El presidente de Colombia, Iván Duque, declaró esta semana que Venezuela «es un santuario para terroristas y narcotraficantes». Tal aseveración hace reflexionar inmediatamente a todo aquel que tenga conocimiento sobre la realidad que sufre la sociedad colombiana desde hace más de medio siglo.
Pareciera que el Mandatario, más allá de insultar a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, y acusarlo de cualquier delito que pase por su mente en ese momento, lo que pretende es acallar la propia voz de su pueblo que exige justicia por el asesinato selectivo de centenares de líderes sociales y políticos.
A todo ello debe sumar el recrudecimiento del paramilitarismo, el narcotráfico, el terrorismo y la protección de criminales que están prófugos de la justicia venezolana.
Las palabras de Duque surgieron como respuesta a unas declaraciones de Maduro, quien dijo que los senadores colombianos del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), Iván Márquez y Jesús Santrich, eran «bienvenidos» a participar en el XXV Foro de Sao Paulo, que se realizó del 25 al 28 de julio en Caracas.
Ambos senadores asumieron la clandestinidad luego de denunciar que sus vidas están amenazadas y en peligro -como la de muchos otros líderes sociales asesinados- al ser víctimas de la persecución «terrorista» que ejecuta contra ellos «el narco-Estado colombiano» que preside Duque.
Duque, presidente de uno de los países con mayor historia de terrorismo en el mundo y calificado como el primer país productor y exportador de cocaína del planeta, bajó al nivel más bajo de la discusión política para asegurar que la invitación para los senadores colombianos era una «burrada».
«Maduro comete la burrada que lo ha caracterizado de seguir protegiendo al terrorismo y ante los ojos del mundo es un motivo más para seguir arreciando el cerco diplomático, para que deje lo más pronto posible de flagelar al pueblo venezolano», dijo Duque, quien desde la campaña que lo llevó al poder en 2018 se sumó a los planes de derrocamiento del presidente venezolano por vías irregulares e inconstitucionales, a complacencia del Gobierno de Estados Unidos.
Asimismo, durante la clausura del Foro de Sao Paulo, el presidente Maduro hizo referencia sobre varios miembros del partido FARC y los invitó a visitar el país.
«Iván Márquez y Jesús Santrich son bienvenidos a Venezuela y al Foro de Sao Paulo cuando quieran venir, son dos líderes de paz, y Timochenko y Catatumbo. La FARC es bienvenida a Venezuela cuando quiera venir porque son líderes de paz», expresó Maduro.
Los titulares de la mediática internacional sucumbieron ante las palabras de Maduro. Todos hicieron referencia a las declaraciones del Presidente venezolano como si invitara a la extinta guerrilla de las FARC, un grupo insurgente desmovilizado que entregó sus armas tras firmar el acuerdo de paz con el Gobierno colombiano el 26 de septiembre de 2016, cuando era presidente Juan Manuel Santos (2010-2018), y que ha sido vulnerado y violentado por el régimen de Duque.
En el mismo orden en el que Duque ha vulnerado el acuerdo de paz de Colombia, tal y como lo ha querido su jefe y promotor, Álvaro Uribe Vélez, un expresidente vinculado al narcoterrorismo y paramilitarismo con centenares de denuncias por los terroríficos casos de falsos positivos, una larga lista de opositores venezolanos envueltos en planes magnicidas, violencia callejera, intentonas golpistas, traición a la patria, corrupción, asesinatos, entre otros crímenes, han sido recibidos con los brazos abiertos por Duque en la Casa de Nariño.
A Duque, quien ya de por sí presenta cifras récords en su gobierno del repunte exponencial de la producción y exportación de cocaína, del incremento de la violencia armada narcoparamilitar, sicariatos, ajusticiamientos extrajudiciales y hasta la reaparición de los falsos positivos en masa, está ahora signado a ser el receptáculo de los criminales que trabaja para la extrema derecha venezolana.
Colombia protege a quienes golpean a Venezuela
El primero en la lista es el acaudalado empresario y exjefe de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, quien se autojuramentó «Presidente de Venezuela» dentro del Palacio de Miraflores, en Caracas, el 11 de abril de 2002, tras el secuestro del presidente legítimo y constitucional, Hugo Chávez Frías.
