Muchos antecedentes aseguran que el ciudadano chileno-alemán Juan Keller, avecindado en la comuna de La Unión -sur de Chile-, fue Martin Ludwig Bormann, prófugo nazi y mano derecha del führer.
Las dudas comienzan desde el mismo momento de su supuesta muerte en 1945, a pasos del búnker en que el temido dictador del pequeño bigote habría hallado su fin. El cráneo encontrado y atribuido a Bormann, no coincidiría, entre otras cosas debido al tipo de tierra que se halló en la calavera, muy distinta a la que existía en el lugar. Pero, tras un examen de ADN realizado en 1998 al cráneo, y comparado con sangre de una pariente “cercana”, toda especulación habría sido cerrada: Bormann era dado por muerto el 2 de mayo de ese año para la historia oficial alemana.
No obstante, solo un joven nacionalsocialista, Artur Axmann, sostuvo la única versión conocida de que el nazi había muerto allí (cercanías de la estación berlinesa de Lehrter Bahnof), en cambio, un grueso de los testimonios, documentos e indicios recopilados por quienes han investigado el caso, apuntan a la posibilidad de que el criminal hubiera llegado a Sudamérica. Versiones del ex espía Aunsworth-Davis, indican que los restos mortales de Bormann enterrados en un principio en un cementerio paraguayo fueron exhumados tras un acuerdo secreto entre Washington, Bonn y Asunción y trasladados a Berlín para así justificar su deceso en tierras germanas y borrar sus huellas en Sudamérica.
Así, los sucesos llevarán al jerarca nazi Martin Bormann a convertirse en Juan Keller, agricultor alemán de nebuloso origen que vivía en Trumao (La Unión) en el sector Las Trancas. Varios lugareños, la mayor parte bajo el anonimato, señalan haberle conocido e incluso trabajado para él.
PRIMICIA DE VEA: KELLER ES BORMANN
Aunque hay hipótesis que dan cuenta de que Keller era un estafador profesional que recorría el mundo y que habría estado encarcelado en varios países, esa posibilidad, a la luz de los antecedentes, parece remota.
Según datos aparecidos en 1996 en el diario Clarín, de Buenos Aires, Keller no sólo era dueño de un aserradero y un terreno en el sector Las Trancas, sino también era poseedor de gran cantidad de hectáreas de campo en sectores cordilleranos, todo esto en 1954. Sus propiedades habrían abarcado amplias zonas de Cerrillos y El Triángulo, 30 kilómetros al este de Futrono.
Entre las múltiples leyendas que se tejen en torno a este personaje, Víctor Raúl Silva, conocido coleccionista de antigüedades unionino, señala que “la población Corvi de La Unión se construyó con maderas provenientes del aserradero de Keller. Este caballero usaba lentes colorados y un sombrero, por lo que era difícil verle la cara. Era matrón y atendía todos los partos del sector”, agrega Silva. También hay varios habitantes de la comuna de La Unión que señalan que Bormann fue quien donó los pastelones de cemento de la principal plaza pública de la ciudad, pero lo habría hecho con una condición: Que estos sean dispuestos de tal manera que formen esvásticas en el suelo. Dichas figuras aún pueden apreciarse en la Plaza de la Concordia.
Durante los primeros años de la década de los ‘60, la revista “Vea” publicó en su portada y como primicia, haber descubierto a Bormann en Chile (con la foto de un hombre, muy gordo y calvo), sin embargo, mucha de la información que esta publicación dio a conocer fue posteriormente desmentida. No obstante el parecido físico entre Keller -que era el obeso personaje de la portada- y Bormann era notable. Nuestra investigación corrobora su identidad.
AL ESTILO DE LA GESTAPO
Existe una serie de muertes extrañas ocurridas en torno al supuesto alter ego de Martin Bormann. Y según la prensa de la época, una de estas muertes habría sido al más puro estilo de la Gestapo y con el característico sello de “una eliminación necesaria”. En junio de 1960, pocos días después de la desaparición de Juan Keller, murió de un balazo en la espalda Humberto Valdés Fernández, jefe del Gabinete de Identificación de La Unión, a manos de Fernando Mancilla González, un concesionario del Club Social Artesanos.
Valdés habría ocupado el mismo cargo en Río Negro, lugar donde Martin Bormann habría cambiado su nombre al de Juan Keller. Aunque el asesinato habría sido casual, lo curioso es que Fernando Mancilla era hombre de confianza del maderero Keller. Se habrían conocido cuando Mancilla trabajaba como garzón del Hotel Burnier de Osorno. El caso es que uno de los pocos testigos del cambio de identidad fallecía.
Así mismo, los dos únicos testigos de la inscripción de Keller como ciudadano chileno, José Feliciano Millacheo Lefián y Humberto Montiel Montiel, ambos empleados del supuesto ex jerarca nazi, desaparecieron en extrañas circunstancias poco después del cambio de identidad.
Durante los 15 años que Keller vivió en la zona, dejó un halo de misterios y preguntas abiertas. “Vea” señalaba que Keller también habría vivido en Argentina y Brasil (como José Pessoa), España (como Juan Gómez), Francia (como el fraile Martino o Martini).
