Sin duda esta mujer pequeña, delgada, con un hermoso cabello, tenía una convicción irrevocable que la llevó a realizar una lucha de más de 40 años en la búsqueda de los desaparecidos políticos en México. Rosario Ibarra de la Garza, nació en 1927 en Saltillo, Coahuila. Su maestro de biología en la preparatoria, se convirtió en su esposo años después. El Dr. Jesús Piedra Rosales y ella, formaron un matrimonio del que nacieron 4 hijos Rosario, Jesús, Claudia y Carlos.
La noticia fue terrible para Rosario y el Dr. Piedra, cuando no encontraban a Jesús que cursaba el tercer año en la escuela de Medicina de la Universidad de Nuevo León. Primero fue detenido el Dr. Piedra y torturado por agentes judiciales que lo incriminaban de proteger a un asesino, su hijo Jesús, joven de 21 años, quien, ante la situación del país, decide integrarse a la Liga Comunista 23 de septiembre. 2 veces fue detenido el Dr. Piedra y 2 veces torturado.
Meses antes, fue asesinado el industrial cervecero Eugenio Garza Sada en la Ciudad de Monterrey, el 17 de septiembre de 1973. Y la cacería en contra de quienes formaban parte de la Liga Comunista fue feroz. Finalmente, el 19 de abril de 1975, su hijo Jesús fue detenido y desaparecido. Nunca lo volvieron a ver. A partir de ahí, la madre de familia, Rosario Ibarra de Piedra, comienza una incansable lucha para ver a su hijo y unirse a las madres, hermanas, hijas de los desaparecidos políticos del país. Funda en 1977, el Comité Pro-Defensa de presos, perseguidos, desaparecidos y exiliados políticos de México. El después llamado Comité Eureka, (porque en griego, la palabra significa: lo encontré). tenía como principal objetivo encontrar a los desaparecidos políticos y defender a los presos que por su militancia estaban en la cárcel.
Yo conocí a la compañera Rosario, como solíamos llamarle, en los primeros años de la década de los 80, cuando ya era una mujer reconocida por su lucha. Siempre la vi vestida de negro, con un hermoso medallón colgando de su pecho. Ahí estaba la fotografía de su hijo Jesús, que siempre la acompañaba adonde fuera. En 1982, fue la primera mujer candidata a la presidencia de la república. En su campaña en la ciudad, hacíamos los volantes para su campaña en un viejo mimeógrafo y aunque estuviéramos toda la noche trabajando, valía la pena. Por primera vez una mujer, luchadora social, era la candidata de los que no tenían voz para el gobierno. Rosario hablaba por ellos. Cada día más mujeres se unían a su comité y ella, sin cansarse nunca, iba a todas las instancias para exigir justicia, para que su hijo y todos los desaparecidos, aparecieran con vida. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” era la consigna de su lucha. Era en ese entonces, la candidata del Partido Revolucionario de los Trabajadores, partido que la postuló y abrazó la lucha de miles de mexicanos por la liberación de los presos políticos y la aparición con vida de los desaparecidos de nuestro país.
En esa campaña, hablé largamente con ella, porque para protegerla no se quedó hospedada en un hotel, llegaron de improviso a mi casa y me alegró mucho que pudiese platicar con ella. Y lo hicimos. Su pena, su gran pena era no saber como y dónde estaba Jesús. Me dijo: “Es terrible que un hijo tuyo muera, pero que no sepas en donde y como se encuentra, es la mayor tristeza de tu vida” A pesar de esa tristeza, sonreía luminosamente. Y nos alentaba a que como jóvenes no dejáramos que en el país se siguieran cometiendo esas atroces injusticias. Que los juzguen, pero nunca torturados o desaparecidos.
Y con la sencillez que la caracterizó siempre, te contestaba el teléfono, te invitaba a su casa y en su casa de México, vi cerca de su cama muchos rosarios colgados “me los han regalado en diferentes lugares, los guardo todos”. Su familia seguía en Monterrey y decía: “mis nietos me dicen abuela cometa, porque casi nunca tengo tiempo de verlos”.
Rosario Ibarra valientemente se paraba en cualquier lugar en el que los presidentes tenían que escucharla. Fue también a todas las instancias internacionales posibles. Hizo huelgas de hambre, la primera en 1978 y logró que se promulgara una ley de amnistía a la que se vio forzado el gobierno, ante la protesta internacional. En ella fueron liberados muchos presos. Gracias a la lucha del comité Eureka 148 personas aparecieron con vida. Muchos fueron los logros de ese comité. El primero, es que las mujeres que buscaban a sus familiares, nunca más se sintieron solas. Ahora tenían apoyo, ahora se acompañaban. Ahora, eran muchas. No fue más una lucha individual, ahora era colectiva. Lograron reformas a la ley, lograron encontrar con vida a desaparecidos y lograron ser reconocidas.
Rosario Ibarra de Piedra fue candidata al Premio Nóbel de la Paz en varias ocasiones y en México recibió el reconocimiento más importante del Senado de la República, en 2019, la medalla Belisario Domínguez por su trabajo incansable como defensora de los desaparecidos, de los presos, en contra de la tortura y por los derechos humanos. Rosario hizo algo más, unificar y dar a conocer en el mundo la llamada “guerra sucia” del gobierno en los años sesenta y setenta, en contra de quienes querían un país mejor, sin injusticias, sin torturas, sin corrupción.
Siempre recordaremos la sonrisa luminosa de la mujer que se enfrentó al poder y ganó, ganó el aprecio de millones de personas. Hasta siempre Rosario.
16 de abril de 2022
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Ilustración: Iván Rojas