La lista la siguen una serie de delincuentes de poca monta relacionados al robo de dinero por parte de un equipo de Juan Guaidó, acciones terroristas en Venezuela vinculadas a la célula Voluntad Popular que dirige Leopoldo López y que ha encontrado en Colombia el eje principal de operaciones, junto a la extrema derecha continental, para intentar socavar la democracia venezolana.
Desde entonces, una larga lista de evadidos de la justicia venezolana viven en territorio colombiano. El prontuario de prófugos es amplio y surgen nombres afamados que frecuentemente son citados en medios conservadores como ‘bastiones’ de la lucha por ‘el retorno’ de la democracia en Venezuela. Eso sí nunca hacen mención de sus delitos.
En la lista figuran nombres como Luisa Ortega Díaz, ex Fiscal General vinculada a delitos de corrupción y sobornos a empresarios; Pedro Carmona Estanga, líder golpista de 2002, Iván Simonovis, autor intelectual y planificador de la masacre de Puente Llaguno en 2002 y quien utilizó a Colombia como vía de escape para llegar a Estados Unidos, luego de escapar de un beneficio de casa por cárcel.
A la lista se le agregan Julio Borges, autor intelectual del intento de magnicidio contra el presidente Maduro en 2018 y demás titulares del Tren Ejecutivo y Alto Mando Militar que se encontraban junto al Jefe de Estado en una tarima presidencial cuando fueron atacados con dos drones explosivos.
Junto a Borges está también Juan Requesens, quien coordinó todas las acciones desde que fueron planificadas en Colombia con la intención de explotar la tribuna presidencial y ejecutar una masacre.
Aquel acto fue evitado gracias al aparato de seguridad presidencial que incluye inhibidores de señales. Sin embargo, uno de los drones cayó en un apartamento residencial cercano, generó graves daños a familias de esa torre y causó pánico generalizado.
La lista la engrosan también los personajes que están envueltos en el escándalo de prostitución, lujos, drogas, corrupción, robo de recursos y mentiras de Guaidó en Cúcuta, la ciudad fronteriza colombiana que se utilizó el 23 de febrero pasado (2019) para intentar invadir a Venezuela con grupos vinculados a la violencia paramilitar.
Freddy Superlano, David Smolansky, Lester Toledo, Rayder Russo alias ‘Pico’, Salvatore Lucchese, Rossana Barrera, Kevin Rojas, el coronel retirado Oswaldo Valentín García Palomo, Rayder Alexander Russo Márquez, Yilber Alberto Escalona Torrealba, Gregorio José Yaguas Monje, Osman Alexis Delgado Tabosky, Alcira Marina Carrizo de Colmenárez, Virgina Antonieta Da Silva-Pio Porta alias ‘Génesis’, Henryberth Emmanuel Rivas, Thais del Carmen Valeria Viloria, Darwin Mina Banguera, Elvis Rivas Barrios y David Alexander Beaumont Álvarez, son algunos de ellos.
A la lista de delincuentes también se suman el prófugo Antonio Ledezma -acusado por malversación de fondos- Gaby Arellano, José Manuel Olivares, Luis Florido y Richard Blanco, todos involucrados en el intento de golpe de Estado del pasado 30 de abril de 2019, que terminó fracasando y que se vieron involucrados también en los escandalosos negocios de Guaidó con varios lobbys económicos como el Fondo Monetario Internacional.
Todo este lote de prófugos de la justicia venezolana, como Carlos Vecchio quien vive en Washington y utilizó el puente colombiano para salir de Venezuela y abonar a la campaña de desprestigio para el país que ha servido para recrudecer el cruento bloqueo económico, financiero, comercial y diplomático impuesto por EE. UU. y sus aliados. Todos forman parte del mismo plan sedicioso para demoler la democracia venezolana e instaurar un gobierno de facto sumiso a la Casa Blanca.
Es así como el Estado colombiano, desde su presidente -Iván Duque por el momento- mantienen protección, resguardo y todo un periplo para mantener asediada a Venezuela con la violencia criminal registrada en los últimos años y que en la propia Colombia ha ensombrecido hasta el deporte con su violencia y terror.
Asegurar y decir -sin ton ni son- que Venezuela es un ‘santuario’ de terroristas y narcos, sobre todo si lo expresa el propio Presidente del país que verdaderamente protege y produce centenares de estos perpetradores, no sólo deja muy mal parado a quien lo argumenta, sino que también devela sus vanas intenciones.