Pero los datos que surgen ahora refuerzan la tesis de que Bormann habría escapado hacia Chile tras haber sido escondido en Inglaterra. Entre 1954 a 1955 el nazi llega a la zona de Llifén y se mueve entre Lago Ranco, Río Bueno, La Unión y Osorno. Vive en Riachuelo, donde es ayudado por familias alemanas, principalmente por los Buschmann Bergk, dueños de los fundos Bellavista y Esmeralda.
Ellos habrían encomendado al oficial civil de Riachuelo, Manuel Ramírez Tamayo, la misión de registrar al alemán con el nombre de Juan Keller Keller, asignándole la cédula de identidad número 32.965. El trámite se concreta poco tiempo después, en Río Negro, con el jefe de Gabinete de Identificación, el ya mencionado Humberto Valdés.
Keller contrae matrimonio con una funcionaria del Registro Civil de La Unión, Ruth Mondaca y adoptan a Eliana, la pequeña hija del ama de llaves del potentado alemán, Temófila Barría Pinol.
Eliana Keller estuvo interna en la Escuela Alemana de La Unión. Era callada, pero se entendía bien con Keller, aunque éste la trataba como a un adulto. Muchos testigos señalan que aunque el trato hacia su hija era duro, él la quería mucho. En sus múltiples devenires por la zona, Juan Keller es acompañado por dos amigos, los hermanos osorninos Carlos y Osvaldo Follert Fleidl. El primero fue creador y propietario de la fábrica de aceite comestible “Industrial Sur”, quien además fue fundador, secretario y vicepresidente ejecutivo por casi 25 años de la Cooperativa Agrícola Lechera de Osorno (Calo). Además fue electo diputado y alcalde de esa ciudad.
Este sería el “influyente político” que protegió a Keller durante su estadía en la provincia, según rezaba -sin identificarlo- la prensa de la época. Aunque tenían una sociedad, “Follert y Keller”, nunca se mencionó en los medios el nombre del político asociado al del agricultor.
SUBMARINOS U-BOOT
Aquí es justamente donde surgen antecedentes más cercanos a una película de ciencia ficción. Algunas personas (que también prefieren permanecer anónimas) señalaron que Follert tenía la misión de recibir submarinos alemanes, que llegarían a Bahía Mansa, Pucatrihue, durante los ‘40, junto a jóvenes germanos asociados a las familias Schilling y Aubel. La idea era ayudar con pertrechos y comida a los tripulantes de los submarinos.
Estos relatos de submarinos en nuestras costas, se relacionan directamente con la investigación de los periodistas argentinos Juan Salinas y Carlos Di Napoli, quienes le han seguido la pista a la operación secreta denominada Ultramar Sur, en la que submarinos alemanes llegaron a nuestro continente transportando a jerarcas nazis. La información fue obtenida mediante los interrogatorios de los marinos germanos por parte de la Marina argentina, sin embargo, los investigadores todavía no han podido acceder a los documentos que Estados Unidos y el Reino Unido aún conservan sobre la operación Ultramar Sur, guardados como Top Secret, y que no se desclasificarán hasta el año 2020.
La operación habría sido posible gracias a un pacto secreto entre la Armada Británica y la Alemana, pacto al que luego se uniría Estados Unidos, llevándose a cabo más tarde la operación Paperclip u Overcast que permitió la fuga de los científicos más importantes judío-alemanes, rumbo a Estados Unidos.
Antes de la posible venida a Sudamérica de Martin Bormann, éste estuvo a cargo de la parte logística y financiera de los proyectos de mayor importancia para el III Reich, por lo que mantuvo vínculos con una amplia gama de personalidades de los más diversos ámbitos, entre ellos Winston Churchill.
Estas redes habrían contribuido a crear una vasta red de aseguramientos para el caso de una eventual huida, previendo la derrota ante los aliados. Bormann habría sido el principal gestor de un plan de escape a diferentes partes del mundo.
Según Simón Wiesenthal, el famoso “cazador de nazis” judío, Martin Bormann y Walter Rauff, junto con otros funcionarios del Servicio de la Gestión Económica de las SS (fuerzas de seguridad nazis) se reúnen el 10 de agosto de 1945 en Estrasburgo, para coordinar estas redes de evasión, que muchos jerarcas utilizaron para huir tras la derrota. Y los mejores vehículos de escape (por su capacidad de ocultamiento) eran los submarinos. Es importante también recordar que los germanos tenían en Chile y Argentina (con Perón) una completa infraestructura de apoyo y existía una ruta desde las ciudades italianas de Génova y Bari. El mismo Paul Schäffer, ex líder de Colonia Dignidad, llegó a través de ella.
Durante el año 1945 hubo una enorme cantidad de avistamientos de submarinos a lo largo y ancho de las costas sudamericanas, incluyendo las nuestras.
No hay mucha claridad respecto a la llegada de Bormann en una de esas naves, pero hay datos que indican que permaneció un tiempo en Inglaterra, custodiado por el servicio secreto británico y la CIA. Un pacto secreto con los vencedores, quienes habrían permitido la huida del nazi tras ser sometido a una cirugía plástica, operación poco común para la época.
