Venden estos progresos como «proyectos lúdicos» y funcionales con respecto a la productividad laboral. De las últimas iniciativas, ha sido el implemento de un chip bajo la piel de ocho trabajadores de una empresa en Bélgica una de las más controversiales.
El diario belga Le Soir informó que la empresa de márketing digital Newfusion implantó a ocho empleados un chip bajo la piel que funciona como «llave» de identificación para abrir puertas o acceder al ordenador.
Esta empresa alega que el objetivo de esa tecnología subcutánea, que se coloca entre el índice y el pulgar de la mano como se ve en la tomografía, es la de reemplazar a las habituales tarjetas de identificación. «Nadie está obligado. Se trata de un proyecto lúdico. La idea proviene de un empleado que a menudo se olvidaba de su tarjeta», explicó a la cadena de televisión belga VRT el director de la empresa, Vincent Nys, quien consideró que en términos de invasión de la privacidad «un iPhone es diez veces (más peligroso) que un chip».
Los trabajadores que no quieran someterse al implante, al que los hombres son más receptivos que las mujeres en el caso de la empresa Newfusion, pueden utilizar un anillo que cumpla la misma función. Agrega Nys que «la tecnología hace más fácil nuestra vida cotidiana. No hay que tenerle miedo, basta con probarlo», y explicó que «el chip dispone de una memoria que permite insertar tarjetas de visita» que permite volcar los datos de contacto a un teléfono inteligente de manera inmediata.
Este tipo de chip, del tamaño de un grano de arroz, fue un experimento tecnológico elaborado por el científico británico Kevin Warwick en 1998, cuyo prototipo se puede contemplar en el Museo de Ciencia de Londres.
El valor del chip, por demás, es de unos 100 euros.
Nada nuevo
No es la primera vez que se implementa un chip bajo la piel de personas por parte de compañías privadas bajo el pretexto de comodidad y ludismo tecnológicos. El primer implante a humanos fue aprobado por la Food & Drug Administration de los Estados Unidos en 2004, con relación al nano-chip llamado Verichip, producto comercializado por la Corporación Verichip.
En 2006, la empresa de videovigilancia Citywatcher fue la primera en utilizar los chips para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de la compañía.
En Estados Unidos, especialmente entre el personal hospitalario, se ha masificado esta práctica de implementación de chips para revisar historias médicas de pacientes. Chips con información personal, una pesadilla líquida de George Orwell.
El desarrollo de este tipo de implantes ha generado recelos, por las dudas que suscita en términos de privacidad como por los posibles riesgos para la salud que pudieran entrañar, como se recoge en un informe de la Asociación Médica de Estados Unidos con fecha de 2007.
Otro grupo que ha protestado con el implemento de chips ha sido el de los «Profesionales de la tecnología por la responsabilidad social», ubicado en Palo Alto (California), ya que lo consideran «una pésima iniciativa».
Lisa Smith, miembro de esta asociación, aseguró que «la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad». Asegura que «existen otras formas de identificación menos invasivas que también son adecuadas, por muy voluntario que esto sea».
Nuevamente la tecnología, a pesar de venderse como una maravilla de la capacidad productiva del capitalismo, encubre también los nuevos y tecnificados mecanismos de control y de disciplina que condiconarán en los próximos años la vida de la especie humana.