¿Qué pasó en Chile para que cada cierto tiempo, en muchas poblaciones, el blanco predilecto sean uniformados? ¿Qué fractura social hay cuando adolescentes de no más de 12 años escogen como primera forma de participación social arrojar piedras o molotovs?
La foto da para titular “La policía de Bachelet” y no quedaría mal. La imagen es elocuente. Sí y no. Sí, porque la noche del 29 de agosto en tres canales de televisión su subsecretario del Interior, Felipe Harboe, apoyó irrestrictamente la actuación policial ocurrida durante la jornada de protesta contra el neoliberalismo llamada por la CUT. No, porque la presidenta, cuando los secundarios se movilizaban y fueron violentamente reprimidos fue dura y eficaz al destituir al prefecto de Fuerzas Especiales, además ¿Qué culpa tiene la señora simpatía de lo que hacen funcionarios policiales que reciben lecciones de control social diseñadas en dictadura? Tampoco se le puede culpar de la actuación de funcionarios que no ve, sobre todo porque hace rato que no se asoma a la calle a ver que pasa. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Pero ocurre que mientras la presidenta Bachelet hablaba de restaurar el diálogo, un teniente de carabineros propinaba un seco golpe al senador Alejandro Navarro en Plaza Italia. Cuadras abajo, la sede de la Central Unitaria de Trabajadores servía de refugio a quienes se ahogaban con los gases lacrimógenos arrojados a destajo por las “fuerzas del orden”. Mil policías habían sido congregados en el centro de Santiago con la expresa orden de que nadie ocupara la Alameda. ¿La excusa?, la de siempre: “cuidar el orden público”.
Desde temprano en diversas ciudades del país la gente salió a la calle a protestar. En Iquique, la Zona Franca cerró sus puertas; en Rancagua, una población se sumaba a la protesta de los trabajadores de Agrosúper en huelga; en Concepción, los trabajadores de Celco recordaron a su compañero Rodrigo Cisternas, asesinado por carabineros. Las marchas se repetían en Valparaíso, Temuco y La Unión.
BIENVENIDA TELETUBBIE
No es un teletubbie perdido, es un carabinero que el día de la protesta recibía en Plaza Italia a la gente que llegaba a la movilización. ¿Esperaba una guerra? Ni idea, lo cierto es que tal performance se acompañaba de un destacamento a caballo, tres guanacos y otros tantos zorrillos. La excusa del gobierno para tamaño despliegue policial era que no se había autorizado ninguna marcha.
Al rato, frente a las cámaras de televisión un policía golpea a un senador de la República, quizá la más jerarquizada de Latinoamérica. La respuesta de la institución fue que “el carabinero sería separado de funciones operativas”. La justificación de cualquier Estado moderno para ejercer el monopolio de la violencia es la medida justa del grado de intervención punitiva según la ocasión, es decir, si -pese a que a nadie se le hace esta pregunta- aceptamos este contrato social, suponiendo que el Estado de Chile me protegerá y jamás seré víctima de un agente estatal. La historia reciente de nuestro país no avala mucho esta tesis, como tampoco la reciente actuación de un carabinero frente a un niño de 12 años que había peleado con su hijo en Conchalí. Simplemente el policía fue y lo mató cuando el chico estaba tirado en el piso. Por ahí alguien dijo que el poder es infinito y el arma que porta todo uniformado refuerza a ratos la cita. Por lo demás, casos como éste suman más de una decena cada año.
Cuesta entender el concepto de espacio público cuando cada vez que quiero hacer algo en él debo pedirle permiso al burócrata de la comarca. Mucho más me cuesta entender la función policial cuando frente a cualquier grupo ciudadano que se junta, carabineros se presenta en tenida de combate, con armas, cascos y vehículos color verde militar. Quizá el problema viene de origen. No por nada el agente del Estado más inmediato para la mayor parte de la población entrenado para situaciones de crisis (puedo pasar días sin ver a un burócrata municipal, cosa que agradezco, pero no pasa un día sin que vea a un carabinero, y no es que los busque), deriva su nombre de un arma, cosa que ya es un extravío.
POBLACIONES INDÓMITAS
Como cada jornada de protesta, el día después los despachos de la televisión se hacen desde el Hospital de Carabineros. Se exhiben los carabineros heridos, el director de la policía realiza su punto de prensa y los despachos después dan cuenta de una noche de violencia, saqueos y miedos desperdigada por las poblaciones de la capital.
El enemigo se captura con zoom y son principalmente jóvenes iluminados por barricadas. La reducción es simple y el adjetivo común es el mismo desde hace unos años: hay violentistas mapuches, se dice encapuchados para no decir estudiantes en muchos casos, antisociales cuando estos son pobres o son vándalos los que este año se tomaron hasta el centro de Graneros. Los trabajadores en huelga están entrando por estos días al baile. El problema es que nada más explica su accionar y cada año vemos que hay más barricadas. Los carabineros de servicio en poblaciones muy bien lo saben.