«MAUSER», FOTOS Y MÁS TESTIMONIOS
Boris Ocampos, anciano unionino quien dice haber sido secretario personal de Keller, señala que éste -todavía con el nombre de Bormann-, “entró a Chile por el lado argentino, antes del ‘50”. Para Ocampos, aunque el prófugo nazi se relacionó con los hermanos Follert, “nunca creó lazos muy profundos de amistad, trataba de pasar desapercibido. Hablaba el español como todos los gringos, chapuceaba algunas palabras y decía groserías, principalmente a los empleados cuando no hacían bien las cosas”.
Uki Goñi, periodista argentino, en su libro Perón y los Alemanes, busca esclarecer los nexos entre el presidente trasandino y el Tercer Reich antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, sobre la base de documentos nunca antes analizados.
Entre los antecedentes que recopila, Goñi realiza una entrevista a Alberto Guarda, de 85 años de edad, poblador de Futrono, quien alegó haber conocido en persona a Bormann.
El anciano señalaba haberle visto cuando el nazi llegó a la zona y compró a su hermano el mencionado campo de Cerrillos. Para el viejo no había duda de que Juan Keller (en la foto) era Martin Bormann: “No podía ser otro (…) por las fotos de los diarios, era el mismo gringo, maceteado, colorado, el mismo alemán”. Este se habría ido “de la noche a la mañana, cuando supo que habían detenido a (Adolf) Eichmann en Argentina”. Poco tiempo después surgió en el pueblo el rumor que habían aparecido varios agentes israelíes por esa zona, buscándolo.
Una dueña de casa unionina que jugaba de pequeña con la hija de Bormann, comentó que “él (Keller) siempre andaba armado y era muy serio”, mientras los más incrédulos decían que “Juan Keller era simplemente un doble de Bormann”.
El investigador Raúl Núñez, obtuvo declaraciones de un ex congresal alemán, Pablo Huesseletn, quien se hallaba en Chile bajo asilo político en 1948. Éste comentó que se encontró con Bormann a orillas del Lago Ranco en febrero de ese año, declarando que le habría identificado perfectamente, pues eran conocidos. La persona identificada como Bormann cabalgaba junto a dos jinetes más, y tras el casual encuentro, se perdieron rápidamente en los faldeos cordilleranos.
Otro campesino de La Unión, dijo que -siendo joven- en su lugar de trabajo escuchó mencionar el nombre de Martin Bormann en numerosas ocasiones, junto a una serie de misteriosos “vecinos alemanes” que no se dejaban ver.
El padre de una destacada abogado de Valdivia asegura que conoció a Keller en Trumao, donde era vox pópuli que éste era un criminal nazi arrancado y que siempre andaba armado con una pistola alemana “Mauser” en su cinturón, que otros identificaron como una “Walter”. Ocampos dice que “en el campo esto era normal, debido a lo desolado del lugar en ese entonces y porque había muchas bandas dedicadas al robo de animales, por el lado de Chaihuín”.
Pero las pistas no se detienen allí. Según un ex funcionario del SAG (Servicio Agrícola y Ganadero), con actual residencia en Mantilhue, una noche debió alojar en la casa en la que habría vivido Juan Keller, en Futrono. Por mera curiosidad, este individuo señala haber registrado uno de los veladores de la casa, donde habría encontrado fotos de Keller vestido de militar alemán. El temor a las represalias le hizo guardar silencio acerca de esta anécdota y por ende, también su nombre.
PERSEGUIDO POR EL MOSSAD
En cierto momento, a principios de los ’60, Keller desaparece. Varios datos compilados por el investigador Raúl Núñez indican que se fue a despedir de su mujer y su hija -engendrada en su periplo- al fundo Las Trancas, para dejarlas en una casa de confianza en La Unión, mientras él huía. Su hija María Eliana Keller quedaría como heredera de las grandes extensiones de tierra que poseía en la zona, no obstante por mensajes recibidos de su nieto político, Marcelo Keller Keller, ella “fue a los trece años despojada de todos los bienes que este señor dejó antes de desaparecer”.
Entre los antecedentes que surgen, se dice que los servicios secretos judíos le enviaron una agente para enamorarlo. Un viejo agricultor de la zona nos cuenta que ésta habría sido una enfermera del Hospital de La Unión, con la que Keller se habría escapado hacia Rupanquito y que más tarde apareció muerta en un bosque cercano.
El constante acoso del Mossad (servicio de inteligencia israelí) hizo que Keller huyera hacia Ensenada, donde finalmente habría sido detectado por el organismo en la localidad de Peulla. En ese momento, el prófugo habría arrancado en una lancha cruzando uno de los lagos binacionales, perseguido de cerca por los agentes israelíes, para al final lograr escapar hacia Argentina y terminar sus días en Paraguay donde habría fallecido en 1989 tras una larga enfermedad.
Por Nelson Rodríguez, Jorge Quagliaroli y Bruno Sommer
El Ciudadano Nº94, primera quincena enero 2011