No hay una sola imagen del funeral del Mamo Contreras. Su muerte se supo a través de un escueto comunicado que decía que la madrugada del viernes su cuerpo fue llevado al Cementerio Católico donde habría sido cremado en una ceremonia a la que asistieron familiares y algunos militares. Todo en absoluto secreto, en una operación que duró apenas 4 horas, lejos de las cámaras y de los familiares de miles de ejecutados políticos que esperaban en las afueras del hospital. Al igual que Pinochet, Manuel Contreras prefirió convertirse en polvo antes de dejar una huella material de su paso por el mundo.
Hace una semana los medios anunciaban sobre el agravamiento de la salud del jefe de la policía política de Pinochet. Se destacaba que era mantenido con morfina, en internet circulaba una foto del solitario funeral del torturador Osvaldo Romo y se discutía sobre si recibiría honores de general en su sepelio. El Ejército guardaba absoluto silencio. El mismo día de la entrada de Contreras al Hospital Militar, sumó otra condena a sus más de 500 años de presidio por secuestrar y hacer desaparecer chilenos. Esta vez se trataba de los integrantes de una familia asesinada en noviembre de 1975. Seis personas en total, entre las cuales había una mujer embarazada y un anciano de 65 años. En una operación que contó con la participación de los periodistas de los canales de TV para hacerla aparecer como un enfrentamiento con ‘extremistas’.
Contreras pasa a la historia sin dejar lápida, mucho menos un monumento. La decisión familiar de cremarlo también acaba siendo una operación para apagar la memoria. Quien iba a vaticinar que de esta forma, el Mamo se igualaba a los cuerpos de los miles de militantes de izquierda que asesinó e hizo desaparecer. Cuerpos amarrados a líneas de tren y lanzados al mar, desenterrados y dinamitados en la operación Apagado de Televisores, fueron una preocupación central de la DINA que gestionó la vida de los miles de personas desde las conversaciones cotidianas en los negocios de la esquina hasta hacer esfumar el cuerpo de los disidentes políticos. . Pese a que Contreras siempre se jactó de haber sido ‘vencedores’ y que estos no piden disculpas, en el campo de la memoria Pinochet y sus secuaces fueron derrotados. Lejos del terreno militar, para el cual tuvieron la falta de escrúpulos suficiente y la dosis alta de cinismo para ganar la partida a un adversario que jugaba con las reglas democráticas.
Su derrota fue en la memoria de un país, en el juicio que la historia les dará. Gran paradoja que dos personajes del siglo del culto a la personalidad y las estatuas, generales orgullosos de sus victorias, ávidos de libros de historias de campos de batalla, al final de sus días se vieron obligados a hacer desaparecer sus cuerpos de la historia. Hitler bajo la conquista de Berlín por los ‘pueblos eslavos inferiores‘ (los rusos), mandó a juntar miles de litros de bencina para hacer desaparecer su cuerpo. Balbuceaba en sus últimos días que no quería ser convertido en pieza de museo. La familia Pinochet decidió cremarlo para evitar profanaciones. La familia de Contreras ni siquiera apareció para defender al muerto. Dos personajes siniestros se volvieron humo.
¿UN PERSONAJE SINGULAR?
En los recientes días varias lecturas del rol de Manuel Contreras intentan explicar sus niveles de frialdad y crueldad apelando a su biografía. Intentan dar cuenta de la monstruosidad del personaje buceando en su historia personal o en anécdotas de familia. Asistimos a la construcción de un personaje siniestro. Pero, como dice el sociólogo Zygmunt Bauman, la crueldad se relaciona a ciertos padrones de interacción social de forma mucho más íntima que las características de personalidad u otras idiosincrasias individuales de los ejecutores (1). Considerar al Mamo Contreras como un individuo excepcional, un personaje para una película de terror que explore en su psicología oculta, en una infancia marcada por la muerte de la madre y una vida de mediocridad que sólo tuvo momentos de capacidad entrando en el Ejército es material para un buen film. Pero el guión podría cambiar y plantearse la interrogante de cómo es que los ejércitos producen este tipo de seres excepcionales.
Pinochet en algún momento tuvo que escoger entre todos los oficiales que desde el día del golpe ya venía entrenando en combatir a su pueblo, cuál era el más eficiente. Varios oficiales del Ejército ya se destacaban por su inescrupulosidad. Eran los días del general Sergio Arellano de tour por el país fusilando presos políticos. La hora de esplendor de los tenientes Miguel Krassnoff desvalijando la casa presidencial de Tomás Moro, Edwin Dimter Bianchi atormentando a los presos del Estadio Nacional o de Pedro Pablo Barrientos asesinando a Víctor Jara. Pero Pinochet prefirió a un coronel eficiente que controló la ciudad de San Antonio el día del golpe en pocas horas, implementando siete centros de detención para los militantes de izquierda, junto con un régimen policiaco de control social que obligó a las escolares a bajar el jumper a las rodillas y prohibió besarse en las calles. Pinochet no necesitaba un prolífico torturador, escogió a un tecnócrata disciplinado, de pensamiento rápido y convencido de que la gran tarea para la patria era el exterminio del comunismo.
El Mamo Contreras ya se destacaba en el campo de la ‘inteligencia’, muy actual aún en el mundo militar. Sus capacidades quedaron demostradas armando redes, creando manuales de interrogación y controlando la dosis exacta de sadismo de sus subordinados. Al Mamo no le gustaba mancharse las manos con sangre, sino que dirigir toda la operación a distancia. No era un torturador, sino un ingeniero, un planificador social.
