene estrechos vínculos con la milicia chiita de Hezbolá en el Líbano y es el más fiel aliado de la república islámica de Irán. No hay duda que estamos ante un callejón sin salida y no sabemos muy bien cuál va a ser el desenlace de esta crisis. Todo depende de lo que suceda en Damasco pues si la insurrección toma fuerza en la capital entonces la supervivencia del régimen se vería en una situación muy comprometida.
Si no hubiera sido por la abultada cifra de muertos y heridos jamás el presidente Bashar se hubiera dignado acometer algunas reformas. La sangre derramada remuerde su conciencia y para aplacar los ánimos ha decidido derogar la Ley de Seguridad, excarcelar a cientos de presos islamistas, concederle la ciudadanía a más de 200.000 kurdos y permitir el uso del burka en los lugares públicos. Ahora quiere dar una apariencia de padre bondadoso que consiente a sus hijos.
Es increíble que por culpa de la travesura de unos niños y adolescentes se haya iniciado tal conflagración. Esto parece una historia poco menos que delirante y desde luego que ya podemos esperar cualquier cosa de la trama que cada día nos deja más perplejos. Se acerca un nuevo viernes de la ira, un nuevo viernes de los mártires, las muchedumbres se enfrentarán una vez más a sus verdugos y quién sabe cuántos más caerán bajo las balas asesinas ahogando sus gritos de libertad .
Por Carlos de Urabá
Desde Damasco
Tomado de www.rojoynegro.info