Es momento de añadir a la discusión de esta performance de protesta que parte en las calles y termina en las pantallas, lo grave que resulta que cada vez vemos a más menores felices de tirar piedras a la policía. Es grave que, como ocurrió esta vez, un carabinero esté a punto de perder un ojo y que durante esas noches sean los principales blancos de no poca gente. En vez de seguir separando, como lo hace la prensa, a los ciudadanos entre buenos (afectados por la violencia, ya sean pequeños comerciantes o vecinos encerrados en sus casas) y malos (violentistas, incendiarios, encapuchados, etc., etc.,); entre ciudadanos rectos y abominables, es hora de preguntarse ¿Qué pasó en Chile para que cada cierto tiempo, en muchas poblaciones, el blanco predilecto sean uniformados? ¿Qué fractura social hay cuando adolescentes de no más de 12 años escogen como primera forma de participación social arrojar piedras o molotovs?
Seguir explicando tales hechos desde una perspectiva de cruzada entre buenos y malos, entre civilización y barbarie quizá lo único que dará a futuro es rating. La TV muy bien lo sabe. No podemos obviar tampoco lo ritual y tribal de los combates callejeros. Secreta adrenalina.
Una vez conversaba con un chico de una población de Cerro Navia que no tenía más de 16 años y me decía de su participación en las noches del 11 de septiembre eran porque “lo que hicieron hace tanto tiempo por lo menos durante un día en el año que lo paguen”. Y eso que es un chico nacido en democracia. También recuerdo el 11 de septiembre del año pasado cuando carabineros detuvo a un chico de no más de 14 años escondido tras un arbusto en una plaza de Peñalolén. Era uno entre muchos de los que les tiraban piedras. Lo arrastraron por una cuadra y luego lo tomaron entre dos policías, uno sujetando cada brazo y doblándoselo, mientras el resto del piquete descargaba su rabia golpeándolo en el pecho y cara. El chico gritaba. Lo tuvieron así un buen rato y luego lo soltaron. Si bien es comprensible la rabia de carabineros al estar expuestos a pedradas, a balazos y molotovs, también hay que asumir que para muchos integrantes de la policía uniformada el castigo físico es válido como herramienta. ¿Qué podemos esperar que haga este adolescente este 11 de septiembre?
Es hora de preguntarse por la eficacia de la intervención policial, de plantearse acerca de su formación y del recurso a la violencia presente en sus actos. Si bien hay que reconocer avances en la materia, que incluso el trato de muchos funcionarios de Fuerzas Especiales es correcto y no abusivo, es necesario interrogarse sobre los resabios de autoritarismo presentes en la institución policial que no ha sido objeto de reforma en toda la democracia. Cuando veo las intervenciones de los últimos directores de Carabineros de Chile frente a la prensa compruebo esta idea. Ayer mismo el general Bernales defendía el “actuar con firmeza” de sus subordinados. La lógica de guerra continúa operante.
Es tiempo de cuestionarse la mantención de una policía militarizada con el dinero de nuestros impuestos. Y no es que no haya habido experiencias sensatas acá o en otros países. Aún recuerdo que en Temuco un oficial de carabineros bastante audaz que asumió la jefatura luego de que un policía hiciera perder el ojo a un estudiante en una protesta con un balín, decidiera que frente a cada protesta se cortaba el tránsito cuadras antes del punto de conflicto y carabineros allí se quedaba. Sin Fuerzas Especiales como contrincantes los manifestantes luego se aburrían y se iban para la casa. Para que haya una guerra son necesario dos bandos, era la lógica del cauto oficial. Las protestas que hubo no resultaron con destrozos, ni heridos que lamentar. Seria bueno desarrollar la idea y concretar luego una reforma policial para tener un cuerpo más sensato, cercano a la ciudadanía y eficaz. Pobladores, participantes en marchas y hasta los mismos carabineros lo agradecerían.
Mauricio Becerra
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CIUDADANOS VIOLENTADOS
Como los medios de prensa se han afanado en mostrar a los policías heridos, es hora también de mostrar a la ciudadanía violentada por la policía. Quizás sean hechos aislados, pero dan cuenta de que muchos policías aún creen que estamos en dictadura y actúan como tal.
Pablo Cabrera, 18 años, estudiante de preuniversitario y trabajador
“Iba escuchando a Los Fabulosos Cadillacs con mi Mp3 cuando me detuvieron frente a La Moneda. Había participado en la mañana en la marcha hasta que comenzaron los problemas, por lo que decidí ir a pagar el preuniversitario. Me detuvieron 4 carabineros, me tiraron al suelo y me pegaron combos, patadas y me subieron al bus. Lo que más me asombró fue que las mujeres eran las que más pegaban. Como 15 minutos estuvieron pegándome y eran 3 mujeres de Fuerzas Especiales. Recuerdo perfectamente sus caras. Eran del bus Nº 16 de la 2º Comisaría.