Contreras se destacó por su eficiencia en el desempeño de su rol. La preocupación del Mamo fue dar altas tasas de eficiencia a la DINA. Diezmó el MIR, exterminó direcciones del Partido Comunista, asesinó con bombas al ex general Carlos Prats en Buenos Aires y al ex canciller Orlando Letelier en Washington, fue el cerebro del Plan Cóndor, un pacto de hermandad sangrienta de las policías políticas de las dictaduras latinoamericanas. Si hoy existiera la DINA, de seguro sería el candidato ideal para volver a dirigirla según los parámetros del sistema de alta dirección pública. También tuvo especial preocupación por mantener un ambiente de camaradería entre sus subalternos. Buenos aguinaldos, servicios de salud por sobre el común de la población, cabañas de veraneo y viajes de placer a los agentes cuando culminaran una operación eran la tónica.
LA TAREA DEL EJÉRCITO
En estos días también ha llamado la atención el silencio del Ejército. A pocos días de que un ex conscripto revelara el pacto de silencio mantenido desde la dictadura y a lo largo de toda la transición, un hermético silencio evidencia aún la complicidad de la principal institución armada del país con el exterminio de compatriotas.
Al igual que muchos de sus camaradas, el Mamo estuvo en el Fort Gulick, de la Escuela de las Américas en Panamá recibiendo instrucción antisubversiva. Era 1967 y Contreras fue uno de los mejores alumnos de la clase. Según comenta el periodista Cristóbal Peña, en un artículo publicado en el Memorial del Ejército, en julio de 1968, el Mamo escribió: “La guerra de guerrillas se gana matando guerrilleros y conquistando a sangre y fuego sus guaridas, sometiendo a estricta vigilancia a la población, que es la base de la cual la guerrilla vive y crece».
Gran parte de la oficialidad de la época fue formada en la doctrina de la seguridad nacional, diseñada por EE.UU., y que convirtió a los movimientos sociales en “enemigo interno”. Recordemos al general Leigh llamando a “extirpar el cáncer marxista” en su primera proclama el día del golpe. La metáfora perseguía la abolición de una idea encarnada en los cuerpos de los militantes de izquierda.
La solución final del Mamo era una sociedad libre de comunismo. Y por eso ni ser católico, ni jurar defender a la patria le impidió mancharse las manos con la sangre de sus compatriotas. Para el mundo perfecto del shopping, las carreteras pagadas la desaparición de los militantes de izquierda.
La tarea del Mamo era la de un administrativo dedicado a planear una fina tarea de ingeniería social. Un trabajo de jardinería que implicaba extirpar la maleza para que pudiera florecer el orden social diseñado por la dictadura. Un orden artificial en donde juntarse a manifestar un descontento es alterar el orden público y en donde las reglas laborales estaban siendo diseñadas para producir un empleado dócil al gran capital. Un país en orden, se decía en la época; un país con gobernabilidad, diría décadas después el primer presidente socialista que continuaría la consolidación del modelo.
El periodista Pedro Santander se pregunta si “¿será posible que a futuro tengamos otro Manuel Contreras en las filas del Ejército chileno?”. Y la respuesta es catastrófica: “Sólo el año 2012, 162 militares chilenos, al igual que Manuel Contreras, fueron enviados por el Ejército esa Escuela de las Américas”.
RECICLAJE COMO POLICÍAS DEL MODELO
Los cronistas de estos días parecieran cerrar con la muerte de Contreras una etapa. Como si sus acciones operativas no estuvieran en la base del actual modelo político económico chileno. Parafraseando a Bauman, el Chile actual incluye campo de exterminio entre sus productos materiales y espirituales. No en vano, recordemos que muchos agentes de la DINA eran pagados por Ricardo Claro, el fundador de Mega y uno de las fortunas más poderosas de Chile en la democracia, como nos recuerda el periodista Javier Rebolledo. Con la muerte del Mamo muchos respiraron aliviados por los secretos que se lleva a la tumba. Una imagen en blanco y negro que no tendría nada que ver con nuestra ‘robusta democracia’.
Mas fue una de sus víctimas quien advirtió sobre la relación insoslayable de la economía social de mercado’ era inseparable al horror de la dictadura. El ex canciller Orlando Letelier, intuyó que el horizonte de desastre social del modelo neoliberal sólo fue posible en un estado de sitio de la población en un artículo publicado en The Nation en agosto de 1976, poco antes de ser asesinado. Titulado Chicago Boys in Chile: Economics Freedom’s Awfull Toll, en el Letelier deja en claro que “las políticas económicas se introducen precisamente con el fin de alterar las estructuras sociales”, discutiendo así la separación que hacían en esa época entre los asesinatos de la dictadura y las recetas neoliberales en aplicación los medios de EEUU y las instituciones financieras.
Lo corroboró hace poco el empresario César Barros, cuando dijo que “el Ejército ha hecho tantas cosas buenas por Chile que tiene derecho a haber cometido muchos errores”.
No en vano, cuando el Mamo fue forzado a dejar la DINA, lo primero que hizo para ganarse la vida es fundar una empresa de seguridad. El reciclarse en estos emprendimientos, cuyos clientes eran las prósperas empresas privadas, constante en varias biografías de los agentes de la dictadura y con el correr de los años, de la oficialidad de carabineros. Dicha reconversión para la ‘vida democrática’ es otra de las variables opacas del traspaso de la función pública de la represión, al mundo privado en la post dictadura.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano
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NOTAS:
(1) Zygmunt Bauman: Modernidad y holocausto.