Tras sufrir la muerte de su esposo, ser desalojada de su casa y perder su terreno en el sector Chapuco-Reumén -todo en menos de un año-, Mariela Obando, de 73 años, ya no cree en nada ni en nadie. Pese a que señala haber tocado varias puertas, no parecen tomar en cuenta su historia, repleta de intrigas y nombres ocultos.
La mujer es viuda de Domingo Blas Flores, encontrado muerto en extrañas circunstancias el 15 de enero de 2002. Ese mismo día se efectuó la denuncia, por probable suicidio del anciano de 75 años. Y a los pocos se dio una orden simple de investigar. Sin embargo y según ella comenta, nunca hubo resultados concretos. La causa criminal 3683 D descansa en algún viejo y empolvado estante del juzgado local.
UN MATRIMONIO FELIZ
El comienzo de la historia se remonta a varias décadas atrás, cuando Mariela y Domingo habitaban un terreno de 20 hectáreas ubicado en el sector Chapuco, camino a Reumén. En ese lugar vivieron juntos por más de 40 años, manteniendo su campo y criando animales. La propiedad pertenecía a los padres de Blas Flores y la pareja la recibió por sucesión. Varios testigos señalan que este matrimonio era muy unido y bien avenido.
Es ahí donde entra en la trama la cuñada de la señora Mariela, Juana Blas. “Ella vendía trago y se dedicaba a robar, a estafar, porque siempre ha tenido un clandestino en Chapuco”, comenta. Y agrega, “mi marido le tenía miedo, porque ella siempre estaba metida en cosas raras”.
Según la viuda Obando, pocos meses antes de morir su marido, “ella (Juana Blas) empezó a juntarse con él, como planeando algo. Fue ahí cuando él comenzó a comportarse de manera extraña. Se iba en las noches donde ella y llegaba curado, los perros lo llevaban a la casa, porque ni sabía donde vivía, y yo hasta esa hora esperándolo con la cena. Una noche, llegó ebrio, cerró la puerta de nuestra pieza por dentro y se encerró. Yo tuve que dormir afuera. Él nunca había tenido estas actitudes antes, nunca me había faltado el respeto”.
Las historias de parrandas y trifulcas de Blas Flores con su hermana se habrían repetido por varias semanas. Al parecer la mala relación que habían tenido antes se había esfumado y se llevaban bastante bien. Comenzó a reñir a su esposa. Llegaba sin dormir. Incluso llegó a amenazarla con quemar la casa. “Yo ni le discutía porque sabía que él estaba borracho”, señala su viuda con lágrimas en los ojos.
VENENOSA PESADILLA
Poco tiempo después, el hombre se marchó a vivir con su hermana y ahí, en una inexplicable maniobra, firmó una escritura en la que le habría vendido el terreno de él y su esposa. Sin embargo, un testigo que no quiso darnos su nombre y que era conocido de ambos, señala que “a ninguno de los dos se les vio dinero por las cifras que supuestamente habrían recibido por su terreno”.
El Ciudadano tuvo acceso a los documentos judiciales que indican que a Juana Blas se le habrían pagado poco menos de 3 millones de pesos por las casi 20 hectáreas de terreno, en una zona donde el costo real por hectárea es cercano al medio millón de pesos. Curiosamente, Blas Flores falleció poco tiempo después de haber firmado la polémica escritura. Testigos señalan que pocos días antes de morir, Domingo tuvo una violenta pelea con su hermana y esta lo habría amenazado con “enviarlo a un asilo o de vuelta a su casa”. Es en aquella discusión donde el occiso se habría dado cuenta de la pérdida de su terreno por gracia de su hermana.
De acuerdo con antecedentes del juzgado de Paillaco, el cuerpo fue hallado en el interior del patio de la casa de su hermana y distante unos 13 metros del cadáver se encontró una bolsa plástica con sulfato de cobre y dos jarros, uno con restos del mismo químico y otro con agua.
La autopsia reveló que la muerte fue producida por intoxicación. Se dio orden de investigar, pero el caso quedó ahí. Juana Blas señala que ella es inocente, que sólo recibió a su hermano pues su esposa le daba “malos tratos” y que este le traspasó sus bienes voluntariamente. Incluso que la señora Mariela y su esposo firmaron un poder notarial, pero la anciana acusa que su firma fue falsificada. “Yo he ido a hablar con el magistrado, pero no me quieren atender. La primera vez que fui a pedir una audiencia, me retó. Al marido hay que saberlo tratar, me dijo”.
TRISTES CONCLUSIONES
La señora Obando no pudo ver el cadáver de su cónyuge, ni siquiera pudo recogerlo después de muerto: “yo quedé peor que una niña chica, mi hija me llevó a Santiago”. Domingo Blas fue velado en la casa de su hermana. La abuela Mariela nos cuenta indignada que “esta mujer me mandó a decir que si yo iba al velorio, me iba a matar. Al entierro no fui tampoco. No sé donde está enterrado”. Varios vecinos testificaron estos hechos.
Los coletazos llegan incluso a los carabineros. “Tampoco he creído que ellos hagan algo, ya que hacen fiestas en ese clandestino. Es por eso que no consideraron investigar más”, concluye Mariela Obando.
Sin caer en posicionamientos, lo que parece ser un aliñado chisme de vecinos, tiene varios datos que no dejan de llamar la atención: una pareja que por años se ha llevado bien, comienza a entrar en crisis por la intervención de una tercera persona. Esta última resulta estar involucrada en la muerte de uno de ellos y compra, poco antes de la defunción y en circunstancias poco claras, el terreno de los cónyuges. Son demasiadas coincidencias para no tomar en cuenta el asunto.
Cuando volvió de Santiago, tras la muerte de su esposo, a la señora Mariela le habían quemado sus cosas y su vecina apenas pudo guardar un par de electrodomésticos y muebles suyos. Actualmente vive en Paillaco, en una modesta casita, en la que en compañía de sus mascotas, intenta dejar atrás una soledad que se hace cada día más dolorosa. No ha querido tomar más acciones judiciales pues siente que no la escuchan y está cansada.