“Me pegaron primero porque no me senté donde querían que me sentaran. Me dejaron la boca sangrando y como boté sangre al suelo, me pegaron para que les pasara la bufanda que tenía para limpiar el suelo. Les dije que era algo mío y no tenía porque hacerlo. Volvieron a pegarme, me trataban de ‘perro culiao’, de ‘comunista’. Otras 2 personas que estaban arriba me decían que me quedara tranquilo. Fue por pura discriminación, ya que como tengo el pelo largo y ando con un morral. Es primera vez que me detienen en una protesta y me soltaron a las 9 y cuarto de la noche. Aún me quedan rasguños, el brazo y abdomen morado, un raspón en el brazo, en la boca tengo la lengua hinchada, además que me toco el cuerpo y me duele”.
Gabriel Vargas, 18 años, estudiante de preunivesitario
“Venía saliendo del preuniversitario y me encontré con la protesta, como considero legítimo reclamar por lo que hoy pasa estuve un rato. Luego iba caminando por Alameda con Vergara, en donde Fuerzas Especiales venían persiguiendo a gente. Preferí
quedarme parado porque pensé que si arranco doy a entender que era por algo. En eso, llega un policía y me empieza a agarrar los brazos, discuto con él, porque pienso que no tenía derecho a detenerme. Me sentí impotente ante esa situación y llegaron otros policías y me pegaron con las lumas en las piernas, más de 10 golpes entre 4. Mientras me golpeaban me decían si acaso me creía muy choro por estar metido en la protesta, les dije que venía de clases, me respondieron que todos decían lo mismo. Arriba de la micro habían 2 jóvenes más con los labios rotos, me sentaron y un carabinero me pegó un puntete con el zapato y me dijo si acaso era comunista, si me creía revolucionario. Estaban enajenados y, como no tengo experiencia en protestas nunca me fijé en sus nombres ni cual era el carro, sólo supe que eran de la 3ª Comisaría. En la comisaría estuve hasta las 5 y media. Aún tengo roja la pierna con los lumazos, me acusan de desorden grave, nunca vi al fiscal y me dijeron que me llegaría la citación del juzgado”.
Matías Miranda, 17 años, estudiante del Liceo Experimental Artístico
“Fui a la marcha y estábamos en Bandera, en la vereda de San Diego, cuando llegó una micro de pacos y empezaron a tomar detenidos, entre ellos a un amigo. Fui a hablar con el policía y me agarraron unos 5 y me subieron a la micro. Me empezaron a golpear cuando me subían; arriba de la micro, el chofer era el más alterado y golpeaba a los que estábamos detenidos. Tomaron detenidos a otra gente en el cerro santa Lucía. El chofer le dobló la mano a un caballero de unos 30 años, lo empujó y se golpeó la cara en un asiento de la micro. La micro tenía una entrada por atrás, la abrimos los que estábamos presos y me escapé, salí corriendo y los pacos que me persiguieron no pudieron pillarme. Me puse un chaleco para que no me reconocieran, paré un rato a descansar y llegué a La Moneda porque estaba cerrado el metro y no había ninguna micro. Allí un carabinero vino me botó y me arrastraron Me subieron al bus 19 y me tenían agarrado los testículos, quedé un buen rato en el suelo. Claro que en ese bus no me trataron mal, fueron correctos. Quedé con marcas, un moretón en la nariz y un rasguñón en la cara”.
Jorge Rosales dirigente de Andha Chile a Luchar
“Hace tiempo que carabineros nos persigue. Estábamos en la esquina de Alameda con Zenteno tratando de dialogar con carabineros el día de la protesta y parece que eso no les gustó mucho. Se fueron encima de nosotros con los caballos y Fuerzas Especiales empezaron a golpearnos, nosotros resistimos. Eran más de 20 para detener a 2 personas. Nos tenían apuntados de antes porque nos conocían como deudores habitacionales por las tomas de la Catedral y otras acciones.
“Estaba con Roxana, a quien acusan de agredir a carabineros. Estuvimos como 10 minutos en el forcejeo, luego me tiran arriba de la micro unos 3 pacos y me empiezan a pegar en la cabeza con los bototos. Estaba boca abajo y trataban de tirar hacia abajo para seguir pegándome. Me logré levantar y volvieron a tirarme atrás. Pegan con los pies por abajo, que no se note para la prensa.
“A Roxana la tironeaban, le pegaban cachetas arriba, ella les decía que tenía la clavícula con problemas por un accidente. Le agarraron los brazos y luego le dieron patadas, ella empezó a llorar por los dolores del hombro. Me constataron lesiones, hematoma simple en cara y cráneo y costillas, a Roxana hematoma simple con dislocamiento de hombro. Roxana ahora está con inyecciones y pastillas para los dolores y una faja en el hombro. La quieren acusar de agresión a carabineros.”