El 27 de junio pasado, hace apenas 13 días, el vicepresidente de los Estados Unidos (EE. UU.), Mike Pence, realizó una visita oficial a Quito, Ecuador, para sostener una reunión con el Presidente, Lenín Moreno, con el propósito de “afianzar” la cooperación bilateral en lo comercial y sobre todo en lo militar, bajo el argumento de prestar mejor seguridad fronteriza para “luchar” contra el narcotráfico y las guerrillas.
Desde ese encuentro efectuado en el Palacio de Carondelet, sede del Gobierno y residencia oficial del presidente de la República del Ecuador, la agenda política del país meridional se ha visto marcada por cumplir con la agenda estadounidenses, cuestión observable -por ejemplo- en la persecución judicial contra el expresidente Rafael Correa, el distanciamiento diplomático con los gobiernos de Bolivia y Venezuela, las críticas y medidas unilaterales contra la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y la decisión de apoyar a EE. UU. en el rechazo a la resolución a favor de la lactancia materna que espera aprobar la Asamblea Mundial de la Salud, máximo organismo de decisión de la Organización Mundial de la Salud.
Sobre la Unasur, instancia creada en 2004, con el propósito de fortalecer la integración, cultura, identidad y unidad regional de los pueblos suramericanos, donde habitan más de 400 millones de personas; el presidente Moreno -sin antes consultar a los países miembros de este bloque internacional- argumentando que el organismo “no está cumpliendo ninguna tarea”, decidió que hará “los trámites” para efectuar el desalojo de la sede de la Unasur ubicada en la ciudad de Quito.
Ésta sede fue inaugurada en diciembre de 2014 y lleva el nombre del argentino Néstor Kirchner –su primer Secretario General, uno de los líderes suramericanos que encabezó la constitución del bloque junto a Hugo Chávez (Venezuela), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), y que posteriormente fortalecieron Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), José Pepe Mujica (Uruguay), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), entre otros.
La decisión de Moreno de borrar la estructura física de Unasur, símbolo de la unidad que alcanzaron las fuerzas progresistas en la región hace al menos una década y que actualmente se ha visto debilitada por el resurgimiento de gobiernos neoliberales a través de golpes parlamentarios, judicializaciones contra líderes socialistas y boicots contra la estabilidad económica y políticas soberanas de los pueblos, se une al sabotaje que ejecutaron en abril pasado los gobiernos de derecha de Argentina (Mauricio Macri), Brasil (Michel Temer –mandatario de facto-), Chile (Sebastían Piñera), Colombia (Juan Manuel Santos), Paraguay (Horacio Cartes) y Perú (Martín Vizcarra, sucesor de Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció por sus implicaciones con casos de corrupción).
En esa ocasión, cuando Bolivia asumía la Presidencia Pro Témpore, estos países abandonaron el bloque -por tiempo indefinido- con la excusa de que los países miembros no habían logrado un acuerdo para definir al Secretario General del organismo, responsabilidad que estaba sin mando desde enero de 2017, cuando el colombiano Ernesto Samper dejó la Secretaría General.
“Unasur fue una buena idea”, acotó Moreno, quien intentó dar un impacto positivo a la noticia anunciando que convertirá la sede de Unasur en la Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas “Amawtay Wasi”.
Contra la lactancia materna
Sobre este caso, el diario estadounidense New York Times (NYT) publicó un trabajo especial este domingo 8 de julio, donde demuestran como Ecuador, bajo la administración de Lenín Moreno, se ha convertido en un país servil al dictamen de Washington.
Prueba de ello fue la posición asumida por Ecuador en Ginebra, Suiza, en la Asamblea Mundial de la Salud, donde su delegación se colocó en contra de centenares de delegados de Estados y gobiernos que esperaban aprobar sin mayor complicación una resolución para alentar la lactancia materna y limitar la comercialización inexacta o engañosa de productos que pretenden sustituir a este alimento natural.
En esa publicación, se describe como la delegación de Norteamérica, que defiende los intereses de los fabricantes de fórmulas para lactantes y se niega a la resolución a favor de la lactancia materna, porque insta a los gobiernos a «proteger, promover y apoyar la lactancia materna» y pide a los políticos restringir la promoción de productos alimenticios que de acuerdo a diversos estudios científicos realizados por varias décadas, tienen efectos nocivos a la salud de bebés y niños.
“Funcionarios estadounidenses buscaron diluir la resolución (…) Cuando eso falló, recurrieron a las amenazas, de acuerdo con diplomáticos y funcionarios del gobierno que participaron en las discusiones. Ecuador, que había planeado introducir la medida, fue el primero en encontrarse en el punto de mira. Los estadounidenses fueron directos: si Ecuador se rehusaba a rechazar la resolución, Washington desataría sanciones comerciales y retiraría la ayuda militar crucial. El gobierno ecuatoriano rápidamente accedió”, cita el despacho del NYT.
«Lo que sucedió fue chantaje, con Estados Unidos reteniendo al mundo como rehén e intentando anular casi 40 años de consenso sobre la mejor manera de proteger la salud de bebés y niños pequeños (…) Estábamos asombrados, horrorizados y entristecidos», expresó Patti Rundall, directora de política del grupo de defensa británico Baby Milk Action, quien asistió a las reuniones de la asamblea, citada por NYT.
Reacciones en Ecuador
La resistencia contra el desalojo de la Unasur de su sede originaria fueron expresadas inmediatamente por el expresidente Rafael Correa, quien actualmente es objeto de una persecución judicial política que encabeza su sucesor Lenín Moreno; lamentó que haya sido el Movimiento Indígena el cómplice de la destrucción de Unasur, “¡No lo puedo creer!”, recalcó.
De igual forma el excanciller de Ecuador, Guillaume Long cuestionó la medida de Moreno sobre la Unión Suramericana: “Pdte Moreno, despójese un momento de sus odios políticos. No sea cómplice de la destrucción de UNASUR, el proyecto integracionista más importante de nuestra región. Ecuador es además la sede, algo que a futuro traerá beneficios y nos convertirá en un centro político importante”, refirió.
Gabriela Rivadeneira quien se desempeñó como Presidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador entre 2013 y 2017, también expresó su posición y lamentó el retroceso que el país andino pone en marcha: “Sabemos y lo decimos, el «apoyo» ofrecido por el Vicepresidente norteamericano en días pasados no es gratis. Una serie de concesiones se han dado a espaldas del pueblo ecuatoriano. Ahora retrocesos en políticas de salud”.
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